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La trayectoria de Carrión está vinculada a diversos ciclos y obsesiones: los viajes, las series de televisión, los espacios del libro y la cultura contemporánea. Carrión afirma que el eslabón que une su trabajo es el viaje en su sentido más amplio. Desde sus recorridos por las librerías del mundo y las diversas estructuras del conocimiento hasta acompañar el viaje de posibles escritores en su faceta de codirector y profesor del Máster de Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra. En esta entrevista, realizada hace unos meses en Barcelona, hablamos sobre Membrana (Galaxia Gutenberg, 2021), ganador del Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro 2021, un libro-catálogo del museo del siglo XXI escrito por una inteligencia artificial. Mientras tanto él ya ha terminado Ecos, su segundo pódcast de ensayos sonoros que nos enseña a “pensar a través de los oídos” y ha publicado un nuevo libro, titulado Los campos electromagnéticos: teorías y prácticas de la escritura artificial (Caja Negra, 2023).
¿Cuáles son sus intereses al emprender un nuevo proyecto?
Yo comienzo a ver mis libros como una suerte de membrana, como un tejido lleno de trasvases, vasos comunicantes, interconexiones, riego sanguíneo. A veces un proyecto lleva muchos años de concepción, investigación y escritura, como por ejemplo Barcelona, libro de los pasajes. Otros, en cambio, aparecen en tu cerebro con un elemento muy poderoso, que te lleva a la urgencia y al arrebato y en pocos meses tienes un libro escrito. Eso me pasó con Librerías, quizá porque la investigación la había hecho de un modo inconsciente durante mucho tiempo. Lo mismo me ha pasado con Membrana. Se me ocurrió la idea, la voz narrativa, y a los tres días comencé a escribir la novela y ya no paré durante tres o cuatro meses.
“Membrana” es el texto sagrado de la inteligencia artificial del futuro, es “la Biblia que funda su propio imperio más allá de la soberanía humana”, dijo Camilo Hoyos en Paredro Pódcast. Así como la Biblia del presente puede tener diversas interpretaciones, ¿la del futuro también las tendrá?
Sí, creo que uno de los elementos más interesantes de Membrana desde el punto de vista de la escritura es que, aunque haya una narradora en primera persona del plural, es una narradora contradictoria que admite dentro del “nosotras” diversas facciones y tendencias. De modo que en ellas también existen corrientes de opinión, sectas y partidos y, por lo tanto, discuten constantemente sobre el texto sagrado que es lo que estamos leyendo y lo que ellas consideran su obra maestra: el catálogo del museo del siglo XXI. De algún modo esa Biblia es espacio y es texto y no admite una única interpretación.
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Es probable entonces que encuentren su alma.
El problema es si uno cree que el alma existe o no. Depende de ellas a qué tipo de conclusiones llegarán respecto a lo que es el alma y cómo construir un alma artificial. Yo creo que la novela la tiene. Cuando ellas hablan se expresan espiritualmente, de modo que quizá ya cuentan con alma y no lo saben. Se expresan con un estilo entre la poesía de carácter religioso, son muy racionales, quieren analizar lo que ha ocurrido con un lenguaje más algorítmico. El reto era crear un estilo que no fuera el mío sino el de ellas y que estuviera entre lo humano y lo poshumano.
Escribe en “Membrana”: “El fuego no solo les sirvió para cocinar o para iluminarse, también empezaron a prender prados y bosques, a cazar por incendio”, esa frase resume al ser humano, “el fuego” puede ser reemplazado por “las redes sociales”. ¿Cree que aprenderemos a usarlas?
Como la novela intenta demostrar, lo humano siempre ha sido tecno-humano. Ya está documentada la destrucción de tablillas a las pocas décadas de haber llegado a la escritura en Sumeria. Es decir, el libro desde siempre ha sido documento de explicación y de barbarie, como decía Walter Benjamin: “No hay documento de cultura que no lo sea al tiempo de barbarie”. Esta sentencia incendiaria es así para el fuego: cocinar, calentarse, contar historias, crear comunidad, familia o quemar australopitecos. Yo creo que esa dimensión esquizofrénica de la relación del hombre con la tecnología es una constante y las redes sociales ya tienen esas dos dimensiones. Amistad, odio, polarización, negocio y esa suerte de bipolaridad es irremediable.
¿Los algoritmos serán capaces de tomar mejores decisiones que nosotros respecto al futuro de la humanidad?
La clave es el big data. Si existe suficiente información pueden tomar mejores decisiones, sin duda. Por ejemplo, a la hora de diagnosticar un cáncer la mirada del algoritmo es mejor analizando tomografías, radiografías, ecografías, etc. si tiene millones de diagnósticos detrás. En cambio, no lo serían en todo aquello que implica gestión de cuestiones no objetivables; por ejemplo, a la hora de conceder un crédito o en la selección de personal. De modo que en las próximas décadas el ser humano va a ser el editor, el controlador, el moderador de la inteligencia artificial, y los programadores tendrán que encontrar errores y sesgos para intentar corregirlos.
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¿“Membrana” puede seguir creciendo?
Imaginé las líneas del futuro a partir de un diagnóstico de cómo era el mundo en el 2019, que fue cuando escribí la novela. Pienso que algunas cuestiones que planteo no se podrán cumplir en tan pocos años, pero, por otro lado, y paradójicamente, hay elementos de Membrana que sitúo hacia 2050 y que llegaron en 2022. Todo lo que yo llamo el algoritmo catedral para generar lenguaje y traducir otros lenguajes, se parece mucho al GPT3, que es una realidad. De modo que hay aspectos que no ocurrirán mientras estemos vivos y otros que van a ocurrir seguramente antes. Por ejemplo, la hibridación, ya veremos qué ocurre con ella. Yo diría que otro de los temas fuertes de la novela es si la inteligencia artificial necesita o no necesita un cuerpo. Lo humano es corporal y hasta hace poco cuando las imaginábamos tenían un cuerpo: pienso en Terminator, en Matrix. En Membrana no hay cuerpos, no hay robots, ellas por un lado son abstractas, pura energía, pura circulación y tecnología, y por otro lado se hibridan con nosotros en simbiosis en nuestro cuerpo, pero lo que ocurre con esos cuerpos en la novela les lleva a entender que tal vez no lo necesitan. De modo que quizás lo poshumano es justamente lo incorpóreo.
¿Cree que en algún momento las redes sociales serán capaces de autocensurarse?
La moderación humana de Facebook probablemente sea un entrenamiento para los algoritmos, cuando haya habido 1.000 millones de decisiones humanas estará listo para que lo puedan hacer de un modo automatizado. Los nuevos programas de creación de imagen a partir de texto ya tienen criterios de sesgo y de alguna forma autocensura. Si se busca “mujer sexi desnuda en la playa”, ellas generan la imagen, la ponen en negro y dicen “contenido no adecuado”, es una protoautocensura. Yo creo que es verosímil que, en 80 años, teniendo en cuenta cómo son ahora los programas de inteligencia artificial, ellas sean capaces de producir textos de gran calidad poética, e incluso de ironía. Quizás humana u otra suerte de ironía que aún no podemos imaginar.
¿Será la poesía lo que no pueda escribir una inteligencia del futuro?
Desde que André Breton y los surrealistas liberaron la literatura de las ataduras de la razón y la sumergieron en el territorio del inconsciente y el subconsciente, desde que autores como Roberto Arlt comenzaron a trabajar en lo que conocemos como malas escrituras, la poesía ya no tiene unas normas estrictas. Yo creo que, como experimentación en nuevas formas de lenguaje, la inteligencia artificial tiene muchas herramientas y ahora mismo ya son capaces de escribir buenos versos aislados, aunque todavía no pueden crear discursos complejos. Hacen buenas oraciones, buenos párrafos, aunque no buenos textos, pero será cuestión de tiempo.
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