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Xtian, el caricaturista de la corrupción

“Si tú me preguntas cuál es mi sueño, ese es: publicar diariamente en un periódico nacional”. Pero no, no se le había preguntado por sus sueños. Se le había preguntado por exposiciones, por libros, por caricaturas, por historias y por percepciones. ¿Por sueños? No. Porque siempre que se pregunta por sueños las respuestas tienden a ser vagas.

Adriana Marín Urrego
07 de diciembre de 2012 - 08:54 p. m.
Xtian, el caricaturista de la corrupción

Nadie habla de sueños así como así. Nadie. Pero él lo tenía muy claro, incluso antes de saber que lo iba a lograr: quería ser caricaturista. Cuando pequeño leía el periódico, veía noticias y, burlándose un poco de lo que veía, lo dibujaba. Sus compañeros de curso fueron conociendo lo que pasaba en el país a partir del humor de unas caricaturas que empezó a perfilar en un cuaderno. Su cuaderno rodó por el salón, por el grado y, luego, con ayuda de la tecnología, las caricaturas empezaron a aparecer por las redes sociales. Iba pintando el país, tal como era, con humor pero sin filtro. Así se fue dando a conocer.

Ahora lo sigue haciendo, pues se prometió hacer una caricatura diaria: hoy lee el periódico, ve noticias y dibuja desde una percepción clara, que fue construyendo a medida que pasaba el tiempo: “Empecé a ver la caricatura como algo que requería mucha responsabilidad, frente a lo que tenía que tener una opinión enriquecida, una opinión que me obligara a leer noticias seriamente. Pero no solamente noticias sino también las columnas de opinión. Y no solamente columnas de opinión sino también los foros de las columnas de opinión”.

La gente que iba conociendo su trabajo a través de las redes sociales le pedía que publicara en las revistas de sus universidades y, de publicación en publicación, llegó a El Espectador. Una amiga del creador de Anfabio le contó que su rana podría, tal vez, aparecer todos los días festivos en este diario y así fue. ¿El sueño? Todavía no. Pero cerca. Él no lo podía creer: “Casi me da un ataque. Sobre todo porque eso era algo que yo tenía en la cabeza cuando tuviera 56 años. Yo tenía 21 y me veo en la página de atrás, full color, grandísimo y digo: ¡En qué momento sucedió esto!”.

Y entonces tuvo que hacer un proyecto para graduarse de (caricaturista) maestro en artes visuales. ¿Qué hizo? Un libro con 96 caricaturas que dan cuenta de los últimos 10 años de corrupción en Colombia; 10 años de su vida en este país. ¿Y yo cómo voy ahí?, que se está exponiendo este mes en el Museo Arqueológico La Merced, de Cali, busca revivir la memoria de casos graves de corrupción que pasan, que siguen pasando y que se olvidan: “Mostrar precisamente que estos casos deben volver a la memoria del colombiano, tienen que ser rescatados y la gente tiene que darse cuenta de que no podemos seguir así”. La idea es que el libro sea publicado por alguna editorial para continuar recordando, a partir del humor, lo que ocurre en el país. Sucesos que, aunque duelan, no deben olvidarse.

Por Adriana Marín Urrego

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