Wendy Carlos, la compositora que se mantuvo oculta tras su cambio de sexo

La intérprete de música electrónica, quien colaboró con Moog en la invención de su sintetizador, creó la banda sonora de películas como “La naranja mecánica”, “El resplandor” y “Tron”.

13 de diciembre de 2022 - 01:35 a. m.
Wendy Carlos antes de su transformación y reasignación de sexo.
Wendy Carlos antes de su transformación y reasignación de sexo.
Foto: Cortesía
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La llamaron Walter Carlos, pero creció sintiéndose Wendy Carlos, ese nombre que adoptaría con el tiempo. Lo que no cambió con el pasar de los años fue su gusto por la música, aunque sí el instrumento de su interés: primero fue el piano y después el sintetizador. De hecho, fue este último por el que sería recordada, porque ella no solo ayudó creativamente a Robert Moog en la creación de su sintetizador, sino que gracias a este instrumento trasladó a la electrónica un álbum completo de Bach: Switched-On Bach. Sin mencionar que luego creó parte de la banda sonora de clásicos del cine como La naranja mecánica, El resplandor y Tron. Lo suyo “era un don divino”, diría Moog.

Y aunque no tuvo problemas para mostrar abiertamente su talento al mundo, no pasó lo mismo cuando decidió cambiarse de sexo. En 1972, tras años de vivir dentro de un cuerpo con el que no se sentía identificada, se sometió a una cirugía con la que selló su transformación como Wendy Carlos. Antes de aquella operación, había estado recibiendo un tratamiento con estrógenos, esas hormonas que fueron suavizando sus rasgos, los mismos que prefirió ocultar durante una presentación. Su apariencia la inquietó una noche, cuando tenía treinta años e iba a tocar junto a la Sinfónica de San Luis, entonces no quiso subir al escenario, solo quedarse en la habitación del hotel sin necesidad de explicarle al público que padecía de disforia de género, que su sexo biológico había definido que era un hombre, aunque siempre se hubiera sentido mujer. Lloró, pero finalmente ofreció un show disfrazado: una vez más se presentó como Walter Carlos, como un hombre con patillas y cabello corto. Aparentemente, el espectáculo fue un éxito, pero para ella fue distinto, tanto como para no volver a actuar en público.

Mantuvo oculta su reasignación de sexo porque le dijeron que eso sería lo más beneficioso para su carrera. Como dijo alguna vez para la revista People: “Estaba prisionera en un armario”. Entonces, se volvió costumbre aquello de disfrazarse de hombre para sus reuniones, como aquellas que sostuvo con Stanley Kubrick con el fin de que sus composiciones formaran parte de La naranja mecánica. No todos sus temas terminaron siendo incluidos dentro del filme por elección del mismo Kubrick, lo que la hizo sentir insatisfecha. A pesar de eso, nuevamente colaboró con el cineasta, quien quería llevar a la pantalla grande una de las novelas de terror de Stephen King: El resplandor. Aquella experiencia no salió como esperaba, así que le cerró para siempre las puertas al director de cine.

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Casi que todo su trabajo de composición fue descartado por Kubrick, solo incluyó dos de sus temas: Dies Irae y Rocky Mountains. Le dio otra oportunidad al cine, pero esta vez trabajó de la mano de Walt Disney y el director Steven Lisberger creando la banda sonora de la película Tron. Pasaron los años y adquirió una nueva pasión: fotografiar eclipses solares. Teniendo este fin en mente, viajó a Bali, Siberia y Australia. Pero llegó el día en que decidió revelarle al mundo su secreto en una entrevista que le concedió a la revista Playboy.

Entonces, con mucho temor dijo que era una mujer trans. Le daba miedo las posibles reacciones de las personas. Pensaba lo peor y quizás era entendible teniendo en cuenta que se encontraba bajo la sociedad de finales de los setenta. Sin embargo, aquellos pensamientos se alejaron de la realidad, porque siguió componiendo y se sorprendió al ver lo compresivo o indiferente que parecía la gente ante su confesión. Sintió que quizás había desperdiciado años de su vida dentro de una farsa que al final ni siquiera era necesaria.

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En algún momento dijo que sería bueno “volver a salir a la luz”, pero hoy ya tiene 83 años y eso no ha vuelto a suceder, quizás porque se ha ocupado de otros asuntos más relevantes, de pendientes que tenía por resolver. “Ahora que he resuelto mi crisis de género, todavía tengo que enfrentarme a las otras partes de la vida que contribuyen a ser una persona feliz: vivir una existencia productiva, tener tiempo para otros seres humanos, para la pasión y la compasión; tener tiempo para crear y dar forma al diamante polifacético que puede ser una buena vida”.

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