Victorine Meurent, más allá de la cara de Olympia
Es conocida por ser la modelo y musa del impresionista Edouard Manet. Fue la cara de la mujer desnuda que mira de reojo en la pintura, escandalosa en su momento, “El almuerzo sobre la hierba”, de 1863. Sin embargo, la historia de esta mujer ha sido reducida a las veces que posó para el pintor y en el olvido han quedado las pinturas que hicieron sus propias manos.
Andrea Jaramillo Caro
Cuando Victorine Meurent dio su último suspiro hace 95 años, el 17 de marzo de 1927, su cara ya era famosa. Sin embargo, no por las razones correctas se le dio reconocimiento. Durante años se le conoció como una prostituta, a pesar de que varias veces expuso sus propias obras en el Salón de París, del cual el mismo Manet fue rechazado en 1876.
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Cuando Victorine Meurent dio su último suspiro hace 95 años, el 17 de marzo de 1927, su cara ya era famosa. Sin embargo, no por las razones correctas se le dio reconocimiento. Durante años se le conoció como una prostituta, a pesar de que varias veces expuso sus propias obras en el Salón de París, del cual el mismo Manet fue rechazado en 1876.
Su pelo rojo y baja estatura le otorgaron el apodo de “la crevette” (el camarón) y cuenta la historia que Manet le pidió que modelara para el cuando ella tenía 18 años y salía de un café con su guitarra en mano. La historia de esta mujer va más allá de sus poses para diferentes artistas de la época, pues Meurent no fue solo una modelo y artista, también tenía talento con el violín y la guitarra.
Se sabe que nació en París el 18 de febrero de 1844, su madre trabajaba creando sombreros y su padre hacía patinas para cobre. A pesar de haber modelado durante una década para Manet, sus inicios se dieron en 1860 con el artista Thomas Couture y es posible que ella hubiera estudiado en su estudio de artes para mujeres. Pero la primera vez que Manet vio a su futura musa fue cuando ella salía de un café que, según los recuentos, era de dudosa reputación con su guitarra, pues se sabía que cantaba en los cafés que frecuentaban los intelectuales del momento y también dio clases de los dos instrumentos que tocaba.
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Su carrera como musa del impresionista comenzó con la pintura de 1862, “La cantante callejera”. Así se gestó una relación de once años que hizo la cara de Meurent conocida en todo París y dejó su reputación relegada a las especulaciones de quienes apreciaban su rostro en las creaciones revolucionarias del pintor.
“Escribiendo en la década de 1940, el biógrafo de Manet, Adolphe Tabarant, reconoció que Meurent expuso en el Salón, pero siguió siendo tan crítica de su vida privada como sus predecesores del siglo XIX. Escribió que a los 40 años ella era un desastre, que había estado vendiendo sus dibujos a sus “compañeros de la noche”, y había caído en el alcoholismo y la depravación, antes de desaparecer”, afirmó sobre ella el diario The Guardian citado por El Clarín.
Como cualquier otra mujer que accediera a que la retrataran desnuda y que su imagen fuera exhibida, la tildaron de mujerzuela y amante del impresionista. Por poco más de un siglo después de la muerte de Manet en 1883 se creyó que había muerto joven. Sin embargo, fue la historiadora de arte Eunice Lipton quien descubrió que la modelo y pintora había vivido hasta los 83 años.
A pesar de que en vida muchos reconocieron su importancia, no solo para Manet también para otros de sus contemporáneos, su imagen e impacto en la historia del arte fueron dejados en el pasado. Como escribió The Guardian en el 2008 “en el arte de los siglos XVIII y XIX, los desnudos femeninos eran muy apreciados, siempre que representaran diosas o figuras míticas” y Meurent no necesariamente encajaba en esas categorías. Sus poses más famosas se las dio a Manet en “Olympia” y “Almuerzo sobre la hierba”, ambas pintadas en 1863. En ambas oportunidades apareció desnuda, mirando directamente al espectador en un momento de confrontación y complicidad.
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No solo fue Manet o Couture quienes la pintaron, se sabe que también modeló para Edgar Degás y Alfred Stevens. Pero su relación con el impresionista duró hasta que ella decidió perseguir su ambición artística e, interesada por un estilo de pintura más académico, comenzó a estudiar con el retratista Étienne Leroy. Pero no fue su ambición lo que dio fin a esta relación, sino que el estilo de pintura que ella quería realizar era el mismo al que Manet se acérrimamente se opuso.
1875, el mismo año en que ella comenzó a estudiar con Leroy, Meurent logró ser aceptada en el Salón de París mientras que su antiguo compañero seguía siendo rechazado por el jurado. La modelo convertida en artista ahora exhibía sus obras en el lugar más codiciado y llegó a hacerlo en repetidas ocasiones, como en 1885 y 1904.
Pero posterior a la muerte de Manet y, a pesar de haber pedido a su viuda una paga que le había sido prometida y resultar ignorada, Meurent resolvió regresar al modelaje ahora para Norbert Goenuette y Henri Toulouse-Lautrec. Entró a la Sociedad de Artistas Franceses en 1903, por recomendación de Charles Hermann-Leon y Tony Robert-Fleury. A pesar de esta victoria, como escribió V R Main en The Guardian en 2008, “Meurent luchó por el reconocimiento y nunca tuvo el privilegio de una formación adecuada: las mujeres no fueron admitidas en los estudios de enseñanza hasta finales de la década de 1860. Sin embargo, era ambiciosa y económicamente independiente. En los años posteriores a Le Déjeuner y Olympia, uno de sus amantes fue Alfred Stevens, el pintor belga, pero en realidad nunca vivió con un hombre. Durante los últimos 20 años de su vida, compartió casa con Marie Dufour, profesora de piano, en Colombes, en las afueras de París”.
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Meurent vivió lejos de la cuidad en la que encontró éxito y prejuicios hasta el día de su muerte. Hasta el final la antigua modelo se identificó a sí misma como artista, como evidencia un censo de 1921, y su legado artístico no ha quedado en el olvido. Hoy las obras pintadas por Victorine Meurent cuelgan en el Museo de Bellas Artes de Boston y el Museo Municipal de Arte e Historia de Colombes y su historia, su rostro en las obras de otros y las suyas propias resaltan en el presente.