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Desligar a Fanny Sanín (1938) del color es casi imposible. Sus lienzos no solamente exaltan la precisión de la forma sino que se elaboran en torno al círculo cromático, del cual hace estudios minuciosos. “Yo trabajo en busca de un equilibrio y de un orden. Lo realmente importante es la investigación sobre el color. Hago varios estudios y escojo uno de ellos para plasmarlo en grande”. En la exposición de la Galería Alonso Garcés se puede apreciar el proceso creativo de la artista y cómo, a través de dibujos, recrea el formato del cuadro definitivo.
Su pasión por la pintura llegó desde pequeña cuando, junto con su hermana, asistía a clases y talleres artísticos. Más tarde, estudió bellas artes en la Universidad de los Andes, donde empezó a involucrarse con el arte abstracto con maestros como David Manzur. Y desde que participó en el Salón de Artistas Nacionales en 1962 no ha habido quién la detenga. La disciplina ha sido un factor determinante: “Yo trabajo de día: empiezo a las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Aunque claro, a veces veo el sol y digo: ‘Qué lindo sería salir al parque’. Pero no. Cuando la luz está tan bonita entonces mejor me quedo pintando. Eso hace que uno vaya madurando y se pueda lograr lo que uno desea”.
Londres fue la ciudad donde los pigmentos la atraparon por completo. “Fue una experiencia diferente, en la que me encontré con los artistas del color, especialmente Ellsworth Kelly. Leí De lo espiritual en el arte, de Kandinsky, y vi obras de Matisse que me deslumbraron. Empecé a buscar la forma en que no se viera la huella del pincel para que la pintura fuera más plana. Me cambié al acrílico”. Así, dejó atrás el óleo para dedicarse a las mezclas cromáticas en ese nuevo material: “Mis obras son capas sobre capas. No es un sólo tono, yo hago mezclas hasta que llego al que realmente quiero”.
Al pintar, la artista de 72 años prefiere un trasfondo de música clásica —Vivaldi o Mozart— que no emplea como inspiración sino como acompañante. Su concentración se centra específicamente en la armonía. “Aunque al principio la idea empieza muy espontánea, se racionaliza un poco la obra para que tenga sentido. Para mí es ideal que le comunique al espectador”.
Ferviente del color, se abstiene de menospreciar cualquier tonalidad. Aunque confiesa: “El blanco no me desagrada pero es mínimo en mis obras. Es algo curioso: sin quererlo, siempre termino cubriéndolo”.
Galería Alonso Garcés, carrera 5ª N° 26-92.