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Yebrail Martínez: “Se hace lo posible para que el arte continúe”

La reapertura del Teatro Libre, como un símbolo de esperanza para la vida cultural de La Candelaria, pues reúne la dramaturgia con la narración oral, la música y los artesanos, busca promover espacios en los que se puedan revivir las experiencias en comunidad.

María José Noriega Ramírez
19 de febrero de 2021 - 02:00 a. m.
Yebrail Martínez considera que los cuenteros tienen una responsabilidad social, pues son la memoria histórica y la tradición oral de las costumbres.
Yebrail Martínez considera que los cuenteros tienen una responsabilidad social, pues son la memoria histórica y la tradición oral de las costumbres.
Foto: Érick Franco
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Sobrevivir artísticamente, es decir, mantener vivo un proyecto artístico y cultural, ha sido difícil en este tiempo de pandemia. Enfrentarse a estos períodos de incertidumbre y de cierres, de aislamiento y distanciamiento social, ha implicado cortar tajantemente la relación entre los artistas y el público, un vínculo que hace algunos meses parecía inquebrantable. Sin embargo, Diego Barragán, director artístico del Teatro Libre, afirma: “Todavía estamos aquí”. Frente a las ansias que tienen las personas de conectarse de nuevo entre sí, hay un clamor común de retornar a la presencialidad, de retomar esa relación en la que el éxtasis máximo se siente en el escenario y al estar al filo de la navaja con el público. De ahí, de esa necesidad, surgió la iniciativa de reabrir las puertas del Teatro Libre con un proyecto de intercambio de saberes artísticos. La idea es agrupar diferentes lenguajes escénicos y ofrecer una apertura cultural, un abanico de posibilidades, para apoyar comúnmente la reactivación del sector en la localidad de La Candelaria.

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El proyecto “Intercambio de saberes artísticos” nació a partir de “Es cultura local”, una convocatoria distrital pensada para generar apoyos a proyectos culturales. A partir de una discusión interna del teatro, sus miembros concluyeron que era hora de expandir las fronteras de su proyecto y que era el momento para que ellos, los actores, se abrieran hacia nuevos lenguajes escénicos, como el de los cuenteros y los músicos. Investigando y tratando de localizar a los artistas que tradicionalmente han hecho del centro de Bogotá su escenario, o a aquellos que se han vinculado con el teatro a lo largo de los años, la entidad se propuso crear una cadena cultural para ofrecer al público un flujo constante de apuestas artísticas. Así, a lo largo de dos meses, empezando el 5 de marzo y terminando el 8 de mayo, los espectadores no solo podrán disfrutar de obras de teatro, como Ascuas y Azufre, El fantasma de Canterville, La camisa del hombre feliz y En este pueblo no hay ladrones, sino que también podrán escuchar las narraciones orales del colectivo La Parla, la música de la banda Puls Ensamble, una mezcla entre jazz y ritmos suramericanos, y podrán asistir al “Mercado cultural”, iniciativa con la que los joyeros y artesanos de la localidad podrán comercializar sus productos. Este esfuerzo, según cuenta Barragán, coincide con que las riendas del teatro ahora están en manos de los actores.

Yebrail Martínez cuenta que su fascinación por las narraciones orales comenzó hace 20 años, cuando en la plaza de Lourdes escuchó a Carlos J. Vega relatar las historias del Bogotazo y de Simón Bolívar. La magia que encontró en él fue la habilidad de transportar a su público a la escena en la que Juan Roa Sierra fue linchado o en la que Bolívar escapaba de una de las casas del centro de Bogotá, pues lo iban a matar. “Es como estar viendo una novela, pero única y exclusivamente en la imaginación. Ahí decidí ser narrador oral”. Trabajando en la parte administrativa de diferentes hospitales, su tiempo libre lo ha gastado escribiendo y contando historias. Tratando de ser una compañía para los pacientes, que muchas veces están en soledad, sus historias buscan resaltar la labor de personas del común, como médicos y campesinos, que son imprescindibles en el diario vivir. Para él, los cuenteros tienen una responsabilidad social, pues son la memoria histórica y la tradición oral de las costumbres.

Con la convicción de que hay mayor fuerza e impacto en un trabajo en común, Martínez se unió al colectivo La Parla, formado hace tres años. El grupo está conformado por seis voces, cada una con su propia identidad y especificidad. El Chorro de Quevedo era el lugar de las declamaciones, pero la pandemia rompió con el escenario de la calle, el escenario primario. Partiendo de la necesidad de volver a tener contacto con las personas y de apoyar un proceso de reactivación que requiere un esfuerzo común, el colectivo se unió al proyecto de reapertura del Teatro Libre. En palabras de Martínez: “Ahí se ve la pasión y se hace lo posible para que el arte continúe”. Sabiendo que presentarse en un teatro no solo supone un cambio de locación, sino también de lenguaje, las historias que Martínez presentará en sala no serán las mismas que ha compartido en calle. Profecías y La verdadera historia de un matrimonio en pandemia son las piezas con las que le devolverá la presencialidad a su arte.

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Así como las voces de la narración oral decidieron articularse con la iniciativa del Teatro Libre, la agrupación Puls Ensamble, que toca jazz mezclando ritmos típicos de Suramérica (bambuco, merengue, entre otros), también lo hizo. El vínculo entre estos proyectos culturales se dio a través de Jonathan Krause, uno de los miembros del grupo que ha tocado previamente en las instalaciones del teatro. Según él, aunque en Colombia hay un gusto por el jazz, son pocos los espacios dedicados a la difusión del género. Usualmente, los bares y los teatros reúnen a las personas alrededor de esta música, pero la pandemia restringió aún más esas opciones y provocó que muchos músicos, incluyendo de otros géneros musicales, quedaran sin la posibilidad de poder vivir de su arte.

La música, sobre todo el jazz, ha sido transversal en la vida de Krause. Su hermano le regaló un CD del saxofonista Charlie Parker y sintió amor a primera vista. Desde entonces, decidió dedicar su vida a este género, pues además entendió que el jazz es sinónimo de libertad. La esencia de esta música está en la improvisación y en la interacción que se genera con el público y entre los músicos, rasgo que se pierde en la virtualidad. De ahí se entiende la necesidad que tiene Krause de devolverle el público a su propuesta de jazz. Entre Carlos Augusto Guzmán Torres, en la guitarra acústica; Wilson Alexánder Pepper Verdu, en el contrabajo, y él, en el clarinete, Puls Ensamble busca encontrar algo de sentido en medio de la crisis en la que vive el sector.

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La reapertura del Teatro Libre, como un símbolo de esperanza para la vida cultural de La Candelaria, busca reunir a la gente y promover espacios en los que se puedan revivir las experiencias en comunidad, pues se perciben las ganas del público de volver a sentir y de retomar esa sensación de pertenecer.

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