Yo soy yo y mi circunstancia en Colombia
“Colombia in my arms” es un documental grabado por dos finlandeses entre 2017 y 2018. Está película, que registró distintos puntos de vista y experiencias sobre el conflicto armado colombiano, se estrenará este 4 de octubre en DirecTV.
Laura Camila Arévalo Domínguez
“Yo soy yo y mis circunstancias” escribió el filósofo español José Ortega y Gasset. Este documental ejemplifica su idea. Se inicia con un hombre limpiando un arma. Después de pasar cuidadosamente un trapo por cada uno de los recovecos del fusil, explica que lo cuida porque lo quiere, porque le parece bello, porque lo ha acompañado. Termina de limpiar, lo carga, lo protege y le cuesta desprenderse porque sabe que dentro de poco tendrá que entregarlo. Quiere a su aparatosa herramienta para defenderse y atacar, pero se ilusiona más por un futuro en el que no tenga que usarla, y entonces sueña en voz alta con un tono de culpa por las vidas que quitó con la excusa de la guerra: “eran ellos o yo”. Su justificación es igual de entendible o reprochable a la del hombre rico sentado en su sala dotada de adornos, quien habla sobre pobreza, política o guerra con un cigarrillo en la mano y un vaso de whisky en la otra. Toma un trago y explica que viene de una familia que ha gobernado durante años y años. Se muestra comprensivo con la barbarie de un país desigual porque ya está “condenado”. Muchas razones, convicciones o simplemente excusas que podrían ser reprobables o justas debido a que nació allí y ese ha sido su universo, su mundo, su lugar para entender la vida. Son opiniones como las de la senadora que no cree en una negociación de paz con “terroristas” que no merecen perdones ni futuros distintos a los de los barrotes.
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“Yo soy yo y mis circunstancias” escribió el filósofo español José Ortega y Gasset. Este documental ejemplifica su idea. Se inicia con un hombre limpiando un arma. Después de pasar cuidadosamente un trapo por cada uno de los recovecos del fusil, explica que lo cuida porque lo quiere, porque le parece bello, porque lo ha acompañado. Termina de limpiar, lo carga, lo protege y le cuesta desprenderse porque sabe que dentro de poco tendrá que entregarlo. Quiere a su aparatosa herramienta para defenderse y atacar, pero se ilusiona más por un futuro en el que no tenga que usarla, y entonces sueña en voz alta con un tono de culpa por las vidas que quitó con la excusa de la guerra: “eran ellos o yo”. Su justificación es igual de entendible o reprochable a la del hombre rico sentado en su sala dotada de adornos, quien habla sobre pobreza, política o guerra con un cigarrillo en la mano y un vaso de whisky en la otra. Toma un trago y explica que viene de una familia que ha gobernado durante años y años. Se muestra comprensivo con la barbarie de un país desigual porque ya está “condenado”. Muchas razones, convicciones o simplemente excusas que podrían ser reprobables o justas debido a que nació allí y ese ha sido su universo, su mundo, su lugar para entender la vida. Son opiniones como las de la senadora que no cree en una negociación de paz con “terroristas” que no merecen perdones ni futuros distintos a los de los barrotes.
Algunas caras del conflicto que han sido tan difíciles de entender por los colombianos, fueron registradas por dos finlandeses. La polarización en Colombia comienza a explicarse desde algo aún más básico y universal: la condición humana. Cada persona intenta salvarse. Algunos solo quieren vivir, así que luchan por comer; otros, además de su existencia, pelean por la del “pueblo”, y entonces sacan fuerza del dolor que a ellos les causaron cuando eran inocentes y lejanos de un conflicto impuesto. Hay personas que ven la guerra desde un sofá, que no combaten, pero que han leído un poco más y explican con conceptos e ideologías las muertes de los que no alcanzaron a entender por qué los mataban si a nadie hirieron, si solo vivían entre montañas en las que no había Estado. Obedecieron a los que llegaron a decir que eran la ley y después tuvieron que rendirle cuentas a los otros que dijeron que no, que eran ellos los que mandaban, y así durante años. Un documental para permitirse abandonar las pasiones y escuchar las opiniones que han sido bloqueadas por la indignación. Una película para dejar de reaccionar.
Jenni Kivist y Jussi Rastas rodaron “Colombia in my arms” en 2016 y se estrenará este 4 de octubre por Direc Tv. Los finlandeses hablaron para El Espectador sobre el objetivo con el que comenzaron a trabajar y el resultado. Querían hacer poesía sobre paz y resultaron con una película sobre por qué es tan difícil convivir en este país. Sobre por qué, en Colombia, la guerra aún tiene justificaciones.
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¿Cuál es su relación con Colombia y el conflicto armado? ¿Por qué quisieron hacer un documental sobre esto?
Jenni Kivist: Este documental no lo teníamos planeado. Estuvimos en Colombia pero no teníamos relación con este tema. En 2016 todo el mundo hablaba de la paz y muchas personas nos sugirieron hacer algo referente al conflicto, pero también algo en lo que pudiéramos trabajar nosotros: una película. Por esos días se nos abrió la posibilidad de ir a un campamento guerrillero de las Farc.
Jussi Rastas: Ambos somos documentalistas y tenemos una historia larga con América Latina. Jenni ha vivido en Colombia durante siete años y yo también, además de Perú y Chile. La idea inicial era hacer un documental poético sobre paz y la capacidad del ser humano de convivir. Nos imaginamos algo muy distinto de lo que resultó ser la película.
¿Cómo se transformó?
Jussi Rastas: Los personajes que seguíamos comenzaron a enfrentar desafíos y había demasiada tensión. Se veía que la paz no estaba yendo a buen puerto. Teníamos que dividir la realidad.
Jenni Kivist: Teníamos claro que el documental tendría varias voces y nos interesaba que fuesen opuestas, pero eso fue lo único que supimos. No sabíamos que estaríamos con campesinos cocaleros y mucho menos que en la ciudad encontraríamos otra realidad. Lo que resultó de la película se fue construyendo poco a poco a medida que a las personas les iban pasando cosas. Nosotros como documentalistas sentimos la responsabilidad de seguir esta situación.
Hablan exguerrilleros de las Farc dispuestos a dejar las armas, pero también María Fernanda Cabal, quien deja claro que no está de acuerdo con el proceso de paz. Hablan campesinos cocaleros, pero también hombres adinerados descendientes de familias de presidentes… Todos ellos tenían una justificación para la guerra, aunque no querían seguir con ella.
Jenni Kivist: Sí, era interesante entender que nadie quería seguir con la guerra, pero todas las personas estaban dispuestas en ciertas ocasiones a seguirla. Actuaban en una forma que podría ser cuestionable, pero también soñaban con algo mejor para el país.
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¿Cuáles fueron los criterios para elegir a los personajes de este documental? ¿Cómo llegaron a los campamentos de las Farc, el Centro democrático, etc?
Jenni Kivist y Jussi Rastas: Realmente no elegimos a nadie. Todos ellos llegaron a nosotros. Al único lugar al que llegamos con certeza fue al campamento guerrillero de las Farc en Tumaco, pero, por ejemplo, los campesinos cocaleros fueron parte del documental porque estuvimos rodeados por ellos. Era imposible ignorar a las miles de familias que cultivan la hoja de coca. En la ciudad nos pareció que sí teníamos a las Farc, teníamos que incluir a los que se oponían al acuerdo, es decir, al Centro democrático. Así fue como llegamos a María Fernanda Cabal. Ella se ofreció, así que fue una casualidad. También queríamos encontrar a alguien que tuviera opiniones interesantes acerca del acuerdo y que viviera en la ciudad. Alguien de un mundo distinto al de los guerrilleros o los campesinos. Él también fue una casualidad.
¿Cuánto tiempo tomó el rodaje? ¿A dónde viajaron?
Jenni Kivist y Jussi Rastas: En Colombia rodamos por un año y medio. Cinco o seis meses en Nariño y el resto en Bogotá. Después editamos el documental durante un año porque queríamos estar seguros de que todo estuviera bien. Queríamos ser muy sinceros y honestos, así que nos demoramos mucho, sobre todo porque nos afanaba ser muy justos con las personas que nos permitieron grabarlos.
Ustedes dicen que fue un rodaje lleno de casualidades y basado en la intuición, pero ¿tuvieron algunos referentes informativos, políticos o históricos para guiarse?
Jenni Kivist y Jussi Rastas: Durante un año fuimos informándonos y chequeando lo que pasaba, además vivíamos en Colombia, así que fue fácil tener la historia, los datos, las opiniones. Sí hubo cosas que tuvimos que corroborar, pero lo que realmente hicimos fue grabar lo que les pasó a esas personas. Grabamos su realidad. El documental no trata de explicar el conflicto armado colombiano, pero sí lo que les pasaba a los personajes que allí salen.
Podría decirse que cada uno de los personajes del documental tiene una excusa o justificación para la guerra. No necesariamente para ser parte de ella, sino tal vez para su existencia. Hablan desde unas convicciones muy firmes, pero susceptibles a cuestionamientos ¿ustedes con qué se quedaron? ¿Tienen alguna postura frente a lo que conocieron durante este rodaje?
Jenni Kivist y Jussi Rastas: Más que todo con que los mundos sí son muy separados. De las selvas de Tumaco a la capital hay una diferencia abismal. Las realidades que se viven en esas burbujas son muy distintas. Nos pareció muy bueno hacer una película, justamente, para entender eso. Creo que no tendríamos más opiniones que esa porque no somos víctimas, así que sería muy arrogante decir algo más allá de eso. Fue una experiencia vital para nosotros.
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No sé sí lograron hacer una película poética sobre la paz, pero tal vez sí una película poética sobre la condición humana. Esos contrastes tan bruscos y visibles en el mismo país. Esa desigualdad…
Jenni Kivist y Jussi Rastas: Sí, muchas veces pensamos que habrá personas que se preguntarán por qué dos finlandeses hacen un documental sobre el conflicto colombiano. Nosotros les responderíamos que creemos que los colombianos tienen que contar su historia y su realidad, pero como extranjeros pudimos acceder a universos a los que a los colombianos se les podría dificultar por el hecho de nacer allí o ser parte del conflicto. Como extranjeros tuvimos la ventaja de acceder a lugares y ganarnos la confianza de todo el mundo.