Willem Dafoe: una pincelada al séptimo arte
Su papel del pintor neerlandés, Vincent Van Gogh, es una muestra de su virtud polifacética y su compromiso con la historia del arte.
Andrés Osorio Guillott
“Solo soy un color que necesita un pintor”, afirmó Willem Dafoe el año pasado en una entrevista para El País de España. Tal vez utilizó esa expresión porque sabía la historia que se avecinaba para él. O tal vez la mística del artista lo condujo a musitar esa frase premonitoria sobre su papel en la película Van Gogh, a las puertas de la eternidad.
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“Solo soy un color que necesita un pintor”, afirmó Willem Dafoe el año pasado en una entrevista para El País de España. Tal vez utilizó esa expresión porque sabía la historia que se avecinaba para él. O tal vez la mística del artista lo condujo a musitar esa frase premonitoria sobre su papel en la película Van Gogh, a las puertas de la eternidad.
Julian Schnabel, director de la película, afirmó hace poco que desde que surgió la idea de hacer una película sobre el pintor neerlandés en una visita que realizó al museo de Orsay en París, supo que Willem Dafoe era el indicado para cumplir con un protagónico donde los detalles en los movimientos y en las expresiones eran fundamentales para reflejar en las pantallas los padecimientos del pintor y las técnicas que este realizaba a la hora de plasmar en un lienzo su angustia y su relación con la eternidad.
Aunque actores como Kirk Douglas, Martin Scorsese y Tim Roth también han interpretado a Van Gogh, cabe resaltar que la encarnación de Dafoe busca explorar las batallas del espíritu de un artista que tuvo que rebelarse a la ignominia de su época y que mientras esto sucedía debía librar con fuertes delirios que lo altercaban entre una realidad construida en su mente, una realidad oprobiosa que estaba afuera de su individualidad y otra muy diferente que surgía como un híbrido entre lo pensado, observado y padecido que se refleja en sus pinturas y en sus cartas.
Los ademanes y gestos fidedignos a las emociones y a las más altas pasiones o frustraciones son expresados con pulcritud por Dafoe. Desde sus primeras apariciones en el séptimo arte en películas como La puerta del cielo (1980), Platoon (1986), La última tentación de Cristo (1988) y en otras películas que ya daban cuenta de su trayectoria como American Psycho (2000), Spider-man (2002), El aviador (2004), Pasolini (2014) y The Florida Project (2017), Dafoe logró consolidar un rol en el cine, cumpliendo con personajes que exigían destreza a la hora de reflejar emociones fuertes, patologías y experiencias severas que causaban secuelas imborrables y abstrusas.
Si bien el actor estadounidense ya había interpretado un papel que le pedía denotar un don artístico en la película Vivir y morir en Los Ángeles (1985) al interpretar al falsificador Rick Masters, es en Van Gogh, a las puertas de la eternidad, donde Dafoe debe perfilar aún mejor algunas técnicas de pintura. Para ello fue necesario que Schnabel le enseñara algunos trucos y nociones al actor, pues el director del largometraje no solo se desempeña en el cine sino también se ha destacado por sus pinceladas sobre lienzos.
Uno de los elementos que Dafoe rescata en el proceso de elaboración del personaje fue la particularidad del guion, ya que muchos de los diálogos parten de las misivas que el artista neerlandés intercambiaba con Theo, su hermano. Así, gran parte de la preparación para la película sienta en su base los archivos que los museos en Francia y Holanda resguardan de Van Gogh. Debido a ello, la adaptación a una vida tan convulsa se hizo un poco más sencilla en el sentido que no se parte de imaginarios, aunque reconocer de cerca las angustias y las añoranzas de una mente que se debatía en las pinturas color fantasía y los bosques con aroma a zozobra en Auvers-sur-Oise y en Arles, dos territorios al sur de Francia por la que no solamente pasó Van Gogh, sino también Paul Gaughin, compañero del neerlandés y Paul Cézanne.
Willem Dafoe procura siempre escupir el veneno de la fama. Cada película en la que decide participar es una nueva posibilidad de reinventarse y sentirse como aquellos días en que se inició en las tablas de Wooster Group, un colectivo vanguardista de teatro de Nueva York que nació en 1975 y que se consolidó como uno de los más importantes en Estados Unidos.
La mirada perdida en el desierto de la desolación, las pinturas inspiradas en los territorios campestres y La noche estrellada surgen en un universo que Dafoe logra configurar con su actuación y su oda al arte y a la resistencia. Su papel describe que la locura y el desvarío son síntomas irreversibles y a su vez inevitables en los espíritus sensibles, en los que descubren que la maldad se aferra a las raíces de la condición humana, logrando pudrir los segunderos que anuncian el paso incesante del tiempo y la imposibilidad de escapar de la ira, el odio y la desesperanza.
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