Yolanda Domínguez: “No podemos ser lo que no podemos ver”
Sobre el poder de las imágenes y las presentaciones del mundo a través de ellas: religión, ficción y publicidad. Sobre el origen de los estereotipos y su incidencia en la percepción que tenemos de los demás.
Laura Camila Arévalo Domínguez
“Consumimos más imágenes que alimentos. Y las imágenes tienen un efecto en nuestra salud mental, social, etc”, dice Yolanda Domínguez, artista visual, escritora y activista española. Tiene un libro llamado “Maldito estereotipo” y, durante su estadía en Colombia, habló sobre la importancia de revisar si, realmente, el mundo ha evolucionado con respecto a la reproducción de estereotipos para representar la vida y los roles.
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“Consumimos más imágenes que alimentos. Y las imágenes tienen un efecto en nuestra salud mental, social, etc”, dice Yolanda Domínguez, artista visual, escritora y activista española. Tiene un libro llamado “Maldito estereotipo” y, durante su estadía en Colombia, habló sobre la importancia de revisar si, realmente, el mundo ha evolucionado con respecto a la reproducción de estereotipos para representar la vida y los roles.
Dice que somos seres visuales y entendemos mejor las imágenes. Que el 50% de nuestro cerebro se dedica a funciones visuales y que interpretamos una imagen 60 mil veces más rápido que un texto: recordamos el 70% de lo que vemos, el 20% de lo que leemos y el 10% de lo que escuchamos.
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Lo que ha logrado concluir a lo largo de su carrera como artista y activista, es que, generalmente, quien quiera convencer (quien sepa del poder de las imágenes), no lo hará por medio de lo que diga, sino de lo que muestre: “La política, la religión y la publicidad utilizan imágenes para influir en tus decisiones futuras. ¿Cómo nos educan nuestros padres y madres? El primer elemento que tienen es la ficción. Nos cuentan cuentos y, a través de estas historias que nos cuentan con personajes, los seres humanos tenemos una capacidad innata que se llama empatía. Nos ponemos en la piel de esos personajes y sentir lo que están sintiendo. Eso nos ayuda a comprender lo que está pasando, a incorporarlo y a usarlo el día de mañana”, explica la española.
Agregó que, además, aprendemos de las experiencias de los demás, así sea ficción: lloramos, reímos, así la historia que nos relatan no sea cierta. Y que la publicidad también usa personajes, ya que nos cuentan cosas a través de otros. Las imágenes también tienen otra herramienta: la imitación. Imitamos todo a través de las neuronas espejo que imitan compulsivamente. Domínguez mencionó la empatía por semejanza: nos ponemos antes en la piel de esos personajes con quien compartimos más características.
Durante su intervención se analizó una imagen de la película de Disney “La sirenita”: la protagonista, que estaba sentada en frente del príncipe, estaba encogida, mientras que él se veía más extendido, ocupando el espacio. Lo que ocurrió con esta narración, según ella, se repitió durante muchísimas películas infantiles más en las que las princesas tuvieron que sufrir por amor, cambiar sus cuerpos para agradar a sus príncipes y sacrificarse por los otros.
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La socialización es lo que ocurre al estar con otros seres humanos y fijarnos en si nuestros actos están premiados o castigados: si recibimos recompensas, tenderemos a repetirlos, pero si están castigados, los reprimiremos. Domínguez fue tan detallista en el análisis de la imagen en cuestión, que detalló hasta las esquinas en donde casi no había luz para fijarse en una figura (una escultura, al parecer) en donde una figura femenina aparece sostenida (hacia arriba) por una masculina, lo que para ella fue una indicación clara: las mujeres pueden subir de escala social seduciendo a los hombres.
Hubo un punto en el que insistió: hay un cuerpo femenino válido, así que las mujeres están presionadas o incitadas a transformar el propio, sobre todo para encontrar el amor, para gustarle al hombre.
“Las imágenes funcionan parecidas a los mapas: cuando vas a un lugar que no conoces, pides un mapa. Y lo primero que haces es buscarte. Encontrar dónde estás tú ahí. Los mapas son representaciones de la realidad y, sin embargo, nos sirven para orientarnos dentro de esta realidad”, complementó, argumentando que, generalmente, cuando las mujeres se buscan en una imagen de publicidad, se encuentran o se reflejan con su par femenino que, en aquellas campañas, generalmente es alto, delgado y heterosexual.
Habló de las mujeres mayores y lo que se percibe de ellas, proyectando que, en las películas de Disney, las malas eran viejas y ambiciosas: Úrsula, Maléfica, Cruela. Se preguntó: ¿y por qué está mal que seamos ambiciosas o queramos ser las reinas de algo? ¿Por qué las malas son las que no se encogen, sino las que expanden sus brazos y su voz?
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Para Domínguez, así es como se crean los estereotipos, que son una forma de identificar a un grupo humano que comparte ciertas características a través de una sola figura, que normalmente arrastra prejuicios del pasado, arrastra una única mirada, pero, sobre todo, nos arrastra como personas en la construcción de quiénes somos, qué lugar ocupamos y qué cosas podemos hacer.
La percepción de las personas también se permea de estos estereotipos: aprendemos a juzgar y a valorar a los demás por lo que vemos en los relatos sociales.
¿Por qué funcionan los estereotipos?
La autora del libro “Maldito estereotipo” sostiene que, sobre todo, funcionan porque los medios de comunicación masivos quieren que los entendamos, quieren público, por ende, hablan en el mismo código. Hablan alineados a la representación del mundo que ya hemos aceptado por medio del arte, la publicidad y las religiones.
La pregunta por si hemos evolucionado la respondió sutilmente recordando que, en pleno Siglo XXI, normalizamos campañas publicitarias de moda en las que las mujeres salen encorvadas y los hombres erguidos y mirando hacia el horizonte. Para argumentar su opinión, expuso varios ejemplos y un video en el que le pidió a varios niños interpretar qué estaba pasando con cada una de las mujeres. El resultado fue que, la mayoría, las asoció con alguna enfermedad, el dolor, la muerte, la debilidad, la droga.
Porque interpretamos al mundo en función de las imágenes que hemos visto antes y mucho de esto se explica preguntándonos de dónde vienen los estereotipos.
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“Desde hace muchos años, quienes han representado el mundo han sido los hombres blancos heterosexuales. Las mujeres no podían trabajar ni estudiar, así que no dieron su perspectiva. Y es que no hay nada de malo en la masculina, pero sí hizo falta la femenina. No podemos ser lo que no podemos ver. Por eso son importantes las representaciones de mujeres líderes, presidentas, estudiantes, pensantes. Claro que tenemos una dimensión sexual, pero no es nuestra única dimensión”.
¿Qué podemos hacer?
Para Domínguez, no hay sostenibilidad sin feminismo, una teoría social y política que busca la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. “No es una cuestión de fe, es conocimiento. Hay muchas propuestas feministas, por ejemplo, de parte de las campañas, pero las hacen mal, porque no saben qué es el feminismo”.
Está convencida de que la gran revolución se dará cuando se incluyan diversidades de miradas en los equipos de trabajo, además de que en las representaciones publicitarias, de medios de comunicación y de ficción, se representen la diversidad de cuerpos.
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