“Verdades a medias”, una novela sobre novelas
Una aproximación a la novela “Verdades a medias”, de Mónica Acebedo, escritora y autora de la columna publicada en este diario: “La jácara literaria”.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Mónica Acebedo terminó su bachillerato en Suiza. A pesar de que su colegio era “literario” o se enfocaba en estos asuntos, nadie se sentó a explicarle que el oficio del escritor existía, que había personas que se dedicaban a eso. No se lo imaginaba de los existencialistas que tenía que leer por mandato académico, ni de las personas que se pasaban horas en cafés, bibliotecas o estudios, juntando palabras y convirtiendo lo percibido en ideas. Lo que sí le dijeron es que estudiando derecho, debía leer y leer y leer. Pensó que si esa era una profesión y para desempañarla ese era su requisito, la elegiría para dedicarle la vida. Y así lo hizo. Y el derecho le gustó, así que no tuvo que arrepentirse de su decisión ni de su enfoque durante tantos años. Total, de la literatura jamás se desprendió: su maestría y doctorado fueron sobre los libros y la escritura y la lectura.
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Mónica Acebedo terminó su bachillerato en Suiza. A pesar de que su colegio era “literario” o se enfocaba en estos asuntos, nadie se sentó a explicarle que el oficio del escritor existía, que había personas que se dedicaban a eso. No se lo imaginaba de los existencialistas que tenía que leer por mandato académico, ni de las personas que se pasaban horas en cafés, bibliotecas o estudios, juntando palabras y convirtiendo lo percibido en ideas. Lo que sí le dijeron es que estudiando derecho, debía leer y leer y leer. Pensó que si esa era una profesión y para desempañarla ese era su requisito, la elegiría para dedicarle la vida. Y así lo hizo. Y el derecho le gustó, así que no tuvo que arrepentirse de su decisión ni de su enfoque durante tantos años. Total, de la literatura jamás se desprendió: su maestría y doctorado fueron sobre los libros y la escritura y la lectura.
La escritora Diana Ospina, autora del libro “Parece que Dios hubiera muerto”, y la directora de la editorial española La navaja suiza y autora de la novela “Averno verano”, presentaron “Verdades a medias”, de Mónica Acebedo, quien también es la autora de la columna La jácara literaria, que se publica todas las semanas en el Magazín Cultural de El Espectador, y que a partir de obras literarias que han sido referentes de épocas y otros escritores, cuentan la historia de la literatura.
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Antes de publicar “Verdades a medias”, Acebedo ya había publicado las novelas juveniles “El niño de barro” y “El enigma del amuleto”. También el libro álbum infantil “Perejil”, que cuenta la historia de un conejo que se cansa de ser un conejo común: “A mí me da pena con los personajes. Cuando los armo, cobran vida propia y siento que me reclaman por las bobadas que escribo y lo que les pongo a hacer. Y eso fue lo que le pasó a Perejíl: se rebeló”, contó.
“Verdades a medias” cuenta la historia de Tobías Schneider, un reconocido autor que decide escribirle un detallado relato a su esposa, la editora Georgina Schneider-Koslov. Esta es la manera para explicarle a ella y para decirse a sí mismo por qué han llegado a una crisis matrimonial. Estos sucesos, teñidos por la literatura, no siempre resultan bien revelados, y parece que la ficción no es la mejor manera de explicar una realidad que los rebasa por completo. En esta obra de Mónica Acebedo, se ponen en juego tanto las emociones como las presuntas verdades que Tobías intenta transmitir en clave de novela. A partir de un juego metaliterario, el autor-personaje no solo describe los detalles de sus reencuentros con la bailarina Camila Dalero, sino que también recoge fragmentos de otras novelas que ha escrito y que dan cuenta de quién es él, quién es ella y por qué sus vidas están irremediablemente entrelazadas.
Durante la presentación, la escritora dijo que esta es una novela de novelas. Que la primera que comenzó a escribir la llamó “Las tragedias de la bailarina”, pero que decidió guardarla durante un tiempo, y que la vida de esta bailarina, personaje que incluyó en “Verdades a medias”, dialogó con otros momentos y otras historias también incluidas en esta reciente publicación. Que hay muchos orígenes por cosas que le contaron personas cercanas y no tan cercanas. Que recorrió las calles de New York varias veces e identificó los sitios del ballet, el mundo de esta disciplina en esta ciudad, y que de allí salió la primera semilla. Que siempre le interesaron las historias de los hijos de las segundas generaciones de migrantes: no hablan el idioma de sus padres y sienten un hilo que, en ocasiones, ignoran. Que también fue muy cercana a Suiza y conoció su cultura, así como de Chile, y que por eso en la novela hay personajes españoles, chilenos, neoyorkinos, colombianos y suizos.
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“Me parece increíble que sea tu primera novela: es compleja en el mejor sentido de la palabra. Lograste montar un rompecabezas fantástico: cuando uno comienza a leer, cree que camina en terreno seguro, pero a medida que avanza, se da cuenta de que hay un reto por las distintas novelas dentro de la misma. Ese ejercicio literario es muy valioso. Cada pieza encaja con la precisión de un relojero suizo. En las primeras novelas se suelen notar mucho las costuras, los defectos. En este caso, no”, le dijo Bárbara Espinosa a Acebedo.
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Según Espinosa, muchas cosas la apasionaron sobre “Verdades a medias”: la riqueza de las voces narrativas. Para ella, se incorporaron personajes que terminaron mostrándose desde “prismas” muy distintos, además de lograr narrar cómo es que se van despojando de sus diferentes capas. Acebedo explicó que como esta es una novela en la que se insertan varias novelas, hay una escrita en segunda persona, por ejemplo. “En ‘Las tragedias de la bailarina’ trato de que haya una especie de omnisciencia que ve todo y lo cuenta desde arriba. Luego hay diferentes puntos de vista y técnicas narrativas”.
Pero además de que los personajes se presentan desde diversas dimensiones, comparten una preocupación o una pegunta: ¿qué es el amor? Para Acebedo, el amor es un desafío, una construcción diaria que decidió incluir en la novela. Se planteó la pregunta: ¿un escritor tiene derecho de usar la vida de los otros? Y se respondió que la literatura es un reflejo de la realidad. Recordó lo que alguna vez dijo Nietzsche: no hay hechos, solo interpretaciones. Y concluyó que el escritor es libre de interpretar lo que ha conocido, lo que para él fue su vida, su inspiración.
Acebedo, que siempre esperó el momento para dedicarse por completo a la literatura, destacó los libros “Las mil y una noches”, “Don Quijote de la Mancha”, “El conde de Montecristo” y “La señora Dalloway”, para explicar que, en términos de escritura y literatura, no hay una sola forma de narrar.
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