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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                Una temporada en el infierno

                                                                                                                                A propósito del cumpleaños número 150 de uno de los libros más importantes de Arthur Rimbaud, “Una temporada en el infierno”, revivimos este breve recuento de la vida trágica de algunos escritores (Dostoievski, Nietzsche, Kafka, Rimbaud, Hesse, Hemingway), cuyo dolor influyó en sus obras, y cuyas obras marcaron a distintas generaciones.

                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                Editor de Cultura
                                                                                                                                En 1873, Arthur Rimbaud publicó uno de sus libros más populares, "Una temporada en el infierno".
                                                                                                                                Foto: Archivo particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Si está interesado en leer más sobre Dostoievski, ingrese acá: El retrato de la humanidad del gran Dostoievski

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Dostoievski fue Nietzsche, o Nietzsche fue Dostoievski cuando una tarde de enero de 1888 se abrazó a un caballo y quiso fundirse con él, pues, se había hastiado de que todo en la vida fuera Humano, demasiado humano. Terminó en una clínica. Doce años estuvo internado, hasta que murió en 1900. De una cama a una silla, de la silla a la cama, la mirada extraviada y el mundo discutiéndolo, porque su obra era una sarta de puñales, porque reivindicaba a unos pocos, los más capaces, porque había defendido las pulsiones del ser humano y afirmaba que Dios había muerto.

                                                                                                                                Porque detrás de sus sentencias decía que el fin último del hombre era la voluntad de poder (sobre). Los doctores le diagnosticaron demencia. Su hermana Elisabeth acomodó gran parte de sus textos y editó otros, que eran simples apuntes. Luego se sabría que de su Zaratustra apenas se habían vendido 80 ejemplares en 10 años, y que él se sentía orgulloso de esas cifras. Pero Nietzsche no sólo fue Dostoievski. Fue Dostoievski y luego fue Rimbaud, el “iluminado” muchacho que a los 20 años decidió que no tenía nada más que escribir en la vida y se largó hacia África para traficar con armas y empezar a morir.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Rimbaud era poeta. Ante todo poeta, aunque jamás lo dijera. “Poeta maldito”, como lo calificó Verlaine, su amigo, amante, enemigo, verdugo y exégeta, con quien Rimbaud descendió hasta lo más bajo de la condición humana, hasta el punto de haber tenido que huir de él en dos oportunidades para que no le disparara. Arthur Rimbaud sólo alcanzó a publicar una edición de su libro Una temporada en el infierno, y se la pagó él mismo. Recibió seis ejemplares, y cuando París comenzaba a hablar de él gracias a una antología en la que fue incluido por Verlaine, él ya erraba por Etiopía y vivía de lo que fuera y como fuera, hasta que se enfermó y tuvieron que amputarle una pierna. Murió en 1891. Tenía 37 años.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Hesse, preso por la denuncia de una muchacha que lo acusó de ejercer artes mágicas con ella. Se aisló en sus libros y quiso, desde ellos, cambiar el mundo. Tal vez no lo logró, pero su influencia traspasó tiempos y nombres y naciones. Hemingway, eternamente malherido por haber padecido la guerra, las guerras. Y cuántos muertos. Y cuántas vidas malogradas. A finales de los años 20 viajó hacia Cuba, donde permaneció con sus idas y vueltas por más de 20 años. Fue soldado durante la Segunda Guerra Mundial y participó del desembarco de Normandía.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Si está interesado en leer más sobre Hemingway, ingrese acá: A los idiotas nunca les gusta Hemingway

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En 1873, Arthur Rimbaud publicó uno de sus libros más populares, "Una temporada en el infierno".
                                                                                                                                Foto: Archivo particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Si está interesado en leer más sobre Dostoievski, ingrese acá: El retrato de la humanidad del gran Dostoievski

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Porque detrás de sus sentencias decía que el fin último del hombre era la voluntad de poder (sobre). Los doctores le diagnosticaron demencia. Su hermana Elisabeth acomodó gran parte de sus textos y editó otros, que eran simples apuntes. Luego se sabría que de su Zaratustra apenas se habían vendido 80 ejemplares en 10 años, y que él se sentía orgulloso de esas cifras. Pero Nietzsche no sólo fue Dostoievski. Fue Dostoievski y luego fue Rimbaud, el “iluminado” muchacho que a los 20 años decidió que no tenía nada más que escribir en la vida y se largó hacia África para traficar con armas y empezar a morir.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Rimbaud era poeta. Ante todo poeta, aunque jamás lo dijera. “Poeta maldito”, como lo calificó Verlaine, su amigo, amante, enemigo, verdugo y exégeta, con quien Rimbaud descendió hasta lo más bajo de la condición humana, hasta el punto de haber tenido que huir de él en dos oportunidades para que no le disparara. Arthur Rimbaud sólo alcanzó a publicar una edición de su libro Una temporada en el infierno, y se la pagó él mismo. Recibió seis ejemplares, y cuando París comenzaba a hablar de él gracias a una antología en la que fue incluido por Verlaine, él ya erraba por Etiopía y vivía de lo que fuera y como fuera, hasta que se enfermó y tuvieron que amputarle una pierna. Murió en 1891. Tenía 37 años.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Hesse, preso por la denuncia de una muchacha que lo acusó de ejercer artes mágicas con ella. Se aisló en sus libros y quiso, desde ellos, cambiar el mundo. Tal vez no lo logró, pero su influencia traspasó tiempos y nombres y naciones. Hemingway, eternamente malherido por haber padecido la guerra, las guerras. Y cuántos muertos. Y cuántas vidas malogradas. A finales de los años 20 viajó hacia Cuba, donde permaneció con sus idas y vueltas por más de 20 años. Fue soldado durante la Segunda Guerra Mundial y participó del desembarco de Normandía.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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