Vasili Grossman: Vida y destino 

Así se titula la estremecedora y descomunal novela de Vasili Grossman. Sobrepasa las mil páginas. El registro poético del decir de las dos palabras del título se reitera en forma ininterrumpida, magistralmente dosificado, para coligar los contextos histórico-sociales con la dimensión existencial de los protagonistas.

Raymundo Gomezcásseres
14 de octubre de 2018 - 08:59 p. m.
Vasili Grossman, quien trabajó como reportero en el sitio de Stalingrado, y luego escribió varias novelas sobre sus experiencias, entre ellas, Vida y destino.  / EFE
Vasili Grossman, quien trabajó como reportero en el sitio de Stalingrado, y luego escribió varias novelas sobre sus experiencias, entre ellas, Vida y destino. / EFE

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En la breve nota de contraportada se dice que Vida y destino “resiste –si no supera- la comparación con otras obras maestras como Guerra y paz o Doctor Zhivago”. Comparto totalmente ese criterio. No son muchos los rasgos que determinan la universalidad de un texto literario pero para que esta se dé, debe poseerlos todos. Si falta uno solo, cojea, no alcanza esa cima, y mucho menos su opuesto: la sima. Mencionaré algunos visibles en Vida y destino. Primero: la poesía de su prosa. Una cosa es la mal llamada prosa poética (que nunca ha existido) y otra lo que suscribo: poesía de la prosa. El relato de Vasili Grossman no es ‘poético’: es poesía; incluso en los momentos más prosaicos. Si a eso se agrega la articulación de dicho insumo con otro de los que definen el valor universal de la buena literatura (el interés humano), se consolida el aserto crítico de ‘resistir’ y ‘superar’ la comparación con otras obras maestras. El tercero es su capacidad de mostración de realidades que, habiendo permanecido ocultas, se des-velan, emergen transformadas en verdad poética, y como tal más vigorosa que cualesquier otra, sea política, histórica, social, etc.

El contexto general de la novela es la batalla de Stalingrado vista desde (y en) sus intimidades menudas. Recuérdese que Grossman fue corresponsal de guerra en ese infierno. Pero eso es apenas la punta del iceberg. La verdad es que la confrontación que decidió el resultado final de la segunda guerra mundial, si bien es cierto constituye el insumo básico ficcional, también funge como pretexto para recurrir a formas narrativas paralelísticas que articulan los eventos de la historia real con la ficción pura. Tal el caso de los procesos de Moscú (1937) durante los cuales la plana mayor de la dirigencia de la revolución rusa, los lugartenientes de Lenin, se fueron declarando públicamente como traidores, espías del fascismo… ¡desde los gloriosos inicios de la gesta revolucionaria!, aceptando sumisos sus condenas a muerte, prisión, o destitución. Entre otros, Bujarin, Zinoviev, Kámenev, Ríkov… A lo anterior agréguese la develación hecha por Grossman de las refinadas torturas físicas y sicológicas del régimen estalinista, así como de la manipulación de la conducta, encaminadas a fortalecer el dominio totalitario con métodos que envidiarían los mismos nazis. En dicho contexto merece mención especial lo atinente a la vigilancia y el control de los científicos encargados de la investigación para fabricar la bomba atómica, con la cual, afortunadamente, no contó Stalin como arma de guerra. Pero tal vez la más escalofriante dimensión de Vida y destino es la denuncia de la existencia de los campos de exterminio. El ‘Infierno’ de Dante es una graciosa charada al lado de lo revelado por Grossman. No olvidar que fue el primero en dar cuenta del horror de los campos de concentración. De no ser por la economía que reclama este tipo de reflexiones, valdría la pena transcribir algún aparte de la novela dedicado a este tópico. Sin embargo lo mejor es que quien desee sumergirse en eso ‘siniestro’, la lea. En este sentido no resulta nada exagerado afirmar que la información que puede hallarse sobre dicho asunto en los textos históricos, sociales, periodísticos, o en el cine, queda opacada (a pesar de la crudeza que puedan tener), frente a la mostración que hace Grossman de esa tragedia, recurriendo a la ficción literaria. Son sobrecogedoras sus descripciones de los medios de transporte, del funcionamiento administrativo, de la arquitectura, y la tecnología de punta utilizada para activar la maquinaria (cámaras de gas, hornos crematorios) genocida de la industria de muerte establecida por los nazis. Los registros con que Grossman re-une la realidad extraestética, con lo literario propiamente dicho, desdibujan, hasta hacerla desaparecer, la diferencia entre texto y contexto, para instaurar como resultado artístico, una conjunción que recupera la calidad de un mundo original des-ocultándola, apareciéndola con toda su sordidez sicalíptica, escatológica. Así se desmontan las mentiras de la historia y la política, de las ideologías, que en la novela, son desplazadas por la más sólida de las certezas: la verdad poética. En estos términos, la discusión entre textualistas y contextualistas, encaminada a definir el sentido de ‘lo’ literario, se reduce a una controversia semántica insulsa. En vida y destino el relato es contexto y viceversa, porque lo histórico no es simplemente historial (acontecer humano), sino que adviene en evento literario trascendiendo la opacidad de lo objetivo inmediato. Insumos tales como sucesos, personajes, lugares, se desmaterializan, espiritualizándose en una visión de mundo propuesta con una trama y un argumento impecables que arman una cifra que los lectores deben des-cifrar. Los alemanes tienen una hermosa expresión para lo que trato de decir: visión de mundo, de la existencia (Weltanschauung). En esa singular propuesta de sentido de lo histórico, lo colectivo y lo individual se determinan recíprocamente. Resulta regocijante ver como en Vida y destino se reivindica la fuerza de la individuación, aunque para ello se apele al procedimiento del llamado silencio narrativo. La solución de las interacciones personales (vínculos afectivos, dependencias emocionales); el conflicto individuo-autoridad (propiedad privada-colectivización; ciencia-poder político), son resueltos en la narración con los puntos suspensivos de lo infirme, de la ambigüedad, del episodio abierto. Pero se trata de situaciones diegéticas cuyo registro existencial, conduce a interpretaciones positivas: el triunfo de la libertad, de la verdad, del valor y la dignidad… a pesar de la aplastante fuerza de los dicterios y ucases del nuevo zar (Stalin). Lo anterior prevalece rebasando las frecuentes marcas de pesimismo que impregnan el relato. Van algunas muy breves.   

El más terrible de los sentimientos (…) es un secreto del alma, y el alma, aunque lo desee fervientemente, no puede desvelar su secreto. El hombre lleva consigo el sentido de su vida y no puede compartirlo con nadie. El milagro del individuo particular en cuya conciencia, e inconciencia acumula todo lo que ha habido de bueno, malo, divertido, agradable, vergonzoso, triste, tímido, tierno, sorprendente, desde la infancia hasta la vejez, está fusionado en ese sentimiento único, mudo, secreto de su vida única.

Otra: La libertad consiste en el carácter irrepetible, único del alma de cada vida particular.

Una más: …las almas más puras están siempre e inevitablemente abocadas a la duda. El mundo está dominado por hombres de escasas luces convencidos firmemente de su razón. Las naturalezas superiores no dirigen los estados, no toman grandes decisiones.

Y esta que parece complementar la anterior: Los hombre que velan por el bien de la humanidad son impotentes para reducir el mal en la tierra.

Vida y destino se publicó dieciséis años después de la muerte de Grossman (ocurrida en 1964), rompiendo el bloqueo impuesto por Jruschov, el hombre que según testimonios muy confiables, bailaba kalinka para divertir a Stalin.

Por Raymundo Gomezcásseres

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