Voluntad de sentido y frustración existencial, dos preocupaciones de Viktor Frank
“Ante el vacío existencial” es la obra de Viktor Frankl que recoge y profundiza algunas de las reflexiones consignadas en su libro best seller “El hombre en busca de sentido”.
Danelys Vega Cardozo
En aquellos días la humanidad vivía una de sus peores épocas. La crueldad no era tan solo una palabra, sino el pan de cada día. La religión determinaba si vivías o morías. Las máquinas y los inventos de aniquilación eran el objetivo de esos tiempos. Cualquier acción tendiente a “erradicar el mal” era aplaudida y bien vista. Los amigos se convirtieron en enemigos. Los sentimientos pasaron a un segundo plano porque el horror solo podía ser soportable cuando estos estaban apagados. Los sueños se fueron desvaneciendo. Las familias fueron separadas. Para algunos “los hasta luego” jamás se hicieron realidad. Viktor Frankl fue uno de ellos.
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En aquellos días la humanidad vivía una de sus peores épocas. La crueldad no era tan solo una palabra, sino el pan de cada día. La religión determinaba si vivías o morías. Las máquinas y los inventos de aniquilación eran el objetivo de esos tiempos. Cualquier acción tendiente a “erradicar el mal” era aplaudida y bien vista. Los amigos se convirtieron en enemigos. Los sentimientos pasaron a un segundo plano porque el horror solo podía ser soportable cuando estos estaban apagados. Los sueños se fueron desvaneciendo. Las familias fueron separadas. Para algunos “los hasta luego” jamás se hicieron realidad. Viktor Frankl fue uno de ellos.
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Tres años fue el tiempo que Frankl presenció en carne propia que la maldad del ser humano parecía no tener límites. Él no tuvo que acudir a otros para que le contaran la historia, pues fue parte de ella. Si hablamos de víctimas y victimarios, Frankl estuvo en el primer “lado”. Desde 1942 hasta 1945 fue prisionero en aquellos campos de exterminio, de esos que desmoronaban anhelos de gota en gota hasta dejar desierto cualquier sueño. Por aquel tiempo conoció a muchos y vio morir a otros tantos, a causa de distintos motivos. Algunos lucharon, pero el cuerpo no les dio para más; otros, fueron brutalmente asesinados, y hubo quienes decidieron ponerle fin a su propia existencia. Pero Viktor Frankl no estuvo en ninguno de esos bandos. Él fue un sobreviviente de eso que llamamos el holocausto. Sin embargo, cuando fue liberado tuvo que enfrentar su “nueva realidad”: una vida en soledad. Los campos de concentración nazi lo habían separado para siempre de su esposa, sus padres, hermanos, cuñada, amigos…Y quién sabe cuántos más.
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Sus experiencias y enseñanzas de esos días fueron inmortalizadas en “El hombre en busca de sentido’', su libro más conocido. Pero también a través de otras obras como “Ante el vacío existencial”, Frankl se preocupó por cuestiones relacionadas con la humanidad como la voluntad de sentido y la frustración existencial. Han pasado más de 40 años desde la publicación de este último libro, pero pareciera que hubiera vivido inmerso en nuestra época.
La voluntad de sentido es uno de los pilares centrales de la logoterapia, también conocida como terapia centrada en el sentido. Para Frankl, el psicoanálisis, fundado por Freud y centrado en el inconsciente de la mente humana, se basa en el principio del placer, mientras que la psicología individual enfatiza en la voluntad de poder. Pero para él, ambas cometen un error. No tienen en cuenta el aspecto más humano: la voluntad de sentido, presente en cada hombre. Cada individuo se esfuerza “por el mejor cumplimiento posible del sentido de su existencia”, dice Frankl. Sin embargo, hay quienes se pierden en el camino, a los que se les nubla el paisaje. Aunque volver a la ruta siempre será posible.
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Dice Frankl que el problema es que los hombres hemos convertido “el placer”, llámese felicidad si se quiere, en el fin último de nuestra existencia, cuando en realidad debería ser la consecuencia o resultado de algo mucho mayor: la voluntad de sentido. Como todo en la vida, esto tiene sus desventajas. En ese afán del individuo por alcanzar “el placer” termina ocasionado todo lo contrario: nunca llega a encontrarlo. Se produce una hiperreflexión, debido a la hiperintención, ocasionada por forzar la atención en solo el fin placer, argumenta Frankl. La voluntad de sentido sirve como una fuerza movilizadora, que impulsa al hombre a la búsqueda de sentido y a su respectivo cumplimiento, pero esta “ecuación” estaría incompleta sin el encuentro con el otro. “Estas dos cosas, el cumplimiento y el encuentro son las que proporcionan al hombre el fundamento de la felicidad y del placer”.
En ocasiones esa voluntad de sentido se ve fragmentada y se produce lo que Frankl denominó como “frustración existencial”. El ser humano experimenta una fuerte carencia de algo, un vacío que nada ni nadie es capaz de llenar. Algo que es paradójico para Viktor Frankl, teniendo en cuenta todos los recursos que el hombre tiene a su alcance y el tiempo libre con el que cuenta. Aunque esto último quién sabe si aplique para nuestra época. Ahora vivimos inmersos en la “sociedad del rendimiento”, citando a Byung- Chul Han. Ya nadie nos explota porque nosotros nos explotamos a nosotros mismos. Sin embargo, estar en estado constante de “ocupación” puede ser tan solo una máscara que esconde algo más: la frustración existencial, dice Frankl. Es más fácil no tener tiempo ni para mirarse a uno mismo.
No se trata de encontrar “cosas” con que llenar el vacío, puesto que nada será efectivo. “Considero el ritmo acelerado de la vida actual como un intento de automedicación- aunque inútil- de la frustración existencial”. La propuesta de Frankl para combatir esta carencia se fundamenta en la voluntad de sentido. Estar “ocupados” en la búsqueda de nuestro sentido, centrados en nuestro “para qué” y no en el velo que sirve para ocultar nuestros temores.
Voluntad de sentido y frustración existencial son dos conceptos ligados entre sí. El último se produce como un resultado de la carencia del primero. En la era de la autoexplotación vivimos en constante producción: ¿Una forma de “automedicación”?