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Colombia tiene vicepresidenta, con A. Si bien esa fue una de las pocas certezas que arrojaron los resultados de la primera vuelta presidencial, este domingo las urnas dictaron su veredicto: Marta Lucía Ramírez será la primera mujer en la historia del país en ocupar este cargo, uno de los más poderosos en el Palacio de Nariño, 64 años después de que al sexo femenino le fuera permitido participar en la política y votar.
La llegada de Ramírez a la Vicepresidencia no implica automáticamente una victoria para la lucha por la equidad de género. De hecho, uno de sus grandes retos consiste en darle a este suceso un valor más allá del simbólico, por ejemplo, poniendo en la agenda gubernamental temas que le brinden mayores garantías a la población femenina del país.
Su experiencia y conocimiento auguran que en los próximos cuatro años no se conformará con un papel secundario, especialmente en temas como comercio exterior, Fuerzas Militares y economía. La exministra de Defensa también ha dicho que pondrá sobre la mesa asuntos como la prevención de la violencia de género y la promoción de la mujer en campos científicos y empresariales.
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“Tengo la oportunidad de llegar a la Vicepresidencia a priorizar el trabajo de las mujeres para empoderarlas y capacitarlas para que puedan tener roles de liderazgo en economía, negocios y política”, dijo recientemente en diálogo con El Espectador.
Desde marzo de 2010, cuando participó en las elecciones internas del conservatismo como precandidata presidencial, Ramírez ha estado tras el mandato de Colombia. En 2014 fue candidata y en 2017 anunció que se lanzaría nuevamente a la Presidencia, con una larga trayectoria política a cuestas en los ministerios de Comercio Exterior y Defensa, así como en el Senado de la República. Sin embargo, en la consulta de la coalición de derecha, Iván Duque fue elegido como el candidato, “demostrando una vez más que el machismo está permanentemente presente en la política”, como lo señaló la nueva vicepresidenta en entrevista con este medio.
Lo mismo argumenta Angélica Bernal, politóloga y autora de Las mujeres y el poder político: una investidura incompleta: “las mujeres, como en este caso, a pesar de estar formadas y ser capaces, continúan quedando en un renglón secundario frente a quien finalmente se disputa el poder político”.
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"La pregunta es ¿cuáles son las circunstancias políticas, sociales y culturales por las cuales, aunque se tenga la preparación, no se logra que una mujer se convierta en una alternativa seria para el poder, en términos de la Presidencia? Pareciera que hay un sentido común construido que indica que ya hay igualdad de derechos y oportunidades, sin embargo, todavía el país se estructura alrededor de visiones que tienen un sesgo de género”, asegura Bernal.
Según la académica, este escenario también quedó en evidencia con el rol que jugaron las mujeres en el desarrollo de la contienda electoral. Aunque en un inicio hubo varias que aspiraban llegar a la Casa de Nariño, luego de las consultas interpartidistas y el desarrollo de la carrera la Presidencia, únicamente Viviane Morales y Piedad Córdoba encabezaron las candidaturas, para luego retirarse.
“Si bien hemos avanzado en términos de ocupar cargos políticos, por otro lado, hay un aplazamiento permanente para que no solo sea un tema de representatividad y corrección política. Una apuesta por la paridad implica un compromiso real con la legislación que permita avanzar en la equidad de género de manera global en la sociedad”, concluye Bernal.