Los evangelios según Voltaire (Orígenes IV)
En su “Diccionario Filosófico”, Voltaire escribió que más de 50 evangelios fueron escritos durante los primeros siglos del cristianismo, y que luego de muchos años, solo quedaron admitidos por la Iglesia constituida los que compusieron el Nuevo Testamento. Su obra, por política, religión y sociedad, fue esencial para formar las ideas que llevaron a la Revolución Francesa.
Fernando Araújo Vélez
Voltaire afirmó en su “Diccionario Filosófico” que Jesús nunca se apartó de la ley de sus padres, y que ante los demás hombres, era “un justo agradable a Dios, perseguido por la envidia y condenado a muerte por jueces sobornados”, y más adelante, lapidario, e incluso irónico, dijo: “Quiso que la Iglesia que él estableció, hiciera todo lo demás”. La Iglesia lo hizo, muchos años después de que Jesús hubiera sido crucificado. Según Voltaire, durante los primeros tres siglos de la era cristiana, los seguidores de Cristo en Roma eran bastante menos que los de Syria, Alejandría y Grecia, y por lo mismo, los romanos “no conocieron padres de la Iglesia ni herejes durante los primeros siglos del cristianismo”.
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Voltaire afirmó en su “Diccionario Filosófico” que Jesús nunca se apartó de la ley de sus padres, y que ante los demás hombres, era “un justo agradable a Dios, perseguido por la envidia y condenado a muerte por jueces sobornados”, y más adelante, lapidario, e incluso irónico, dijo: “Quiso que la Iglesia que él estableció, hiciera todo lo demás”. La Iglesia lo hizo, muchos años después de que Jesús hubiera sido crucificado. Según Voltaire, durante los primeros tres siglos de la era cristiana, los seguidores de Cristo en Roma eran bastante menos que los de Syria, Alejandría y Grecia, y por lo mismo, los romanos “no conocieron padres de la Iglesia ni herejes durante los primeros siglos del cristianismo”.
Por aquellos tiempos, la Iglesia era griega. Los misterios, los dogmas, las celebraciones y los ritos se expresaban en griego, y la adoración a Platón, sobre todo a Platón, a Sócrates y Aristóteles era tal, que pese a que algunos de sus seguidores se volvieron cristianos, siguieron por más de 200 años hablando en su lengua y promulgando sus ideas. Eran cristianos platónicos, por llamarlos de alguna manera. Para Voltaire, “El celo inconsiderado de algunos, perjudicó a las verdades fundamentales”. San Justino, por ejemplo, aseguró que los santos gozarían durante mil años de todos los “bienes sensuales”.
En su “Apología del cristianismo”, San Justino escribió que luego de que Dios hubiera creado el mundo, lo dejó al cuidado de los ángeles, aunque jamás explicara las razones de su decisión. Los ángeles, sin embargo, conocieron a las mujeres y se enamoraron de ellas, y de allí surgieron los demonios. Los primeros padres de la iglesia escribieron y promulgaron lo que quisieron, según Voltaire. Se inventaron parte de la historia, y no hubo manera de confrontarlos. Dijeron que Jesús le había escrito misivas al rey de Edesa, en una época en la que no había rey en Edesa, y falsificaron cartas de María y de Séneca “dirigidas a Pablo, cartas y actos de Pílanos y haber inventado falsos evangelios, falsos milagros con otras mil imposturas”.
Después de la crucifixión de Jesús se crearon un sinfín de evangelios. El de la Natividad y el de Jacobo, el hermano de Jesús, hijo del primer matrimonio de José, por ejemplo. “En él consta que cuando María quedó en cinta durante la ausencia de su esposo, y su marido se lamentaba de esto, los sacerdotes hicieron beber a uno y a otro el agua de los celos y declararon inocentes a los dos”. Luego de aquellos, aparecieron dos Evangelios de la Infancia. Según Voltaire, el primero se lo atribuyeron a Santo Tomás, y el segundo estaba escrito en árabe, y era “tan serio” como aquel. “Se escribieron 50 evangelios, que al poco tiempo se declararon apócrifos. El mismo San Lucas nos entera de que muchas personas los componían”.
Un poco atrás, en el apartado de “Cristianismo” de su “Diccionario”, Voltaire había dudado de varios acontecimientos y de los textos que los relataban, o que, decididamente, no lo hacían: “Algunos sabios se quedaron sorprendidos de no encontrar en la historia de Flavio Josefo ninguna huella de Jesucristo, porque hoy está completamente averiguado que el reducido pasaje que le menciona en dicha historia, fue añadido mucho tempo después. El padre de Flavio Josefo debió ser testigo, sin embargo, de todos los milagros de Jesús. Josefo pertenecía a la raza sacerdotal, y era pariente de la mujer de Herodes. Se detiene detallando las acciones de dicho príncipe y, sin embargo, no dicen una palabra ni de la vida ni de la muerte de Jesús”.
De los hechos que más conmocionaron a Voltaire, y que como todos los anteriores, armó un gran revuelto en su tiempo, fue el de la matanza de los niños que ordenó Herodes. Dijo que “A pesar de que dicho historiador no calla ninguna de las crueldades que cometió Herodes, nada dice del decreto de este, que ordenó la matanza de todos los niños, como consecuencia de haber llegado a sus oídos la noticia de haber nacido un rey de los judíos. El calendario griego dice que en aquella ocasión fueron degollados catorce mil niños. Acto tan horrible como ese, no lo cometió jamás en el mundo ningún tirano. Sin embargo, el mejor escritor que tuvieron los judíos, el único que apreciaron los romanos y los griegos, ni siquiera menciona un acontecimiento tan singular y tan espantoso”.
Enseguida, afirmó que era de extrañar que los mencionados sabios no escribieran una sola palabra sobre la estrella que apareció en Oriente cuando nació Jesús, y que hubieran pasado por alto la oscuridad que se ciñó sobre la tierra durante tres horas y a plena luz del día cuando murió, o que ignoraran “la multitud de tumbas que se abrieron en aquel momento y el sinnúmero de justos que resucitaron”. Unos párrafos más adelante, ateniéndose a los evangelios canónicos, escribió que “Jesús nació sujeto a la ley mosaica, y observando esa ley fue circuncidado. Cumplió todos sus preceptos, celebró todas las fiestas, predicó la moral y no reveló el misterio de su Encarnación. No dijo nunca a los judíos que era hijo de una virgen; recibió la bendición de Juan en las aguas del Jordán, a cuya ceremonia se sometían muchos judíos, pro no bautizó a nadie; no habló de los siete sacramentos, ni instituyó jerarquía eclesiástica. Ocultó a sus contemporáneos que era hijo de Dios, eternamente engendrado (…). Tampoco dijo que su persona se componía de dos naturalezas y de dos voluntades, queriendo sin duda que esos grandes misterios se anunciaran a los hombres en la sucesión de los tiempos por medio de inspiraciones del Espíritu Santo”.
En palabras de Voltaire, aquellos primeros cristianos que formaron su Iglesia poco a poco, y que también, muy lentamente escribieron la historia de Jesús según se las contaron, dejando para el tiempo por venir un reguero de textos no aprobados, “Formaban una república aparte, un Estado dentro del Estado; carecían de templos y de altares, no realizaban ningún sacrificio, no practicaban ceremonias públicas. Escogían secretamente a sus superiores por pluralidad de votos; y estos, con las denominaciones de ancianos, sacerdotes, obispos y diáconos, administraban la bolsa común, cuidaban a los enfermos y apaciguaban todas las disputas. Consideraban como una vergüenza y un crimen pleitear ante los tribunales y alistarse en la milicia; y durante cien años, ni un solo cristiano tomó las armas en el imperio. De este modo, retirados y desconocidos de todo el mundo, burlaban la tiranía de los procónsules y de los pretores, y vivían libres en medio de la esclavitud pública”.