“Santos fue un pasajero de ocasión en el uribismo”: Iván Duque

El candidato presidencial del uribismo no reconoce enemigos en el Centro Democrático, rechaza una alianza “por conveniencia” con Vargas Lleras y niega ser el favorito de Uribe.

-Hugo García Segura / Norbey Quevedo
11 de diciembre de 2017 - 03:00 a. m.
Iván Duque se convirtió en el candidato presidencial del Centro Democrático tras una seguidilla de encuestas que se encargó a los militantes del partido y a los colombianos, en general, sobre su intención de voto frente a la baraja de cinco precandidatos que aspiraban a dicha nominación: Carlos Holmes Trujillo, Rafael Nieto Loaiza, Paloma Valencia y María del Rosario Guerra. / Archivo
Iván Duque se convirtió en el candidato presidencial del Centro Democrático tras una seguidilla de encuestas que se encargó a los militantes del partido y a los colombianos, en general, sobre su intención de voto frente a la baraja de cinco precandidatos que aspiraban a dicha nominación: Carlos Holmes Trujillo, Rafael Nieto Loaiza, Paloma Valencia y María del Rosario Guerra. / Archivo

Ayer se revelaron los resultados de la última encuesta del Centro Democrático que dio por ganador al hoy senador Iván Duque, convirtiéndolo en el candidato presidencial del uribismo. Superó con 29,47 % de intención de voto a sus contrincantes Carlos Holmes Trujillo y Rafael Nieto Loaiza, quienes obtuvieron el 20,15 y 20,06 %, respectivamente. Tras su nominación única, habla sobre la polémica que suscita su nombre en el interior del partido y el supuesto favoritismo del expresidente Álvaro Uribe hacia Duque. También habla de las alianzas que planea a partir de este momento, para fortalecer la coalición con la que espera ganar en primera vuelta.

(Lea: Iván Duque es el candidato presidencial del Centro Democrático)

Su nombre genera polémica en cierto sector del uribismo. ¿A qué cree que se deba eso?

No lo he sentido así. Hemos recorrido el país en más de 30 foros con una gran respuesta de la ciudadanía a las propuestas nuestras y eso me motiva mucho. He estado vinculado con la militancia del partido desde hace mucho tiempo, recorriendo Colombia; estuve en la campaña presidencial de 2014 con el equipo programático y después en las elecciones locales, y siempre he sentido una gran respuesta de las bases. Es como todo, hay gente que tiene discrepancias con uno, pero creo que en política se debe partir de una premisa y es la que tengo: no reconozco enemigos en el Centro Democrático.

¿Cómo interpreta la expresión: “será el que diga Uribe”?

Lo que me gusta es que, de alguna forma, cuando la gente dice coloquialmente “el que diga Uribe” en realidad lo que está diciendo es “el que diga el uribismo”, “el que diga el Centro Democrático”, el que genere esa identidad con nuestros postulados.

Claro que Juan Manuel Santos fue en su momento el que dijo Uribe y no falta quien diga que usted podría alejarse de la línea uribista…

Juan Manuel Santos siempre fue un pasajero de ocasión en el uribismo, nunca participó de la configuración del ideario y mucho menos del Estado comunitario. Para mi tranquilidad y mi convicción, estuve durante los ocho años del gobierno de Uribe como miembro de su equipo económico, y llevo siete con él desde que dejó la Presidencia. Cuando dejó la Casa de Nariño me invitó a ser su asesor en las Naciones Unidas, fui su profesor asistente, trabajé en sus memorias, participé en la configuración de su agenda internacional, he sido su compañero en el Senado, tengo una gran identidad ideológica y en lo que queremos para Colombia. Me siento orgullosamente uribista.

¿Es verdad eso que dicen que usted siempre fue el favorito de Uribe?

Nunca he tenido esa pretensión. Tengo con él una relación extraordinaria y lo que espero en este momento es ser el favorito de los colombianos.

¿Es posible pensar en una alianza con Germán Vargas Lleras?

Las alianzas no pueden ser matrimonios por conveniencia. Las alianzas deben ser por congruencia, por coherencia, por visión de país. Todo el que quiera entrar en una coalición con nosotros o con quien la configuremos tiene que ser sobre la base de un ideario claro, no por ocasión, no por componendas, no por intereses burocráticos, no por el simple pragmatismo de la calculadora electrónica, sino pensando en una gran agenda para recuperar al país.

Hay quienes lo califican a usted como el “comunista” del Centro Democrático. ¿Se define de derecha, de centro, de izquierda o de qué?

Me defino de extremo centro. Soy miembro de una generación donde está el 73 % de los colombianos, que somos los menores de 45 años, y tenemos que superar esos debates anacrónicos de izquierda y derecha para pensar en el futuro del país. Eso implica tener la claridad de entender que Colombia tenga seguridad, legalidad y justicia. Que tengamos un país con espíritu emprendedor, con mercados abiertos, donde haya competencia. Eso me reafirma que soy una persona comprometida con una economía de mercado pero donde haya verdadera competencia. Y que la legalidad y el emprendimiento ayuden a construir equidad sobre la base de crear empleos formales en la sociedad colombiana.

¿Estaría dispuesto a ser fórmula vicepresidencial de Marta Lucía Ramírez ahora que se viene la definición de las coaliciones?

He dicho con humildad y convicción que soy candidato a la Presidencia no a la Vicepresidencia.

Lo descarta entonces…

En este momento mi aspiración es clara: quiero ser el próximo presidente de Colombia. Uno en política tiene que ser muy claro con el elector y con uno mismo. Hay muchos que se meten en esto apuntándole a la luna para quedarse con las estrellas.

¿Usted es de los que piensan que hay que hacer trizas los Acuerdos de Paz con las Farc?

Ni trizas ni risas. No se trata de hacer trizas los acuerdos. Fui uno de los voceros del No y siempre dijimos que esa no era la premisa. Creo en la desmovilización, el desarme y la reinserción sin reincidencia, pero cuando digo no risas es que no podemos tener complacencia con aquellas cosas que afectan gravemente nuestra institucionalidad. Por ejemplo, si soy presidente voy a presentar una reforma para que el narcotráfico no sea un delito amnistiable y si bien no tendría efectos retroactivos, es una forma de enviarle un mensaje claro al país de que no queremos que siga siendo combustible de la violencia. Segundo, la erradicación y la sustitución tienen que ser obligatorias, si usted las deja voluntarias se prestan para un círculo vicioso que no termina con el problema sino que lo perpetúa. Tercero, armas escondidas que no fueron entregadas para su destrucción y dineros escondidos que no fueron entregados para reparar a las víctimas implica la pérdida de todos los beneficios porque se habrían burlado del país. Y por último, yo no creo que se pueda llamar justicia que los máximos responsables de crímenes de lesa humanidad puedan aspirar y ejercer cargos públicos sin haber cumplido penas proporcionales y efectivas. Esas son cosas que, a mi juicio, deben reformarse para fortalecer el Estado de derecho.

En el mismo uribismo hay gente que dice que si se hunde el proceso de paz asumimos las consecuencias, ¿usted piensa igual? Porque es fácil decir eso cuando son otros los que le ponen el pecho a las balas…

Es que el pecado fue haber dividido a los colombianos entre amigos y enemigos de la paz. No creo que en el país haya ciudadanos de bien que sean enemigos de la paz y más bien esos son los que a través de la violencia han querido doblegar el país en función de sus pretensiones. Un proceso que no mejore la provisión de seguridad sigue generando los mismos problemas. Hoy hay menos de 2.000 hombres de las Farc en disidencias, eso demuestra que hay fallas estructurales en el proceso. Hemos visto al delegado de la ONU decir que el 55 % de las personas en zonas de transición ya no están ahí, están en sus casas o en grupos disidentes. Los cultivos ilícitos están creciendo, vemos asesinatos de líderes. Lo que debemos buscar todos los colombianos es que la aplicación de una política de desarme, desmovilización y reinserción apunte a garantizar que no haya más violencia y que el narcotráfico no siga siendo una fuente de generación de violencia. Y cuando digo estas cosas no lo hago sobre la premisa de que la alternativa aquí es salir a dar plomo. La alternativa es que entendamos que hay que recuperar la institucionalidad porque aquí esto debe ser una política de Estado y no de gobierno, pero para que la política de Estado funcione necesitamos cerrar la compuerta del narcotráfico y evitar que haya grupos armados haciendo control territorial.

Las Farc se desarmaron y se desmovilizaron, es decir, cumplieron en lo fundamental. ¿Y el Estado qué?

Ha pasado un año desde el acuerdo de teatro Colón, que desconoció el mandato popular del 2 de octubre, y no se conoce la información con precisión sobre todos los niños reclutados ilegalmente. Las asociaciones de víctimas de las Farc han reclamado información sobre el paradero de centenares de secuestrados que seguramente estarán en fosas comunes. No han revelado las rutas del narcotráfico, los canales de lavados de activos, los proveedores de precursores químicos, los socios en los canales fronterizos. Esta es la hora que no se conoce con claridad los recursos que van a entregar para la separación de las víctimas y hay denuncias sobre la existencia de más caletas. Cuando uno suma todo esto no se puede hablar de un cumplimiento fehaciente de las Farc y para llevar un año, deberíamos tener muchos más avances. Y otra cosa que preocupa: que decir toda la verdad no significa aceptar responsabilidades. Muy seguramente vamos a tener cabecillas hablando largas horas, se va entender que eso es la verdad, sin haber aceptado responsabilidades y eso es otra forma de ultrajar a las víctimas.

Pero es que precisamente eso es lo que tiene que resolver la JEP, pero si de entrada no quieren que opere…

La JEP se supone que es para hacer juicios de carácter individual y lo que uno esperaría es que defendiera un principio que está contemplado en el Estatuto de Roma, que es la proporcionalidad y la efectividad de la pena, pero la información del narcotráfico es una información del grupo, no individual, y ya la debería conocer el país. Lo mismo la información de los secuestrados o la de los niños reclutados. Por eso digo que la JEP tiene una precisión y son las responsabilidades de carácter individual, pero lo que son las responsabilidades de grupo, lo que el país debería conocer de las actividades ilícitas de las Farc como grupo, es muy poco lo que tenemos un año después de haber vendido esto como la gran oportunidad de la verdad.

¿Y las responsabilidades del Estado?

Hay que mirar varias cosas de lo que ha sido la conducta del Estado a lo largo del tiempo. Algo que siempre he dicho es que las personas que han vestido el uniforme de la patria y han abusado de él, han cometido fechorías y crímenes deleznables, deben tener sanciones ejemplares. El que haya masacrado un civil y lo haya hecho aparecer como un combatiente, ahí de lo que estamos hablando es de un crimen atroz que no merece ningún tipo de tratamiento diferencial. Y creo que el Estado debe seguir velando por que ese tipo de conductas no ocurran y si es así, sancionarlas ejemplarmente.

¿Los falsos positivos no deben ir entonces a la JEP?

Hay que separar muy bien los casos. Cuando se habla de falsos positivos hay que saber mirar en detalle las conductas. El falso positivo que se entiende como tomar jóvenes en algún lugar, vestirlos de guerrilleros, masacrarlos y mostrarlos como si fueran combatientes, eso no debe ir a ninguna JEP. Pero un acto de servicio, en un combate, con un protocolo de movilización y de control territorial, esas son circunstancias que se deberían manejar con una Justicia Penal Militar especializada, no indulgente pero profesional, que sea capaz de evaluar las circunstancias de modo, tiempo y acción operaciones de la Fuerza Pública para determinar qué fue lo que ocurrió. Eso Colombia se lo merece, pero tratar de poner en la misma canasta ante la justicia a quienes obran defendiendo la Constitución y la ley con quienes están por fuera, me parece inaceptable. Por eso, parte de mi plataforma es que el país tenga una verdadera Justicia Penal Militar.

¿Hay que hacer una nueva reforma tributaria?

Cuando una economía se está desacelerando, lo peor que se puede hacer es aumentarle los impuestos porque eso profundiza el problema. Primero hay que reconocer cuál fue el pecado original de este gobierno en materia económica y ahí es que yo digo que le pasó lo de la canción de Yimy Gutiérrez: se bebió lo del mercado. Se embriagó con una bonanza petrolera, pensó que el precio iba a estar a 100 dólares el barril eternamente, y amplió los gastos permanentes con un producto con el que ni siquiera somos autosuficientes. Hay reservas para menos de cinco años y el 70% de los yacimientos hoy producen menos de 1.000 barriles. Se cayó el precio y vino el segundo error: cambiar petróleo por impuestos. Lo que hizo fue asfixiar a los consumidores que tienen que pagar un IVA del 19 %, la inflación se les comió el aumento del salario mínimo y les subió los impuestos a las empresas hasta el punto de que hoy tenemos una tarifa corporativa de renta por encima de los países de la OCDE. Yo propongo cambiar la mentalidad y que entendamos que la recuperación empieza por eliminar gastos del gobierno central; hacer una reforma a la administración pública donde generemos los ahorros suficientes con eficiencia; y luchar contra la evasión y tratar al menos de reducirla en un 50% en los próximos tres años. Esas tres cosas no más nos pueden liberar 40 billones de pesos. Si hacemos eso, podemos bajar impuestos a las empresas y que las exenciones sean de verdad para la generación de empleo. Eso permitirá más inversión, que a su vez nos permitirá mejorar los salarios de los trabajadores y reactivar la capacidad de consumo. Y todo esto de la mano con diversificar más la economía, llegar a las cadenas de valor, estimular la industria y simplificar los sistemas de trámites. Y estoy proponiendo también la creación de la ventanilla única de comercio y emprendimiento para reducir los trámites y estimular al sector comercio.

¿Si usted fuera presidente, cuál sería su postura frente a Venezuela?

Creo en la libre determinación de los pueblos, pero ello no puede ser la libre determinación de los dictadores. Lo que hay en Venezuela es una dictadura oprobiosa, que ha limitado las libertades, que ha acabado con los poderes, que ha acabado con la iniciativa privada y ha producido crímenes sistemáticos que además con de la competencia de la Corte Penal Internacional. Por eso yo denuncié ante ese tribunal a Nicolás Maduro, acompañado con la firma de 76 senadores y 75 parlamentarios de Chile. Espero que eso permita que la CPI abra una observancia sobre Venezuela y eventualmente una investigación. Todo el amor y toda la mejor relación con el pueblo venezolano, pero voy a ser un presidente que en los canales diplomáticos multilaterales va a seguir haciendo las denuncias que correspondan para que con los demás países de América Latina permitamos que Venezuela haga la transición hacia la democracia y permita la recuperación de su economía. Y si soy presidente voy a convocar a una mesa humanitaria con más países de América Latina para que Colombia no sea el único amortiguador humanitario y no seamos el único país que absorba ese flujo migratorio de Venezuela y se les brinde a esas personas oportunidades de trabajo temporales. Hay que buscarle soluciones multilaterales a eso, pero de ninguna manera una actitud de rechazo hacia el pueblo venezolano que en años anteriores fue generoso con los colombianos que se fueron para allá.

Una cosa es hablar como candidato y otra siendo presidente, y muchos recuerdan con preocupación las épocas de Uribe, cuando el entonces presidente Hugo Chávez movilizó tropas hacia la frontera…

Yo lo que pienso es un tema de principios. Si usted vive en un edificio y al señor del apartamento del frente usted lo oye todas las noches pegarle a la mujer, maltratar a los hijos y oye los gritos y esa señora cuando se la encuentra en el ascensor le cuenta lo que está pasando, ¿qué es lo que debe hacer por principios? ¿Guardar las formas e ignorar el problema o denunciarlo ante las autoridades? El deber moral de quienes hemos firmado la carta democrática y de quienes defendemos las libertades es que no podemos ser complacientes con una dictadura que está produciendo todos esos daños porque tarde que temprano los efectos se notan acá. Yo no voy a tener una actitud belicosa con el gobierno de Venezuela, pero sí voy a tener la defensa firme de mis convicciones.

¿Qué hacer en el tema de la contratación pública, que es un grifo abierto de corrupción?

Una de las personas que yo admiro en los temas de las teorías de lucha contra la corrupción se llama Robert Klipper y él decía algo muy valioso: corrupción es igual a monopolio más discrecionalidad menos transparencia. Donde hay excesos de monopolio de información en el Estado, ahí hay riesgos altos de corrupción. Donde hay excesos de discrecionalidad, hay riesgos de corrupción. A la contratación directa en Colombia hay que ponerle límites para que esté concentrada en excepcionalidades y no que se convierta en la práctica. Eso implica fortalecer todos los procesos concursantes. Segundo, hay que desmontar los carteles de únicos proponentes, 80 % de la contratación de obra pública municipal en el país tienen único proponente. Tercero, empresa que corrompa funcionarios, ni la empresa ni sus dueños pueden jamás volver a contratar con el Estado. Cuarto, los políticos no pueden meter la mano en los convenios interadministrativos. Quinto, los planes de ordenamiento territoriales son otra vena rota. Llega el contratista y financia al concejal y al alcalde y después estos le pagan el favor, por ejemplo, cambiando las normas del uso del suelo. Creo que es importante buscar sistemas de rápida denuncia y de rápida reacción, y debe haber extensión de dominio rápida a los corruptos.

¿Qué hacer frente a la crisis de la justicia?

Ningún sistema judicial es mejor que la calidad de los jueces. Yo lo que espero es que tengamos una política de reclutamiento de talento en la Rama Judicial, que hoy no existe. Se necesita que el aparato judicial vaya a las facultades de derecho y busque los mejores estudiantes, los motive y los traiga al sistema, porque la remuneración de ingresos no es mala comparada con otros sectores. Se necesita fortalecer también las primeras y segundas instancias, se necesita gerencia en los circuitos judiciales, tener expediente electrónico, que el arraigo judicial se mantenga porque muchos jueces para poder ascender saben que necesitan meterse en la rosca de Bogotá y dejan las regiones. Y en lugar de tener tantas cortes, mejor sería tener una sola que sea unificador jurisprudencial, que sea orientador doctrinal y que le permita tirar línea a la administración de justicia frente a la interpretación de las providencias en los distintos temas que son competencia de los jueces. Hay que quitarle cualquier competencia nominadora o de elección para que no esté cooptada por el poder político. Claro, hay que fortalecer los mecanismos de resolución de conflictos y convendría fortalecer la tutela, pero al mismo tiempo racionalizarla para que no se convierta en la sala de urgencias del sistema judicial. La tutela tiene que servir es para garantizar los derechos y no para todo tipo de circunstancias.

Lo que acaba de plantear son soluciones macro, pero qué plantea para el ciudadano de a pie, la justicia que sufre la gente con congestión y todo ese embrollo…

Ahí estamos hablando también del sistema de investigación y del sistema de rápida denuncia. Lo que se necesita en Colombia es facilitar la denuncia rápida del delito, que el ciudadano vaya y denuncie. El problema es grave porque hay un colapso de hacinamiento en las cárceles, pero al mismo tiempo denuncia el 20 % del que sufre el delito. En mi plan propongo la denuncia electrónica. Hay un problema también grande en lo de la reacción a partir de la denuncia porque si esta no tiene un peso importante, a las 24 horas el delincuente está nuevamente en la calle. Hay que tener mecanismos para sancionar rápidamente al que fue encontrado en flagrancia y poderlo llevar a la sanción, pero cuando la sanción choca con un hacinamiento en las cárceles y estas dejan de ser un mecanismo de resocialización para convertirse en verdaderas universidades del crimen, hay un problema. Así no pensemos en meter un preso más, necesitamos más cárceles porque el hacinamiento es de más del 80%. Y hablemos de la policía. Los incentivos que hoy tiene para ejercer capturas son muy limitados. Un policía captura un raponero, tiene que leerle los derechos, transportarlo hasta la URI, darle comida y adicionalmente protocolizar todos los eslabones de la captura. Se ha debilitado mucho el papel de la policía en el ejercicio de la captura y otra cosa interesante es que hay que mirar los temas de remuneración. Cuando se pasa de patrullero a subintendente, que son de seis a siete años, la remuneración adicional son 80 o 90 mil pesos. Eso ha desmoralizado mucho a la institución. Necesitamos que la Policía esté motivada, tenga las herramientas, tenga las unidades de apoyo relativamente cerca. El matrimonio entre seguridad y justicia, como lo llamo en mi propuesta, debe ser la legalidad.

¿Y cuál es su propuesta en materia de seguridad callejera, esa que golpea en el día a día al ciudadano con el robo del celular, el atraco?

Hay que enfrentar la seguridad en las ciudades en tres frentes: prevención, mitigación y el de desarticular los aceleradores del delito. En lo primero tenemos que aplicar la premisa de que si se educa al niño no castigaremos al adulto. Estoy promoviendo las políticas de cívica y urbanidad en los colegios, hay que retomar eso. Se necesita que la jornada única permita que los niños estén en los colegios más tiempo, dedicados a aprender y disfrutar, y no estar expuestos en las calles al reclutamiento de los criminales. Hay que buscar espacios para el deporte recreacional en los barrios donde hay mayor vulnerabilidad. Y pasemos a la mitigación: Colombia necesita mejorar el pie fuerza, la tecnología de cámaras de seguridad y sensores de sonido, la denuncia rápida electrónica para focalizar el crimen organizado, mejorar la inteligencia para infiltrar esas organizaciones, tener capacidad de sanción. Y los aceleradores del delito, por ejemplo, en Bogotá, el 50% de los homicidios ocurre de viernes a domingo, la gran mayoría son riñas y están asociados con el abuso del alcohol.

¿Cómo enfrentaría la crisis en la salud?

El gran problema de sostenibilidad del sistema es que las reformas que se hicieron en los años 90 partían del presupuesto de que íbamos a tener más personas en el régimen contributivo que en el subsidiado y fue al contrario. Eso afectó la sostenibilidad. Fuera de eso, se ha presentado una gran acumulación de deudas con el sistema hospitalario, se habla de 8 billones de pesos, y hay que hacer un gran corte de cuentas de quién le debe a quién y cuánto, y ver cómo se empieza a cumplir con ese programa de pagos de manera pronta. Otra cosa: las EPS no puede ser remuneradas solamente por el número de afiliados sino por la calidad del servicio para que salgan las malas y se queden las buenas. Que haya una supervisión no solo de la Supersalud sino de la Superfinanciera para que las reservas técnicas se cumplan. Que tengamos historias clínicas en línea, y hay que despolitizar los hospitales públicos, tener una política más transparente en los precios de los medicamentos, políticas de transplantes y una mejor cobertura de hospitales regionales. Que tengamos un sistema de ayuda al más vulnerable porque tiene enfermedades graves. Y obviamente, tenemos que buscar que el profesional médico esté mejor remunerado, que el médico que está en residencia sea remunerado y obligatoriamente que la infraestructura del sistema mejore con una sostenibilidad financiera donde buscaríamos el apoyo de las asociaciones de médicos. Colombia tiene 1,5 médicos, 1,7 camas y 0,6 enfermeros por cada mil habitantes.

¿Qué ha tenido de bueno el gobierno Santos?

Hay que reconocer las cosas que funcionan. Por ejemplo, en materia de educación, me parece que la ampliación de la cobertura de cero a siempre ha sido buena; creo que el programa “Leer es un cuento” promueve la lectura desde la edad temprana. En materia de emprendimiento, me parece que el Fondo Impulsa ha sido un gran acelerador de iniciativas importantes. Se han hecho cosas interesantes también en materia de infraestructura. Hay cosas buenas, lo que pasa es que la sumatoria de ellas, cuando se ponen en la balanza frente a los males estructurales, desafortunadamente las opaca.

¿Y qué ha sido lo más malo?

Haber permitido que en el concepto de justicia en Colombia se permita que los criminales de lesa humanidad puedan negociar el tipo de justicia y llegar al Congreso sin haber cumplido sus penas. En lo económico, haber generado una mala política fiscal que se tradujo en una carga que tiene asfixiado al país y que ha golpeado a la clase media. En materia industrial, se ha tenido el peor comportamiento de los últimos 30 años. Una industria que no creció a pesar de una devaluación tan grande, no fue capaz de recuperarse y exportar. Y otro tema grave ha sido la inestabilidad en las políticas públicas: Que usted tenga seis ministros de justicia, siete de minas, seis de transporte o seis de comercio en menos de siete años, demuestra la falta de seriedad en tener verdaderos timoneles al frente de sectores capaces de conducir con coherencia una política pública.

¿Qué papel desempeñaría Uribe en un eventual gobierno suyo?

Tengo un anhelo, y es que el Centro Democrático se convierta en la primera fuerza política con representación parlamentaria, que Iván Duque esté en la Casa de Nariño gobernando y que el presidente Uribe lidere y encabece la lista al Senado, y sea presidente del Congreso en el primer año para sacar adelante una gran agenda de reformas prioritarias.

¿Qué les responde a quienes dicen que a usted le falta experiencia y que está biche para asumir las riendas de un país tan complejo como Colombia?

Soy joven y me siento orgulloso de ello. Como decía, hago parte de ese 73 % de colombianos menores de 45 años, pero he tenido una carrera que me ha permitido formarme bien en lo académico, en mis conocimientos económicos, trabajé muchos años en el BID en el equipo de Colombia, afinando proyectos y después siendo jefe de la división. Tengo una experiencia internacional resolviendo conflictos complejos como el de Israel y Turquía por el incidente del mar de Marmara, he estado en la academia y esa experiencia vale. Creo que no es solo coleccionar cargos públicos, porque si fuéramos a premiar la experiencia mire como nos tienen hoy esos experimentados. Juan Manuel Santos fue ministro de tres carteras y ocupar cargos públicos, si no se hacen con convicción de lo que uno quiere para el país, no significa valor agregado. Yo espero que con esta experiencia que tengo en mi vida y lo que he demostrado desde el Senado, con una política hecha con decencia, con argumentos, con principios, sin confrontación personal y buscando lo mejor para el interés nacional, creo que le he demostrado a los colombianos que tengo la convicción, las ganas y la firmeza para ser el próximo presidente.

¿Cómo ve a Gustavo Petro?

Es la encarnación del populismo en esta contienda. Muy hábil en el discurso, pero a la hora de poder materializar o aterrizar sus ideas demuestra lo peligroso que puede ser para el país esa aventura.

¿A Germán Vargas Lleras?

Un buen ejecutor, pero lo afectan mucho sus problemas de coherencia, porque hoy se quiere presentar como el redentor del sector privado cuando respaldó las reformas tributarias del gobierno santos que le han hecho tanto daño. Hoy cuestiona el proceso de paz cuando respaldó la refrendación espuria que se hizo en el Congreso y muchas de las leyes que se han hecho para implementar esos acuerdos, sobre todo las que significan impunidad.

¿A Humberto de la Calle?

Es símbolo de un mal acuerdo.

¿A Sergio Fajardo?

Tiene una visión del sector público que es interesante, pero ha caído también en una gran inconsistencia.

¿A Claudia López?

Es una mujer muy aguerrida que se ha llenado de odios.

¿Por qué hay quienes insisten en involucrarlo en los líos de Odebrecht? ¿Cómo es lo de su acompañamiento a Óscar Iván Zuluaga a una reunión en Brasil?

He sido claro desde el primer día. Acompañé al doctor Zuluaga a Brasil, él me invitó a ir a conocer a un publicista. Estuve en esa reunión y he expresado públicamente que ahí no hubo ningún tipo de negociación u oferta económica. Yo no tuve ninguna responsabilidad administrativa en esa campaña, en contratación. Puedo dar fe de la reunión que tuve y por eso lo expuse públicamente, pero además, algo que me parece importante reseñar es que yo denuncié a Odebrecht ante la Superintendencia de Industria y Comercio por haberse valido de un soborno para ganar una contratación pública. Y lo denuncié para que se le aplicara la máxima sanción patrimonial. Creo que Odebrecht es una gran estructura criminal y no podemos ser permisivos con ese tipo de empresas. He sido muy franco en lo que tiene que ver con ese episodio.

¿Cómo siente los apoyos empresariales y políticos en Antioquia con un candidato que es de allá y que ha sido gobernador y alcalde, Fajardo?

Creo que los empresarios tienen que hacer una valoración y es que quien vaya a ser el próximo presidente tiene que ser una persona que no tenga una actitud vergonzante frente a la iniciativa privada. Este país necesita que haya convicción, firmeza y una gran defensa de lo que representa la iniciativa privada frente a la transformación que se necesita.

¿El Centro Democrático puede ganar en primera vuelta?

Creo que la coalición que queremos hacer para Colombia puede ganar en primera vuelta.

¿Al fin cómo se va a escoger ese candidato único de la coalición?

Eso está por definirse. Nos sentaremos con los demás miembros de la coalición, con el expresidente Pastrana, con Marta Lucía Ramírez, a establecer un mecanismo. Y espero que este sea democrático, transparente y que permita generar un gran entusiasmo nacional para ganar en primera vuelta.

Y si esa coalición no gana en primera vuelta, ¿contra quién cree que será la segunda?

No me pregunten por hipótesis que no hemos contemplado.

¿Por qué cerrarle la participación política a las Farc cuando el Centro Democrático tiene un exguerrillero en sus filas, Éverth Bustamante?

Éverth Bustamente nunca fue condenado por crímenes de lesa humanidad, esa es una gran diferencia. Ahora, yo no he dicho que las Farc no participen en política, lo que he dicho es que no participen quienes son responsables de crímenes de lesa humanidad sin haber pagado esos delitos, sin haber dicho toda la verdad y sin haber reparado a las víctimas. En los años 90 hubo procesos de amnistía donde no había esas exigencias de verdad, justicia y reparación. No teníamos la CPI para que ciertos crímenes no quedaran en la impunidad. Hoy la tenemos para bien y lo que esperamos es que esa evolución sea efectiva.

Si no gana, ¿a qué se va a dedicar?

Yo estoy en política por convicción y principios. Tengo muchas cosas en la vida que me motivan y en estos momentos mi mayor motivación es seguir trabajando con esmero y dedicación para ser el próximo presidente de los colombianos.

Por -Hugo García Segura / Norbey Quevedo

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