“Yo tengo esa mirada de lector, siempre vivo mirando escenas”: Jorge Alí Triana
El director adaptó para teatro, con su hija Verónica, “El coronel no tiene quien le escriba”. La obra se presentó durante el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá hasta el pasado 9 de abril. Sin embargo, aún continua con funciones en el Teatro Colón. Mañana se presenta a las 7:30 p.m.
Danelys Vega Cardozo
Jorge Alí Triana acaba de cumplir —el 4 de abril— ochenta años. Aunque ha dedicado su vida al cine, la televisión y el teatro, tiene una pasión adicional que lo ha movido a lo largo de estos años: la literatura, en particular la latinoamericana. “Me parece que los grandes escritores latinoamericanos no son escritores del tercer mundo, son escritores universales que han logrado hacer la gran metáfora de nuestra realidad, han creado personajes de una gran complejidad, han contado la historia de América Latina, de alguna manera, con sus grandes tragedias, sus grandes dolores, sus grandes esperanzas. Nos han contado muy bien, han codificado esa realidad de una manera compleja, poética y poderosa”.
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Jorge Alí Triana acaba de cumplir —el 4 de abril— ochenta años. Aunque ha dedicado su vida al cine, la televisión y el teatro, tiene una pasión adicional que lo ha movido a lo largo de estos años: la literatura, en particular la latinoamericana. “Me parece que los grandes escritores latinoamericanos no son escritores del tercer mundo, son escritores universales que han logrado hacer la gran metáfora de nuestra realidad, han creado personajes de una gran complejidad, han contado la historia de América Latina, de alguna manera, con sus grandes tragedias, sus grandes dolores, sus grandes esperanzas. Nos han contado muy bien, han codificado esa realidad de una manera compleja, poética y poderosa”.
Ese gusto por este tipo de narrativas, lo ha llevado a adaptar al teatro y la televisión, desde hace más de treinta años, diferentes obras literarias latinoamericanas. A la pantalla chica llegó en 1987 la adaptación de El Cristo de espaldas de Eduardo Caballero Calderón. Al año siguiente, el turno fue para Los pecados de Inés de Hinojosa de Próspero Morales Pradilla. Luego, en 1991 vino Maten al león de Jorge Ibargüengoitia y Castigo Divino de Sergio Ramírez. En las tablas, Vargas Llosas, Sánchez Baute, Jorge Amado y García Márquez se han reunido gracias a Alí Triana. Porque el director ha adaptado, para teatro, Pantaleón y las visitadoras, La fiesta del Chivo, Al diablo la maldita primavera, Doña Flor y sus dos maridos, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, Crónica de una muerte anunciada y El coronel no tiene quien le escriba. Quizá, el otro año, se una a este listado Juan Rulfo con su novela Pedro Páramo. De ser así, primero el telón subirá en Nueva York y tiempos después lo hará en Colombia.
Pero llevar a las tablas obras literarias no es un ejercicio fácil, pues como menciona Alí Triana lo primero que se debe hacer es una “traducción del lenguaje”. “La obra está ahí, la obra no necesita que nadie la toque, que nadie le agregue nada ni que le quite nada, es más bien el ejercicio de si eso se puede convertir en teatro”. Y en las tablas, a diferencia del cine o la televisión, el espectador es parte de la obra, puede influir en ella porque comparten el mismo espacio y tiempo. “El teatro tiene ese elemento mágico del hecho vivo, es una especie como de ritual: el público modifica la obra, influye sobre ella y el actor también influye sobre el público. Es un hecho palpitante que sucede ahí, irrepetible; cada función es distinta”.
Dice el guionista que padece de “una deformación profesional”: cada vez que lee, las escenas lo acompañan por su cabeza. “Yo tengo esa mirada de lector, siempre vivo mirando escenas, yo todo lo veo en escenas, es una deformación profesional; afortunada porque eso me permite esa mirada de armador de escenas, de armador de mundos, de creación de personajes”.
Personajes que ha construido al lado de su hija Verónica, quien es dramaturga. Lleva quince años trabajando con ella, hasta tienen una compañía productora juntos: “Dramas”. Pero con Rubén, otro de sus hijos y quien es director de cine, también han sacado adelante proyectos, pues han codirigido juntos. Tal vez la clave que le ha servido para laborar con sus hijos es separar los espacios y los roles, tratarlos como uno más. “Nos tratamos como profesionales, no como papá e hijos, cuando trabajamos, trabajamos como si fueran otras personas”.
Con Verónica adaptaron para teatro El coronel no tiene quien le escriba. Una obra que estrenaron primero en 2018 en Nueva York, y tan solo el año pasado llegó al Teatro Colón. “Yo creo que es un gran poema dramático que trabajé con un elenco maravilloso de actores, que se enamoraron del proyecto, que lo estamos haciendo con toda el alma y que ha gustado mucho al público, a todo tipo de público: a la gente mayor, a la gente joven, al público popular, al público, digamos, intelectual”. Y es que el elenco de esta obra está compuesto por actores como Germán Jaramillo, Laura García, Santiago Moure, John Alex Toro, Luis Miguel Hurtado, entre otros. Todos, como dice él, apasionados y amantes del oficio.
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Germán Jaramillo encarna al coronel. Ese que se queda esperando una pensión que le prometieron tras la firma del Tratado de Neerlandia. Todas sus esperanzas quedan puestas en un gallo de pelea. Ese que come mejor que él y su esposa. El animal es también el recuerdo que les ha quedado de su hijo Agustín, quien ha sido asesinado en la gallera por repartir propaganda en contra del gobierno. “Una obra que habla metafóricamente de Colombia”, como dice el director.
Dice Alí Triana que la novela de Gabriel García Márquez es “una de las obras más importantes de la historia de la literatura colombiana”. Tal vez aquello tenga que ver con que esta es una obra sentida por su autor, un corresponsal que se estaba muriendo de hambre porque había dejado de recibir su sueldo en tierras lejanas. Un escritor que estaba varado en París porque el periódico donde laboraba había sido cerrado por el gobierno de turno: la censura de Rojas Pinilla a El Espectador. Y entonces, quizá, todas esas vivencias les sirvieron de inspiración.
Triana considera que haber trabajado con García Márquez es una de las cosas más interesantes que le han pasado a nivel profesional. “Era fascinante ver a este hombre como un volcán de imaginación danzando ideas”. Si el escritor no hubiera fallecido, ya hace casi ocho años, quién sabe si entre los dos hubieran adaptado juntos El coronel no tiene quien le escriba, como lo hicieron con La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Adaptación teatral de la que aún conserva anécdotas.
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“Cuando hicimos La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, él fue aquí al Teatro de la Castellana, aquí en Bogotá, y al otro día me llamó y me dijo: “¿Por qué le quitaste este parlamento?” —no recuerdo bien si a Eréndira o Ulises—, entonces le digo: “¿Cuál parlamento?” —me lo dice— y le digo: “Cuál parlamento, si eso no está en la novela”. “Me lo dices a mí”, fue su respuesta. Entonces, yo me fui a buscarlo a la novela y efectivamente no estaba, así que lo llamé y le dije: “Ese parlamento no existe, cuál edición tienes, abre la página”. Me dijo: “Si no está, entonces hay que ponerlo”, eso me lo hizo como dos veces, me daba terror cada vez que iba porque quería agregarle algo”.