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Hay más de 5.000 idiomas y dialectos en el mundo. Algunos pertenecen a la familia de las lenguas indoeuropeas, romances, germánicas, latinas, eslavas; otros a las semíticas, sino tibetanas, mayas o aztecas. Algunos de ellos tienen más de cinco vocales y hasta consonantes “impronunciables” o desconocidas para un hablante occidental.
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Otros se escriben en alfabeto latino, tamil, coreano, hebreo; en cirílico, como el ruso, ucranio, bielorruso, serbio y el búlgaro; en ideogramas, como el chino, el japonés, el coreano, el vietnamita. Unos más ni siquiera tienen alfabeto, o están en proceso de tenerlo, como los dialectos bolivianos more, tsimane, movima, araona, cavineño y ayoreo…
Inclusive, hay lenguas “artificiales”, como el esperanto, creado por el doctor Lázaro Zamenhoff. Y hay otras, como el klingon, una “lengua” artística creada por Marc Okrand para los estudios Paramount Pictures, como “idioma vernáculo” de la raza klingon en el universo de Guerra de las Galaxias. Hay otros, como el sánscrito, de los que ni siquiera ya quedan vestigios, pero que es algo así como el “papá” de todas las lenguas del mundo; el idioma primigenio de los seres humanos.
Sin embargo, entre todos ellos, hay un idioma particular, que empezó su trasegar en la historia hace más de mil años, cuando las legiones romanas abandonaron la península a la que los fenicios denominaron “spanhia”, o tierra de conejos, y que luego fue invadida por visigodos y por árabes venidos desde muy lejos, desde Siria, al mando del general Jebel el Táriq ibn Ziyad, cuyo nombre dio origen al peñón que separa Europa de África –allí por donde ingresó con sus tropas musulmanas- y que se trastocó en Gibraltar…
Es el idioma español, o si lo prefieren, castellano, al que se rinde homenaje hoy; lengua en que se comunican casi 450 millones de personas y está entre las cuatro más habladas en el mundo, después del chino mandarín, el inglés y el hindi. En Colombia se celebra desde 1938 y fue instituido por el decreto 707 del 23 de abril de ese año en homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra, el inmortal autor de El Quijote.
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Sobre el origen del español concurren varias teorías. La más aceptada afirma que desciende de un proceso de depuración por el cual diversos dialectos se fueron modificando al influjo del latín y de los invasores romanos, visigodos y árabes. Lo cierto es que hace mil años, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, en el antiguo reino de Navarra, un monje copista hizo sus propias anotaciones en el texto de una homilía en latín, que –al cabo del tiempo, a principios del siglo XX- don Ramón Menéndez Pidal identificó como las primeras palabras del romance de este romance, y conocidas como las Glosas Emilianenses.
En sus primeros años, aquel romance se enriqueció con vocablos germánicos, que legaron palabras del ámbito militar como guerra y tregua; con vocablos árabes, como alcahuete y ojalá (quiera Dios); italianos, como escopeta y piano; francesas, como broche, asamblea y taburete. Sin embargo, fue en América donde este idioma encontró la horma de su zapato. Tan pronto echó pie a tierra con la espada y con la cruz a cuestas, enfrentó el asedio de las lenguas taínas, aymará, maya, quechua y guaraní.
Cuando Cristóbal retornó a España, llevó en su baúl no sólo joyas y tesoros inimaginados; también cargó las dos primeras palabras americanas que entraron por la puerta grande al castellano: canoa y hamaca, y detrás vendrían vocablos como tomate, chocolate, aguacate, guayaba y huracán, la primera palabra americana incorporada al Diccionario de la Lengua Española.
La conquista fue traumática. Pero en el orden lingüístico dejó el saldo de la palabra. “Por donde pasaban, quedaba arrasada la tierra —diría de los conquistadores Pablo Neruda, en su antológico libro Confieso que he vivido—. Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes. Salimos perdiendo. Salimos ganando. Se llevaron el oro y nos dejaron el oro. Se lo llevaron todo y nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras”.