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                                                                                                                                Voltaire: las primeras ideas de la Revolución Francesa (Orígenes II)

                                                                                                                                Un viaje a Inglaterra luego de haber sido liberado de prisión, y el conocimiento que tuvo de los trabajos e ideas de Isaac Newton y John Locke y de la sociedad inglesa en general, fueron dándoles forma al pensamiento y a la obra de un hombre que no dejó de enfrentarse a lo que le parecía vano e injusto, y a los personajes que encarnaban esas características. Segunda entrega de la serie de Orígenes.

                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                Editor de Cultura
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                                                                                                                                Foto: Getty Images - Photos.com
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Sus logros y títulos fueron casi que infinitos. En síntesis, su obra fue la que marcó varias de las grandes diferencias de la humanidad, condensada en su libro “Principios Matemáticos de Filosofía Natural (Principia). Allí, esbozó su teoría sobre la ley de la gravedad, que según la leyenda, comenzó a forjar en la granja de su familia de Lincolnshire, una mañana de 1666, cuando estaba mirando hacia la nada, y de un árbol que se atravesó en su vista y en sus pensamientos cayó una manzana. Unos días más tarde, cuando enunció su descubrimiento y lo condensó en que dos cuerpos se atraían con una fuerza proporcional a sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separaba, el árbol de su granja fue objeto de diversos rituales y oraciones.

                                                                                                                                En 1820, empezó a morir. Las autoridades del pueblo y algunos de los numerosos seguidores de Newton decidieron entonces cortarlo en pedazos y cuidar aquellos trozos. Hacía 93 años que Newton había muerto: falleció el 31 de marzo de 1727 en Kensington, Londres. Sin embargo, su nombre y su imagen cada día eran más grandes, más valiosos e importantes. Voltaire había alcanzado a percibir algunos de los signos que volverían a Newton inmortal, y tomó de él, de su vida y de su obra lo que pudo, más allá de que apenas hubiera estado en Inglaterra tres años. Sus “Cartas filosóficas”, publicadas seis años después de la muerte de Newton, estaban regadas de principio a fin por su espíritu y el de los ingleses.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                La corona francesa, en una clara muestra de lo que Voltaire criticaba en sus cartas, mandó a recoger el libro y a quemar las versiones que encontró, pues las consideró “escandalosas”, contrarias a la religión, irrespetuosas con ella y con Francia, con la moral general del pueblo y de las cortes y con los poderes establecidos. Una vez más, Voltaire era simplemente François-Marie Arouet, un hombre de la calle que padecía del tratamiento que los nobles le daban a la gente del pueblo, pero que con sus letras y su voz luchaba contra ello y contra ellos. Sus “Cartas” fueron reimpresas en imprentas ilegales una y otra vez, y traducidas, también por debajo de la ley, al inglés, al alemán, al italiano y al español.

                                                                                                                                Con su estilo irónico, Voltaire empezó a darles vuelta a las verdades de su tiempo. Escribió sobre el comercio, por ejemplo, y dijo: “Cuando Luis XIV hacía temblar a Italia y sus ejércitos, ya dueños de la Saboya y el Piamonte, estaban preparados para tomar Turín, fue preciso que el príncipe Eugenio marchase desde el corazón de Alemania en socorro del Duque de Saboya; no tenía dinero, sin el cual no se toman ni se defienden las ciudades; recurrió a los mercaderes ingleses; en media hora le prestaron cincuenta millones. Con eso liberó Turín, venció a los franceses y escribió a los que le habían prestado esa suma este billetito: ‘Señores, he recibido vuestro dinero y me honro de haberlo empleado a vuestra satisfacción’”.

                                                                                                                                Voltaire, autor de "Cándido o el optimismo", nació en París en 1694 y murió en 1778. Dejó una obra tan variada como polémica, que incluso lo envió a la prisión de la Bastilla y al exilio.
                                                                                                                                Foto: Getty Images - Photos.com
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Sus logros y títulos fueron casi que infinitos. En síntesis, su obra fue la que marcó varias de las grandes diferencias de la humanidad, condensada en su libro “Principios Matemáticos de Filosofía Natural (Principia). Allí, esbozó su teoría sobre la ley de la gravedad, que según la leyenda, comenzó a forjar en la granja de su familia de Lincolnshire, una mañana de 1666, cuando estaba mirando hacia la nada, y de un árbol que se atravesó en su vista y en sus pensamientos cayó una manzana. Unos días más tarde, cuando enunció su descubrimiento y lo condensó en que dos cuerpos se atraían con una fuerza proporcional a sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separaba, el árbol de su granja fue objeto de diversos rituales y oraciones.

                                                                                                                                En 1820, empezó a morir. Las autoridades del pueblo y algunos de los numerosos seguidores de Newton decidieron entonces cortarlo en pedazos y cuidar aquellos trozos. Hacía 93 años que Newton había muerto: falleció el 31 de marzo de 1727 en Kensington, Londres. Sin embargo, su nombre y su imagen cada día eran más grandes, más valiosos e importantes. Voltaire había alcanzado a percibir algunos de los signos que volverían a Newton inmortal, y tomó de él, de su vida y de su obra lo que pudo, más allá de que apenas hubiera estado en Inglaterra tres años. Sus “Cartas filosóficas”, publicadas seis años después de la muerte de Newton, estaban regadas de principio a fin por su espíritu y el de los ingleses.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                La corona francesa, en una clara muestra de lo que Voltaire criticaba en sus cartas, mandó a recoger el libro y a quemar las versiones que encontró, pues las consideró “escandalosas”, contrarias a la religión, irrespetuosas con ella y con Francia, con la moral general del pueblo y de las cortes y con los poderes establecidos. Una vez más, Voltaire era simplemente François-Marie Arouet, un hombre de la calle que padecía del tratamiento que los nobles le daban a la gente del pueblo, pero que con sus letras y su voz luchaba contra ello y contra ellos. Sus “Cartas” fueron reimpresas en imprentas ilegales una y otra vez, y traducidas, también por debajo de la ley, al inglés, al alemán, al italiano y al español.

                                                                                                                                Con su estilo irónico, Voltaire empezó a darles vuelta a las verdades de su tiempo. Escribió sobre el comercio, por ejemplo, y dijo: “Cuando Luis XIV hacía temblar a Italia y sus ejércitos, ya dueños de la Saboya y el Piamonte, estaban preparados para tomar Turín, fue preciso que el príncipe Eugenio marchase desde el corazón de Alemania en socorro del Duque de Saboya; no tenía dinero, sin el cual no se toman ni se defienden las ciudades; recurrió a los mercaderes ingleses; en media hora le prestaron cincuenta millones. Con eso liberó Turín, venció a los franceses y escribió a los que le habían prestado esa suma este billetito: ‘Señores, he recibido vuestro dinero y me honro de haberlo empleado a vuestra satisfacción’”.

                                                                                                                                Por Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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