Una red que tira hacia el pasado
Este viernes se inició la exposición fotográfica “En una esquina cualquiera del mar” en la Casa Cano de Bogotá. Su autor, Fernando Cano Busquets, ha descrito esta muestra como “una evocación a mi pasado”.
Sarah Gutiérrez
Atraído por el sol, la playa y el mar, Fernando Cano Busquets recuerda con nostalgia los años de su niñez, cuando sus padres, Guillermo Cano y Ana María Busquets, los llevaban a él y a sus hermanos a vacacionar cerca a las olas del mar en Pozo Colorado, en Santa Marta, donde divisaba, en medio de ese terreno que aún no se había popularizado, cómo los pescadores entregaban sus esfuerzos al oficio.
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Atraído por el sol, la playa y el mar, Fernando Cano Busquets recuerda con nostalgia los años de su niñez, cuando sus padres, Guillermo Cano y Ana María Busquets, los llevaban a él y a sus hermanos a vacacionar cerca a las olas del mar en Pozo Colorado, en Santa Marta, donde divisaba, en medio de ese terreno que aún no se había popularizado, cómo los pescadores entregaban sus esfuerzos al oficio.
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“En una esquina cualquiera del mar”, como ha decidido llamar a la exposición que abrió sus puertas en la Casa Cano de Bogotá este viernes, comienza su recorrido con una foto familiar tomada por Nereo López. El retrato a blanco y negro ha sido editado digitalmente para añadir colores a los trajes de baño, la arena y el mar. Esta pieza es la única que tiene una ligereza de color.
“Siempre he trabajado en blanco y negro. Siempre he dicho que el lenguaje de la fotografía para mí es el blanco y negro, porque uno ve a colores todos los días, afortunadamente, pero si ves la exposición, observarás diferentes tonalidades de grises. No sé si soy anticuado, pero así lo veo”, comentó Cano Busquets, quien fue director de este diario entre 1987 y 1997, en entrevista para El Espectador.
La exposición cuenta con dos lecturas: por un lado, el registro fotográfico, que se divide en tres salas, y por otro, un camino en la que se ve a los pescadores plasmados en las paredes, halando una cuerda durante el recorrido, acompañando al visitante a encontrarse con cada uno de los retratos y un mensaje introductorio del autor, donde alude a las moiras de la mitología griega: Cloto, Láquesis y Átropos, encargadas del destino de cada ser humano.
“Todos, sin tenerlo muy presente, halamos nuestras cuerdas en la cotidianidad de la existencia, pero nunca es ese acto tan palpable como en el ejercicio vital del pescador artesanal cuando tira de un chinchorro, una atarraya o un sedal. Esta historia visual es un pequeño e incompleto registro de lo que ocurre a diario en una esquina cualquiera del mar, en donde hombres y mujeres de la pesca, ajenos a la modernidad y al vértigo del llamado ‘progreso’, continúan insistiendo en halar su destino con cuerdas y redes ajadas por el salitre y el paso imperceptible del tiempo”, se lee en uno de los fragmentos.
Ganarse la confianza de los pescadores: César, Agripina, Gustavo, Alfonso, Roque, Nilson y la Negra no fue una tarea fácil al inicio, pues, recuerda que al llegar a las playas de Santa Marta era visto como un intruso, un turista más que llegaba “a incordiarlos con sus preguntas tontas sobre nombres de pescados o moluscos”. Sugiere que ahora, tras reconocer su interés, se había convertido en aquel hombre que “jode y jode con sus fotos”.
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“Les hice retratos, les llevé las fotografías y se las regalé. Empezamos, por así decirlo, con una amistad. Ellos me llevaban a pescar, tirábamos las redes y de vez en cuando, halaba la cuerda con ellos”, comenta Cano, que, como muestra final, dejó más de 60 de las 500 fotografías tomadas en una colección que refleja la cotidianidad de estas personas que han creado un estilo de vida alrededor de la pesca artesanal.
En este oficio hay varias personas involucradas; de acuerdo con Cano, pueden llegar hasta diez personas a trabajar, entre los dueños de la red, del barco y aquellos habituales que reciben una porción de la pesca del día. “Las sartas de pescado son unas cuerdas donde cuelgan de a cuatro o cinco, a veces, y eso vale $5.000 o $10.000. Imagina el trabajo de esto, debió ser de un día, y en un día son cinco, diez, quince, $30.000 para repartir entre ocho personas. Es muy duro”, agrega.
Fernando Cano Busquets también se ha desempeñado a lo largo de su carrera profesional como reportero gráfico, experiencia que ha influido en su perspectiva de la realidad: “Mi visión es de reportero, y busco dejar registrado un acontecimiento, así sea el más pendejo de todos, pero hacer un resumen de lo que vi sin pretensión”.
Encuentra también una fascinación por el ser humano, las culturas y sus geografías, y documenta con sus ojos a través de la cámara lo que ha hecho el ser humano en la naturaleza y también cómo la ha maltratado. “Nuestro planeta es lindo, pero pienso que sin los seres que lo habitamos tal vez no tendría sentido. Son estos pescadores, estas personas que trabajan desde diferentes lugares, los que le dan sentido a la colombianidad”.
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“Es un homenaje a ellos, tal vez, y también es un ejercicio de traer hasta aquí mi pasado; halar mi cuerda del destino hasta esta vejez de ahora. Es algo simple, pero muy sentido porque, sin saberlo, los pescadores me han acompañado durante toda mi existencia. Tal vez, la fotografía ha sido una segunda oportunidad de mi vida”. Esta galería se apropió de una esquina cualquiera del mar en Santa Marta, y estará disponible hasta febrero de 2024.