Velia Vidal, la mujer que hizo del Chocó su lugar en el mundo
La fundadora y directora de la Corporacion Educativa y Cultural Motete fue la única colombiana incluida dentro la lista de las 100 mujeres influyentes e inspiradoras, que cada año publica la BBC.
Danelys Vega Cardozo
En el Pacífico, entre mar y selva, se encuentra un municipio que ha sido cuna de negros, indígenas y mestizos: Bahía Solano (Chocó), así le dicen. Fue allí, precisamente, en donde nació Velia Vidal. Los años fueron pasando y, al tiempo que iba creciendo, un anhelo en su interior se iba despertando: abandonar su departamento, pues deseaba trasladarse a un lugar en donde tuviera mejores oportunidades, porque ella creció en lo que algunos quizá llamarían un paraíso, pero en medio de ese paraíso también hay problemas como la pobreza (en 2019, la pobreza multidimensional en Chocó era del 46,3 %, según el DANE) y la falta de garantías a derechos como la salud y la educación. Entonces, un día decidió partir con su madre a Cali. Ahora, ya no tenía que ir hasta un pozo a buscar agua. “En el Chocó decimos, con mucha frecuencia, que no se rinde el que nació en donde hay que luchar por todo”.
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En el Pacífico, entre mar y selva, se encuentra un municipio que ha sido cuna de negros, indígenas y mestizos: Bahía Solano (Chocó), así le dicen. Fue allí, precisamente, en donde nació Velia Vidal. Los años fueron pasando y, al tiempo que iba creciendo, un anhelo en su interior se iba despertando: abandonar su departamento, pues deseaba trasladarse a un lugar en donde tuviera mejores oportunidades, porque ella creció en lo que algunos quizá llamarían un paraíso, pero en medio de ese paraíso también hay problemas como la pobreza (en 2019, la pobreza multidimensional en Chocó era del 46,3 %, según el DANE) y la falta de garantías a derechos como la salud y la educación. Entonces, un día decidió partir con su madre a Cali. Ahora, ya no tenía que ir hasta un pozo a buscar agua. “En el Chocó decimos, con mucha frecuencia, que no se rinde el que nació en donde hay que luchar por todo”.
Y ella ha luchado, porque tiempo después se fue a vivir a Medellín y estudió Comunicación Social. Su camino académico no culminó ahí: hizo dos maestrías, una de ellas en Promoción de Lectura y Literatura Infantil y Juvenil. Aquella elección estaba ligada a una de las pasiones que había cultivado desde pequeña: los libros y la lectura. Ya inmersa en ese mundo de palabras también se fue encaminando hacia la escritura. Durante su recorrido ha tenido espacio para la investigación y la gestión cultural. Esta última se ve reflejada en su corporación educativa y cultural: Motete. Desde allí se ha dedicado a la promoción de la lectura, “al desarrollo del pensamiento crítico, autónomo y creativo para el ejercicio de ciudadanías activas” en el Chocó. Entonces, ahora los niños de este territorio cuentan con espacios gratuitos de lectura, con librerías como Cocorobé, en donde pueden tener un acercamiento, entre otras cosas, con la ancestralidad afro. “Un libro sirve para que los niños imaginen que otro mundo es posible”.
Si algo tiene claro es que el Chocó es su lugar en el mundo. Por eso, retornó a Bahía Solano desde hace un par de años, lo que le permite estar en contacto frecuente con uno de sus lugares amados: el mar. “Soy justamente como el Pacífico: tengo esa manía de estar en calma y, de repente, armar una olas grandes y fuertes que golpean y cambian al final el paisaje”, relata en su libro Aguas de estuario, compuesto por cartas personales que dan cuenta de esa nueva vida que eligió residiendo de nuevo en la tierra que un día dejó atrás, pero de la que quizá nunca se desprendió.
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Aguas de estuario no es su única obra, porque también es autora, junto con Laura Acero, de Entre páramo y estuario, en donde quedó consignada una conversación que tuvieron en Bahía Solano sobre el derecho a la lectura en el marco de la Fiesta de la Lectura y Escritura del Chocó. Oír somos río es otro de sus libros, esos que dicen son comida para el alma. La escritura también ha sido un vehículo para combatir las ideas racistas, que dice siguen presentes en nuestro país y necesitamos aceptar para ir desvaneciéndolas, porque, como dijo en un congreso, “cuando cambia la norma no necesariamente cambian las ideas”. En enero estuvo participando en Hay Festival con un cuento llamado “Alabao”. Entonces, algunos periodistas se sorprendieron porque pensaban que iba a cantar. “Qué más se podía pensar, lo raro es que estuviera escribiendo ahí”.
Por eso, a través de sus columnas en Cambio también ha defendido su cultura afro y ha luchado contra el racismo. “Con el tiempo he ido descubriendo que la felicidad es eso: poder sentirme tranquila, librarme de los pendientes en la vida, incluso de los sueños aplazados”.