Valeriano Lanchas, el canto del arte
El cantante lírico exhibe sus obras en público por primera vez en el marco de la Feria del Millón, que se inauguró el jueves 29 de septiembre y se realizará en la plaza de toros de Santamaría hasta el 2 de octubre.
Andrea Jaramillo Caro
“¡No le toques más, que así es la rosa!”, es el poema más corto de Juan Ramón Jiménez y es el verso que Valeriano Lanchas recita en su cabeza cuando sabe que terminó una obra. El bajo-barítono comenzó a pintar antes de que su voz se convirtiera en su herramienta principal de trabajo. Aunque es más conocido por su canto, que ha resonado en diferentes escenarios alrededor del mundo, su faceta de artista no es nueva, pues afirma que ha contado historias en el medio pictórico durante cuarenta años. Entre pájaros robot, concursos de equilibrismo y sombreros de animales, sus obras cuentan historias en acuarela, exhibidas ahora y por primera vez en el marco de la Feria del Millón.
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“¡No le toques más, que así es la rosa!”, es el poema más corto de Juan Ramón Jiménez y es el verso que Valeriano Lanchas recita en su cabeza cuando sabe que terminó una obra. El bajo-barítono comenzó a pintar antes de que su voz se convirtiera en su herramienta principal de trabajo. Aunque es más conocido por su canto, que ha resonado en diferentes escenarios alrededor del mundo, su faceta de artista no es nueva, pues afirma que ha contado historias en el medio pictórico durante cuarenta años. Entre pájaros robot, concursos de equilibrismo y sombreros de animales, sus obras cuentan historias en acuarela, exhibidas ahora y por primera vez en el marco de la Feria del Millón.
La practicidad es clave para poder desarrollar sus trabajos, que no son lienzos de gran formato, sino piezas en reducidos espacios, realizadas en tinta, acuarela y acrílico.
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Los materiales deben ser aptos para viajar con él y permitirle pintar y crear dondequiera que esté. Aquellos que cargue con él en sus viajes no deben chocar con sus partituras o elementos en sus maletas. Sus obras “siempre son técnica mixta, porque al haberlo hecho para mí tanto tiempo, hago lo que quiero, aunque suene agresivo. Pero es más amoroso que agresivo, porque es realmente una libertad que me he podido dar, nunca he tenido miedo de ser rechazado con lo que pinto”.
Cada una de sus obras parte de un constante proceso de observación e imaginación que está intrínsecamente ligado a la emoción no desbordada, a través del cual siempre está contando una historia, sea en una serie o en una obra individual. Algunas de ellas, como los pájaros robot, nacieron del gusto de Lanchas por “las máquinas y me encanta inventar máquinas. Yo no soy ingeniero ni mucho menos, pero me encanta inventar máquinas y que parezcan una máquina y me encanta mezclar la naturaleza con las máquinas. Entonces empecé a pintar un pájaro totalmente intervenido. Me inventé una historia de unos que han sido atropellados por los espejos de un carro y un médico se enamoró del caso de un médico cibernético y entonces los rehabilita. Pero después se volvió loco, entonces él mismo empezó a atropellar a los pájaros con su propio carro para rehabilitarlos. Entonces empezó a ser perseguido por la justicia. Esa es la historia, la historia de los pájaros robot”.
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Por su parte, la serie del Liceo Diego Acedo cuenta la historia del “colegio donde yo hubiera querido estudiar. Donde pasaban cosas absurdas. Yo amo mi colegio, Reyes Católicos, lo amo con toda mi alma y allá tenía mucha libertad para la imaginación y hacer cosas. Teníamos mucha libertad con eso, entonces esto es como una como un homenaje a mi colegio Reyes Católicos. Se llama Liceo Diego de Acedo, donde pasan cosas absurdas como los concursos de equilibrismo, donde estos niños tienen unas cosas que no tendrían en la vida real. Por ejemplo, el del concurso de sombreros con forma de animal, que ellos ganan en segundo puesto en un concurso intercolegios, entonces de ahí viene la historia del colegio. Todo va creciendo de imágenes y de un momento y se vuelven una serie, si a mí me gusta”.
La pasión por la pintura y el dibujo surgió durante su infancia, cuando pintaba con sus manos rodeado de sus hermanos, personas cuyos pies salían de sus cabezas. El cantante lírico recuerda que “eso, la pintura, estuvo presente antes de poder escribir, uno pinta para expresarse como una especie de hombre primitivo. Yo veo dibujos míos de muy niño, de mi hermana, mi hermano, y realmente lo que estamos es tratando de expresar algo que no podemos hacer escribiendo porque no sabíamos, entonces lo hacíamos como hacían los hombres primitivos en las cuevas. Es el puro mismo proceso del hombre primitivo”.
Hoy en día su proceso es más largo y pensado. Detrás de varias de sus obras se esconde una observación y varios bocetos que guarda en un diario que tiene desde los 17 años, en el cual su visión se va configurando hasta tenerla clara y pasar al medio final. Para pintar, Valeriano Lanchas se tiende en el suelo. No le gusta pintar al aire libre. Su obra parte de un detalle y deja que la historia que crea lo lleve a la imagen final. Le gusta colgar sus obras frente a su cama “para verlas cuando me levanto o sentarme a verlas de lejos. Esto cambia mi perspectiva, porque yo canto como me gustaría oírme y yo pinto lo que me gustaría ver, entonces cuando está a la mitad un cuadro, un dibujo, simplemente lo cuelgo frente a mí, me echo y lo miro y después me paro a pintar lo que me gustaría ver”.
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Para él, pintar siempre es un momento de concentración y alegría, al igual que lo son los momentos en los que alza su voz para cantar. “Yo no me estreso pintando, sino todo lo contrario. No es que no lo haga en serio, sino que realmente es un momento de felicidad. Bueno, realmente el canto también es un momento de felicidad que tiene un trabajo anterior y un trabajo en el momento, pero en alegría, siempre en alegría. A mí la ópera y el canto me han enseñado que la energía que tú das en el escenario es la que percibe el público y por eso o quiere salir corriendo o quiere realmente oírte cuando tú le estás dando ese tipo de energía. Y yo creo que los dibujos y los cuadros también te devuelven un poco la energía del momento en que se pintaron”.
Aunque el canto le ha enseñado lecciones que aplica en su arte, nunca ha llegado a pintar una obra en la que cuente alguna historia que se desprenda de su oficio como cantante. “Es como un mundo totalmente paralelo. Ha sido muy rico que no tenga nada que ver con la ópera, porque estoy muy satisfecho con él y cuando salgo de ahí puedo pasar a otros mundos como los robots”.
Pero más allá de separar sus mundos, Lanchas afirma que el mundo de la ópera le ha enseñado a enfocarse en el detalle e “ir cosa por cosa. Cuando estudio una ópera es como cuando hago un dibujo, mi universo es un compás después de una partitura que es así de gorda, el universo tiene que ser ese compás para que yo lo pueda interiorizar y lo pueda estudiar y me lo pueda aprender. El universo es cada detalle para que pueda haber un todo que uno pueda pensar en todo y no ir como un loco, porque no quedaría así”.
Una de las historias favoritas del cantante está retratada en una de las obras expuestas: la de los tres cerditos. El cantante considera que esta es una historia que deberían enseñar bien en los colegios, debido a las lecciones de trabajo duro que enseña y que él ha aplicado a lo largo de su vida y carrera. El malvado, torpe y desconsiderado lobo feroz, el nombre que le dio a su dibujo, refleja en la estructura de las tres casas lo que aprendió de este cuento para niños. “La idea de las tres casas hechas en técnicas diferentes siempre me pareció fabulosa, el hecho de que aquí la casa del que sí construyó es totalmente rococó, detallista, y las otras sean chozas construidas en troncos de árboles, me parece que estéticamente da para mucho. El cerdito que si se puso a hacer su casa con cuidado de todo y construyó su casa y el que se puso a hacer lo mínimo para echarse por perezoso. Yo creo que eso es una enseñanza de la vida importantísimo de trabajar por las cosas todos los días, ser como el cerdito que está en el dibujo despreocupado porque hizo un buen trabajo”.
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Las influencias artísticas de Lanchas van desde Picasso hasta Jean Michel Basquiat, “porque él hacía lo que se le daba. Eso a mí me parece genial del arte y yo trato de hacer un Basquiat más detallista y de una manera diferente, pero yo creo que tengo los mismos estudios de arte que tenía Basquiat, o sea ninguno”.
El legado de su obra es algo en lo que piensa constantemente y lo asocia con la ópera que actualmente estudia: El mesías, de George Haendel. El compositor no dejó instrucciones para su interpretación, pues pensó que solo iba a presentarse dos meses y que ese sería el fin. A pesar de que es una de las óperas más interpretadas actualmente, “a los directores de orquesta les toca tomar decisiones propias desde el primer compás del mesías de Haendel para que pueda funcionar. Yo sí suelo pensar en que lo que hago llegue a un futuro. No sé cómo va a llegar, pero si quiero que llegue a ese futuro”.
Mientras Valeriano Lanchas continúa llenando teatros con su voz e interpretando diferentes papeles, seguirá pintando y creando arte. Porque “para mí, es el arte es la manera que tenemos los seres humanos de expresar los peores abismos del alma de una manera estética y bonita. Es como una especie de alquimia, convertir la mierda en merengue, aunque suene un poco crudo, pero esa es la idea del arte”.
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