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Guillermo Enrique Torres Cueter era, hace unos pocos años, el “cantante de las Farc”. En su vida como subversivo nunca empuñó un fusil y en sus manos siempre estuvo una guitarra. Fue uno de los miembros de la delegación de paz de la hoy desmovilizada guerrilla durante los diálogos de La Habana, donde fue más conocido como Julián Conrado. El domingo pasado fue elegido alcalde de Turbaco, departamento de Bolívar, con 21.466 votos. Tuvo el aval de Colombia Humana y la Unión Patriótica (UP). Era su primera vez como candidato, sus primeras elecciones y su encuentro con la democracia.
“Nuestro lema es: amando venceremos. Es la única forma en la que se puede vencer para nadar hacia el bien. Vencer odiando no genera felicidad. Nosotros lo único que queremos es vivir bien, vivir tranquilos, con nuestros problemas solucionados”, dice en tono pausado pero fuerte. Viste una camisa a cuadros y lleva dos mochilas entrecruzadas que sobresalen en su alta estatura, sus ojos se esconden tras lentes poco oscuros y una sonrisa siempre lo acompaña. Atrás quedaron las épocas de los camuflados y de las botas. De ese ayer a lo actual solo hay algo que no cambia: la música.
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¿Qué canción le haría a este proceso de votación?, le pregunto. Se ríe y responde: “Me levanté muy temprano”, y empieza a cantar: “Pinta una gota de amor y todo el dinero del mundo, ¿qué escogería entre esas dos? No duraría ni un segundo, según mi concepto de felicidad, la gota de amor me la da en cantidad, según mi concepto de lo que es riqueza, la gota de amor me dejaría más repleto. Nada en este mundo tiene más valor que la más pequeña gotita de amor”.
Turbaco es reconocido por el carácter de sus habitantes; el clima, a diferencia de Cartagena, es fresco por la cercanía con algo de montaña. Diez kilómetros lo alejan de la Heroica. Su tierra es fértil y en el imaginario colectivo se dice que las piedras de las murallas provienen de allí. La magia del Caribe siempre está en estas tierras. Hace unos años, un alcalde, Silvio Carrasquilla, hoy representante a la Cámara, decidió regalarle un pequeño burro al entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cuando vino a la Cumbre de las Américas.
Quería que el mandatario norteamericano fuera a Turbaco. En su casa, Carrasquilla tenía una versión muy personal del Salón Oval de la Casa Blanca. Esta magia contrasta con una población que no tiene agua, que padece problemas de energía, inseguridad y la desatención del Gobierno departamental. El presupuesto aprobado para la vigencia fiscal de este año fue de $76.262’450.288 millones.
Y es en este municipio que decidió hacer campaña Torres Cueter, que, como reconoce, llega con un mensaje de reconciliación. “Si se ha hecho un negocio bien o mal no es del empresario, es de la administración municipal. Yo no vengo a pelear con nadie (…) si algo soñamos los colombianos es un país en paz, pero con justicia y amor. Eso es lo que soñamos nosotros”, sostiene. “Lo que a muchos les sobra en demasía a otros les falta en demasía. Tenemos que ponernos la mano en el corazón”.
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Saluda a la gente que pasa por su lado y vuelve al diálogo. “Es la primera vez que participo en unas elecciones. Fue una experiencia muy rica. Yo fui fundador de la Unión Patriótica, pero no participé como candidato a ningún cargo. Lo estoy haciendo ahora, no porque a mí se me ocurrió lanzarme a la Alcaldía. Esta candidatura es un invento de la inmensa mayoría de los turbaqueros. Yo no la inventé”.
Entonces habla del proceso de paz, recalcando que de ese camino nadie lo saca. “Por ahí cierto señor dice que prefiere vernos en el monte echando plomo y no en un espacio democrático echando discursos, pero resulta que mi pueblo quiere verme echando discursos en este espacio democrático, además de cantando y bailando junto con mi pueblo. Yo no le obedezco al tal señor”.
El apoyo de la gente se siente en las calles. Jimmy Carvajal, uno de los tantos habitantes de Turbaco, asegura que a “Guillo le gusta mucho la música vallenata, tiene su propio conjunto y toca la guitarra.” También habla de la falta de un hospital, del problema del acueducto y de las promesas hechas en el pasado por tantos políticos, que nunca se han cumplido.
La noche del mismo domingo, una vez se confirmó la victoria en las urnas, todo fue fiesta en el pueblo. Llevaron al nuevo alcalde y lo subieron al lado de la estatua que se encuentra en la plaza principal. “Turbaco libre”, gritaba la gente. Allí, Guillermo, el cantante, el hombre del movimiento Amando Venceremos, pronunció sus primeras palabras como alcalde electo: “Esta es una victoria del pueblo, no es una victoria mía. Es una victoria de los indios yurbaco, que nos enseñaron lo que es la dignidad. Esta es una victoria de estos indios que nos enseñaron a amar la libertad. Somos libres”.