Vida y obra del pintor Guillermo Vélez Mejía
Eentravista con la editora Catherine Rendón. Su investigación para una maestría dio como resultado el libro “El gesto desnudo: Guillermo Vélez”, que obtuvo en 2023 el estímulo del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes para la publicación de un libro de arte. El libro es un “collage” de historias y un catálogo de las etapas de la creación de una obra pictórica de gran valor cultural, pero poco conocida en el país.
Daniel Ferreira
Nacido a mediados del siglo XX, Guillermo Vélez formaba parte de la generación de la rebeldía, el hipismo y las resistencias. ¿Cómo situar a Vélez en la estética nacional y cómo se integraba o chocaba esa personalidad rebelde en este país y en su tiempo?
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Nacido a mediados del siglo XX, Guillermo Vélez formaba parte de la generación de la rebeldía, el hipismo y las resistencias. ¿Cómo situar a Vélez en la estética nacional y cómo se integraba o chocaba esa personalidad rebelde en este país y en su tiempo?
Memo Vélez tuvo siempre una conciencia política muy marcada. Empezó desde su juventud como una influencia del momento social del país y devino porque fue líder estudiantil del último colegio en donde estudió en Armenia, que tenía una fuerte formación política. Esta formación luego se vio reforzada con su llegada a Manizales, en la época de los años 70. Un momento muy importante en el país y en la zona del Eje Cafetero porque en el arte, por ejemplo, se afianzó el nadaísmo y en el país se fundaron o consolidaron los partidos de izquierda. Se siente además la influencia del hipismo, de los movimientos de París 68 y de Tlatelolco, en México. De modo que los años 70 abrieron primero con manifestaciones estudiantiles y luego con manifestaciones populares que, por supuesto, fueron acalladas a sangre y fuego, desapariciones y cárcel. Todas las tensiones heredades, casi de cien años de existencia, explotaron en los 70, también en lo urbano. Vélez se formó y se movió en ese entorno y paradójicamente, aunque fue de Armenia a Manizales a estudiar Psicología, en noveno semestre dejó la universidad y siguió formándose en un pequeño taller del pintor manizalita Óscar Naranjo, al que luego dejó para conformar un taller de manera autodidacta. Podría decirse que esa relación de la conciencia política determinó muchos factores de su personalidad, entre ellos la rebeldía, la capacidad de expresar sin temor al rechazo y una especie de libertad de decir y crear. Y además, creo que ese carácter rebelde devino también en contraposición con su formación familiar, que del lado de su padre estuvo muy marcada por una autoridad severa. Su posición política posibilitó muchas relaciones, entre ellas entrar como líder de impresión a la Corporación Prográfica, que en su momento fue de los espacios para la gráfica seriada más importantes del país, pues permitió mover el arte dentro del país, pero también llevarlo a muchos otros lugares del mundo y, además, la Corporación ayudó a crear otros talleres en Puerto Rico y Cuba. En este período del desarrollo de la obra de Vélez, él conoció algo con lo que siempre peleó y con lo que, con el tiempo, se volvió mucho más radical y es la curaduría y las formas en las que circula el arte. En la estética nacional, Memo estaría vinculado al neoexpresionismo, aunque él siempre trató de tomar distancia de las clasificaciones, pues las consideraba reduccionistas y creía más bien que debería haber un convencimiento de transitar por distintos momentos y estilos, y uno lo nota en su obra: es un ir y venir por estilos, recursos, formas, personajes recurrentes y símbolos. Aunque lejano a esas nomenclaturas, que sirven más a quienes estudian el arte y su historia, Vélez decía que él era que un pintor formalista, o neoexpresionista, neofigurativo, transvanguardista, un pintor del Eje: Filandia-Armenia-Cali-Manizales-Aranzazu-Portugal. En esa autoclasificación Vélez siempre se situó en y desde sus montañas cafeteras.
Vélez tenía una vena literaria y especial predilección por la poesía. ¿Cómo organizó el archivo para dar predominancia a ese lirismo y cuáles fueron los períodos más activos o las etapas que pudo identificar de esa faceta de escritura en alguien que fue más conocido como pintor?
Memo Vélez vivió en Portugal durante siete años. La relación con ese país lo llevó a generar una cercanía con la obra de Fernando Pessoa y fue entonces cuando, antes de regresar a Colombia, empezó a pintar una serie de obras de cada uno de los heterónimos de Pessoa. Esa obra él la conservó con mucho cuidado y cada vez que la sacaba para mostrarla era como destapar un tesoro, porque además cada rostro tenía el nombre y algún verso correspondiente al heterónimo. Los últimos años antes de su ocultamiento, con Memo pensamos en sacar un libro solo de los heterónimos. Esto en continuidad con un proyecto que él siempre quiso hacer e intentó con muchas personas, pero siempre fue fallido por muchas circunstancias. Cuando Memo se ocultó, dos años después, decidí volver a ese proyecto, pero pronto me di cuenta de que ese proyecto no era suficiente, que más bien debía hacer un proyecto sobre toda la obra de Memo Vélez, algo así como una biografía o un libro de arte. Ya había trabajado con parte del archivo, había entrevistado a muchas personas y de repente, en un viaje a Colombia, porque todo esto fue desde la distancia, mientras estaba en México, fui a Ceculpa, que fue su Centro Cultural Patafísico, ubicado en Filandia, Quindío, me sumergí en el archivo y me llevé una tremenda sorpresa: es un archivo enorme y con una abundancia literaria que está concentrada en sus cartas. Cualquier cosa que yo podía decir sobre él estaba dicha en sus palabras y con una poética desbordante. Es cuando decidí transformar el libro y, además, me hice consciente de la patafísica, porque además empecé a leer sobre esta ciencia extraña. En ese momento el libro tomó vida propia y empecé a tomar decisiones de cómo estructurar el libro: un collage que tiene pretensiones particulares; es decir, patafísicas, y presenta un coro de voces que son como pinceladas que parecen desordenadas, pero van construyendo la vida de un pintor en casi todas sus facetas: escritor, poeta, cocinero, padre, amigo, etc.
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Entre las fuentes para este perfil de Guillermo Vélez hay algunos nombres de reconocidos artistas como Pedro Alcántara y Cristóbal Peláez, director del teatro Matacandelas. ¿Cómo se cruzaron esas personas con los caminos de Guillermo Vélez y de una manera general quiénes son las otras personas que participaron en este libro coral?
El encuentro con Pedro Alcántara y Cristóbal Peláez se dio en Cali, en los años 80, que fue el período más movido de Vélez por la exposición de su obra en el mundo. La historia con Pedro está dada por la cercanía al Partido Comunista y debido al Salón de los Rechazados en Manizales, que fue un evento liderado por varios artistas, entre los que estaba Vélez, para protestar contra la oficialidad de los salones regionales del arte, que aún seguían exponiendo obras del ámbito tradicional. En uno de esos eventos, Memo invitó a Pedro Alcántara como jurado, sin ser amigos aún, y la conexión llevó a Memo a trabajar en uno de los talleres de la época y podría decir de la historia del arte colombiano más importante: la Corporación Prográfica. Por esa misma época de Cali, apareció un joven teatrero a hospedarse en la casa de Memo: Cristóbal Peláez. La anécdota es hermosa porque define todo lo que es y fue Memo: un hombre con una sensibilidad extrema, que no contaré acá porque la encontrarán en el libro. Esa amistad o hermandad entre Vélez y Peláez se expandió desde entonces y el Matacandelas fue para Memo un referente del proyecto que siempre quiso hacer, además creó un vínculo creativo y enérgico del que ambas partes siempre se nutrieron. Y algo muy importante: fue por el Teatro Matacandelas que también Memo se hizo consciente de la patafísica, como un mundo al que Memo siempre perteneció. Fue como encontrar un lugar para quedarse.
Como Peláez y Alcántara aparecieron otros artistas de la imagen como las fotógrafas Mónika Herrán y Olga Lucía Jordán, los artistas João Prates, Guillermo Vallejo, Jorge Posada y Cosme Jaramillo. Pero también hay una pluralidad de voces que a coro cuentan su vida y el desarrollo de su obra: familiares, amigos, conocidos. Y también está el silencio de muchas voces que no aparecen en el libro, pero que cobran presencia también en su silencio.
Los testimonios de colegas, amigos y familiares parecen reafirmar los rasgos de la personalidad, pero también parecen controvertirlo. ¿Las voces se contradicen unas a otras?
En el diálogo con tantas personas noté algo: todas querían y tenían algo por contar. Se sentían dueñas de una historia en común con Memo de la que fueron parte en vida. Y eso fue muy lindo porque ayudó a reconstruir, a partir de un mismo hecho o historia, distintas miradas. Normalmente en estos ejercicios de investigación cada persona suelta opiniones, aseveraciones, juzgamientos e hipótesis de la vida de otros, porque la ven a la distancia, así hayan estado muy cerca. Y esto es complejo porque al respecto de los hechos y los momentos siempre vienen las dudas. Hay zonas de oscuridad en las vidas sobre las que estamos queriendo obtener una respuesta que no vamos a tener porque no la hay, pues esa fuente primaria ya no está para aclarar. En ese sentido, creo que también desde esa perspectiva decidí no hacer una biografía en todo el sentido de la palabra porque, aunque sea un género literario que me atrae, siento que la biografía como tal es una narrativa a una sola voz, es una invención creada a partir de unos hechos que descubrimos y que son opiniones. Y siento que haberlo hecho así, exponiendo una pluralidad de voces que se contradicen, se reafirman o reiteran se configuran también como una pintura, que desde donde se le mire da distintas ópticas. También tuve que hacer una selección y esa selección en sí misma fue arbitraria: me limité a hacer una línea de tiempo, que en el caso de Vélez se dio como desplazamiento por las ciudades en las que se movió y a las que siempre volvió y que van desde el desocultamiento al ocultamiento, que es como llama la patafísica el nacimiento y la muerte. Y esas pinceladas arman la relación para entender la obra en clave de la vida, que en el caso de Vélez creo que no se podría separar.
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Guillermo Vélez implementó varias estrategias de resistencia y supervivencia. ¿Es una obra que surgió en la privación material? ¿Qué fue el Club de los Cien?
Este Club viene inspirado de una alternativa de financiamiento que tenía el Centro Portugués de Serigrafía al que Memo fue muy cercano en su estancia en Portugal. El Club era un método de suscripción para que las personas fueran acreedoras de serigrafías de obras de varios artistas. Memo trasladó eso a Ceculpa y lo hizo tres veces como una forma de financiamiento del espacio y de sostenimiento propio. Consistía en conseguir 100 miembros, quienes compraban una obra en tamaño pequeño, que realmente no era tan pequeño y que luego, con la lotería xxx se rifaba un cuadro en tamaño grande. Esto era una locura porque Memo tuvo épocas en donde pintaba sin parar. Muchas de las “boletas” u obras que obtenían los 100 miembros estaban pintadas en madera del tamaño de 29 cm x 21 cm, que reproducían en menor o mayor medida sus recurrencias en las grandes obras que hizo en distintas épocas.
Guillermo Vélez expuso su obra pictórica en Cali, Manizales, Berlín oriental, Portugal, Cartagena y Armenia; pese a eso, a siete años de su “ocultamiento” solo con este libro empieza a dársele un lugar en el arte nacional. ¿Cuál es el estado actual de la obra de Guillermo Vélez? ¿Está reunida o dispersa?
La obra de Vélez es muy numerosa. Hay muchas obras que solo encontré en diapositivas y no se tiene idea de quién las tiene ni dónde están. Hay otras tantas que están en las casas de sus amigos, muchos de ellos que fueron siempre sus compradores. Hay mucha obra también en Portugal, en el Centro Portugués de Serigrafía. Sin embargo, una gran parte de su obra, la que aparece en el libro, estaba hasta hace muy poco en un solo lugar: Ceculpa, en Filandia, Quindío. Entiendo que continuar con el proyecto de Ceculpa implicaba para muchas personas una decisión de vida y en este momento Ceculpa, como el espacio que fue, ya no existe. La obra sí está reunida en un solo lugar, conservada y en buen estado; sin embargo, carece de ojos que la puedan ver. Se necesita un museo, una casa o el apoyo de alguna entidad que haga algo con la obra de Vélez.
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¿Qué desafío implica editar un libro artístico de gran formato y promoverlo en Colombia? ¿Puede adelantar algo de la estrategia de circulación y cómo pueden los interesados adquirir esta obra?
Terminé el libro en su primera versión en 2021 y su primera edición en un tiraje corto sale en 2023 con Corónica Editorial y después saldrá en coedición con la editorial Universidad Veracruzana de México. Esos dos años fueron tiempo de reposo para volver a cosas que necesitaban transformarse, que no fueron tantas realmente. Varios editores a los que acudí decían que el libro no podía hacerse con esas características físicas porque sería muy costoso. No descarté el gran formato que tiene porque cada decisión material y gráfica fue sustentada; es decir, cada decisión tiene una justificación enmarcada en un concepto editorial y hace honor a la envergadura de la obra de Vélez. Así que estuve gestionando, encendiendo una vela todos los días a Memo y a doña Yolanda, su madre, como solía hacer él, para que el libro viera la luz cuando tenía que ser y resultó ser este año, por un estímulo del Ministerio de las Culturas, con las características como fueron planeadas. El gran desafío parecía hacerlo después de trabajar con el archivo, luego parecía ser producirlo y resultó gracias a la beca. Ahora mismo, podría decir que otro desafío es que circule. Mi apuesta es distribuirlo de varias formas. Estará en librerías amigas y se retomará el modelo del Club de los Cien, mediante preventa, a quienes serán los primeros compradores. El libro estará en preventa del 1.° de noviembre al 1.° de diciembre. Las personas que deseen entrar al Club de los Cien encontrarán que contiene además unas postales de obras que no están en el libro e irán en un sobre especial, rememorando esos sobres en los que Memo enviaba sus cartas, pero lo más lindo es que el sobre trae una impresión con un grabado, matriz original de Vélez que encontré en Ceculpa, que es de los años 80, y la impresión de este grabado en el sobre la hace una gran amiga, artista bogotana, La Pifia, en su taller Copetón. El método para adquirir el libro en preventa es transferir a una cuenta cuya información está en www.revistacoronica.com y diligenciar allí mismo el formulario para que llegue a sus casas y puedan disfrutarlo. Luego haremos varias presentaciones en Armenia, Manizales, Cali, Medellín y Bogotá, y a partir del 3 de diciembre estará en las librerías amigas.