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Yincana Macondiana

Debí comprarla el día que la vi por primera vez. Lo sé, 15 años después todavía me atormenta el fantasma de la oportunidad perdida.

Fuad Gonzalo Chacón
13 de febrero de 2023 - 12:30 a. m.
Gabriel García Márquez aplaude mientras comparte un momento con los periodistas durante su 87 cumpleaños, en la Ciudad de México, el 6 de marzo de 2014.
Gabriel García Márquez aplaude mientras comparte un momento con los periodistas durante su 87 cumpleaños, en la Ciudad de México, el 6 de marzo de 2014.
Foto: YURI CORTEZ
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Estaba en lo más alto de la estantería, camuflada entre las sombras del olvido, en el sótano de aquella librería junto a los juzgados. Precintada e incólume desde inicios del milenio, la obra periodística completa de García Márquez, en la elegantísima edición blanco con verde y estuche de lujo de Mondadori, me hacía ojitos desde lo alto de su torre pidiéndome trepar para rescatarla. Un amor imposible, pues nos separaba el insondable abismo de mi precaria economía de estudiante provinciano. Volví muchas veces solo para admirarla, hasta que un día ya no estaba allí y entendí que el hueco que su ausencia dejó en la pared sería la tumba donde enterraría mis ilusiones.

Mi fascinación por la producción periodística de García Márquez comenzó en el colegio, cuando me escapaba a la biblioteca durante el recreo para leer un par de sus columnas del contundente tomo color curuba que allí tenían. Hoy guardo la certeza inapelable de que aquellos extractos destilados de su genialidad que yo consumía a cuentagotas fueron el evento catalizador de mi despertar literario. Por ello, y para saciar este coleccionismo patológico digno de aprobación por el mismísimo Diógenes, reunir los cincos volúmenes de su obra es mi obsesión.

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El primero lo encontré por casualidad paseando al perro por la Carrera Octava en 2013. Sabía que era de la edición Mondadori por el ribete verde señorial del lomo que distinguiría a kilómetros. Al tomarlo en mis manos, y disimulando la alegría para evitar que el vendedor extorsionara mi billetera (una reacción instintiva que ya me ha costado más de un desembolso fuera de mercado), el título “Textos Costeños” que resplandecía sobre la rugosa portada, bajo lo que siempre he creído que es un cuadro de Picasso, marcaba el inicio de mi yincana macondiana.

El segundo, “Por la Libre”, lo encontré en 2015 por accidente o, mejor, por intervención de los dioses literarios. Sin pretensiones adicionales a las de comprar unos resaltadores de colores, entré a una de esas papelerías con sección de libros de la Calle 72 y en un descuido del azar me arrodillé para amarrar mis desatados cordones. Entonces lo vi esperándome arrinconado, casi como escondido de los zapatos que pasaban a escasos milímetros de su integridad. “No te preocupes, amiguito, ya estoy aquí”, le susurré.

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El tercero, “De Europa y América”, fue un fortuito encuentro mientras caminaba en 2018 por la Book Culture de la Calle 112 de Nueva York. A precio de saldo, porque la literatura en español de segunda mano cotiza a la baja en Wall Street, fue inevitable llevármelo, aunque eso implicara viajar en el vuelo de vuelta con varias capas adicionales de ropa encima para compensar su peso extra en la maleta.

El cerco se estrecha y ya solo faltan dos títulos para acabar esta epopeya personal: “Entre Cachacos” y “Notas de Prensa”. Entonces, todos nos reencontraremos con ese niño que leía a Gabo en los recreos.

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Por Fuad Gonzalo Chacón

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