Urbano Ripoll junto a su esposa, Beatriz González.
Foto: Diego García-Moreno
Una mañana de 1959, Urbano Ripoll entró a los talleres de arquitectura de la Universidad de Los Andes. Allí se encontraba Rogelio Salmona y mientras hablaban de sus trabajos, una amistad se fue entablando. Ripoll estaba recién llegado de sus estudios de posgrado en Zurich, Suiza y, un año más tarde, comenzó a trabajar como dibujante en la oficina de Salmona.
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