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El artículo, dirigido expresamente al presidente de la República Francesa Félix Faure, fue publicado el 13 de enero de 1898 para denunciar a los culpables de uno de los juicios más famosos de la historia: el caso Dreyfus.
Zola escribe su manuscrito con dos objetivos, explica el profesor emérito de literatura francesa de la Sorbona, Alain Pagès: “por un lado, resumir este caso (Dreyfus), intentar mostrar cómo de complejo es; y por otro, denuncia a quien se le aparece como el verdadero culpable, es decir, toda la institución militar”.
El caso dividió a la sociedad francesa en 1894, cuando el capitán del Ejército Alfred Dreyfus fue condenado por espionaje a favor de Alemania y deportado al temido penal de la isla del Diablo, en Guayana.
Tres años después se descubrió que Dreyfus era inocente, pero las autoridades militares ocultaron las pruebas y dejaron que el condenado continuase en prisión para encubrir su torpeza.
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Zola, que a sus 57 años era un escritor consagrado como el maestro del naturalismo, con obras como "Germinal", "Nana" o "La Tierra", comenzó su campaña por Dreyfus en 1897 en el diario conservador Le Figaro, que suspendió sus colaboraciones por las quejas de los lectores.
Es entonces cuando un nuevo periódico republicano acoge al escritor y le da el espacio para publicar su carta de denuncia.
"Es sin duda L’Aurore quien tiene la valentía de acoger el 'J'accuse'", afirma Pagès, quien habla del artículo como un "acto de valentía" y asegura que "el texto no podría haberse publicado en otro periódico".
El manuscrito original del "J'accuse" se guarda en la Biblioteca Nacional de Francia (BNF) y en él se puede entrever la urgencia con la que su autor lo escribió, afirma el conservador Charles-Éloi Vial.
Vial destaca las manchas de tinta que aparecen en el manuscrito, un texto "sin muchos tachones, que no fue pasado a limpio y que fue enviado rápidamente a una imprenta" por la necesidad imperante de Zola de publicarlo.
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El artículo, que ocupó íntegramente la primera plana del diario y parte de la segunda página, causó sensación inmediata en Francia y a nivel internacional.
Tal importancia tiene el texto que el manuscrito está catalogado como monumento histórico, algo "muy raro" y que muestra "la importancia del documento y el hecho de que no debe abandonar nunca el territorio francés", afirma el conservador.
Nace la figura del intelectual comprometido
Para Pagès, con Zola surge la figura del intelectual comprometido, clave para la historia de Francia en el siglo XX, como una persona que interviene en el debate público porque "no puede quedarse sin actuar".
"Algunos lo comparan con Victor Hugo o Voltaire", explica Jean-Sébastien Macke, director del Centro de Estudios sobre Zola y el Naturalismo, en el que también se analizan las más de 4.000 cartas de apoyo que recibió el escritor tras publicar el artículo, desde países como Australia, Rusia, Alemania y también España.
Esas cartas, dirigidas a un "estimado Emilio Zola", muestran "admiración y apoyo por su compromiso en el caso Dreyfus" y algunas llegan a recomendar abogados al escritor, explica Macke.
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Este apoyo internacional choca drásticamente con muchas cartas de sus compatriotas: "cerdo", "cobarde", "títere" o "traidor" son algunos de los insultos que le dedicaron de forma anónima los franceses a Zola en su correspondencia, en muchas ocasiones con tintes xenófobos, al ser el escritor de origen italiano, y antisemitas, pues Dreyfus era judío.
El país, dividido por el caso, también le dirigió palabras de apoyo, pero las cartas "anti-Zola" son muy numerosas, y la crítica, "muy fuerte y muy violenta en las expresiones utilizadas", incluso con amenazas de muerte, puntualiza Macke.
Publicar "J'accuse " le valió a Zola el exilio a Inglaterra y la apertura de un proceso judicial que acabaría por condenarlo, pero que serviría para descubrir nuevas pruebas a favor de Dreyfus, perdonado en 1899 y posteriormente reintegrado en la carrera militar.
Con los años, la consideración de Zola cambió dentro de la sociedad francesa, que ahora ve en él no solo un gran escritor francés, sino también un defensor de la justicia y la verdad, asegura Macke, lo que le valió un hueco en el Panteón de París.