“Yo vi tres luces negras”: el director reniega del realismo mágico en la película
El director colombiano Santiago Lozano ha renegado de la etiqueta de realismo mágico que la crítica le ha puesto a su última película, Yo vi tres luces negras, un trabajo sobre la resistencia de la cultura de los habitantes de las aldeas de Colombia con el que compite en el Festival Internacional de Cine de Gijón (España).
“El término realismo mágico no me gusta, es una etiqueta colonialista y racista sobre realidades fantasiosas que no existen, y mi película muestra la realidad de los habitantes de los territorios”, dice Santiago Lozano Álvarez, director de “Yo vi tres luces negras”.
La cinta, segundo largometraje del director colombiano después de ‘Siembra’ (estrenada en el festival de Locarno en 2015 y obtuvo el premio de la crítica), es “una historia de fantasmas en la selva” protagonizada por un curandero interpretado por Jesús María Mina, que intenta defender la naturaleza y la tierra amenazada por la deforestación.
El largometraje, que fue estrenado en la sección panorama del 74 festival de Berlín y obtuvo el Grand Prix Coup De Coeur en el 36 Festival de Toulouse, narra el viaje de José de los Santos, un trabajador de una funeraria al corazón de la selva amazónica, donde se rencuentra con el espíritu de su hijo.
Lozano ha explicado el importante papel que desempeñan en las comunidades las personas que curan las enfermedades de la población con rituales y plantas recogidas en la selva, prestan servicios funerarios y tienen una percepción del tiempo y de la realidad distinta a la de las poblaciones urbanas.
El cineasta ha asegurado buscar la reivindicación de las tradiciones vivas y la cotidianidad de las comunidades como una forma de resistencia en los territorios, que están amenazados por una industria que “está cometiendo un verdadero ecocidio”
José de los Santos habita la selva y la selva lo habita a él, que defiende la naturaleza en la que vive, convencido de que la mayor parte de los conflictos humanos y de las guerras comienzan por disputas por la propiedad de la tierra.
El filme, que tiene un río como hilo conductor en el viaje de José, transita entre lo místico y lo atávico de una historia que puede interpretarse como una llamada de atención sobre el futuro de la humanidad.
“El término realismo mágico no me gusta, es una etiqueta colonialista y racista sobre realidades fantasiosas que no existen, y mi película muestra la realidad de los habitantes de los territorios”, dice Santiago Lozano Álvarez, director de “Yo vi tres luces negras”.
La cinta, segundo largometraje del director colombiano después de ‘Siembra’ (estrenada en el festival de Locarno en 2015 y obtuvo el premio de la crítica), es “una historia de fantasmas en la selva” protagonizada por un curandero interpretado por Jesús María Mina, que intenta defender la naturaleza y la tierra amenazada por la deforestación.
El largometraje, que fue estrenado en la sección panorama del 74 festival de Berlín y obtuvo el Grand Prix Coup De Coeur en el 36 Festival de Toulouse, narra el viaje de José de los Santos, un trabajador de una funeraria al corazón de la selva amazónica, donde se rencuentra con el espíritu de su hijo.
Lozano ha explicado el importante papel que desempeñan en las comunidades las personas que curan las enfermedades de la población con rituales y plantas recogidas en la selva, prestan servicios funerarios y tienen una percepción del tiempo y de la realidad distinta a la de las poblaciones urbanas.
El cineasta ha asegurado buscar la reivindicación de las tradiciones vivas y la cotidianidad de las comunidades como una forma de resistencia en los territorios, que están amenazados por una industria que “está cometiendo un verdadero ecocidio”
José de los Santos habita la selva y la selva lo habita a él, que defiende la naturaleza en la que vive, convencido de que la mayor parte de los conflictos humanos y de las guerras comienzan por disputas por la propiedad de la tierra.
El filme, que tiene un río como hilo conductor en el viaje de José, transita entre lo místico y lo atávico de una historia que puede interpretarse como una llamada de atención sobre el futuro de la humanidad.