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Que se sepa, las butacas de los cines no llevan aún cinturón de seguridad, pero más de uno lo echó de menos al salir de la nueva película de la saga Mad Max, que acelera desde los títulos y a toda pastilla reinventa el apocalipsis, 30 años después de su última entrega. (Galería Charlize Theron y Sean Penn, la pareja del día en Cannes).
Los macarras que en los años ochenta sembraron el pánico en una distopía desértica y poblada por enfermos de la velocidad regresan en "Mad Max: Fury Road" (Furia en el camino), con Tom Hardy en lugar de Mel Gibson y, sobre todo, con Charlize Theron como la Imperatora Furiosa, desde ya un nuevo ícono de las "hembras alfa" en el cine. (Video Charlize Theron y Tom Hardy explican la reinvención de "Mad Max").
La película, estrenada fuera de competición en Cannes, solo se toma algún respiro ocasional para ofrecer pinceladas del pasado y la personalidad de sus protagonistas. El filme se estrena este 14 de mayo en las salas de Colombia.
De poco sirve. Aquí lo que importa de verdad es el frenesí, la velocidad y los desbarres del director y padre de la saga, George Miller, que molestaron a algunos e hicieron reir a carcajadas a otros.
La carga de los esbirros del malvado Inmortan Joe (Hugh Keays-Byrne) tras un vehículo en el que un guitarrista enmascarado puntea acordes heavy en una guitarra lanzallamas mientras un grupo de percusionistas toca tambores de guerra producirá indignación o hilaridad, según el espectador. (Video tráiler de "Mad Max: Furia en el Camino").
La historia no da lugar a grandes matices: la Imperatora Furiosa rescata a las cinco esposas de Inmortan Joe para tratar de llevarlas a su lugar de origen, una especie de tierra prometida.
A Mad Max, un poco de vuelta de todo, no le quedará más remedio que ayudar a las damiselas en apuros, aunque en este caso ellas sean de armas tomar.
Miller confiesa que no tenía intención de retomar la saga, pero hace quince años comenzó a darle vueltas en su cabeza y finalmente se lanzó a actualizar su epopeya germinal del género postapocalíptico.
"Quería hacer una persecución prolongada, una especie de música visual. Si esto fuese música, estaría en algún punto entre el rock salvaje y una ópera", dice el director.
Sin ser una comedia, Miller también pretendía hacer reír: "Tuvimos unas cuantas reglas que compartimos con la gente que trabajaba con nosotros, y una de ellas era: solo porque sea el apocalipsis no quiere decir que la gente tenga que perder su sentido del humor...".
Tras el estruendo de los motores y las explosiones, Miller reconoce que trató de rodar la película "como si fuese a ser muda" para luego incorporarle el sonido y la música, que abarca desde el rock más estruendoso al Réquiem de Verdi.
Ante todo, "Mad Max: Furia en el Camino" es un magnífico espectáculo visual, un divertimento de palabras mayores llamado a romper las taquillas en medio mundo y a colocar a su heroína Furiosa en el altar de los personajes femeninos del cine de acción.
Siete meses de rodaje en el desierto de Namibia y en Australia (país de origen de Miller y de la saga) dieron paso a una intensa labor de montaje y postproducción, donde todas las ideas aparentemente inconexas del director cobraron sentido.
"Habría estado bien tener un guión, (pero) ese fue un lujo del que no disfrutamos", dijo -medio en broma medio en serio- Hardy en la rueda de prensa de presentación del filme.
El heredero del legado de Mel Gibson tuvo que pedir perdón al director por toda la frustración acumulada cuando por fin vio la película, ya que solo entonces consiguió "entender de qué estaba hablando George". (Video "Mad Max", el legado).
El propio Miller consideró que para los actores fue una película muy complicada, ya que, al margen de la exigencia física, hizo muchas escenas de solo tres segundos, lo que "les cortaba el ritmo todo el rato, porque los actores son como atletas que necesitan continuidad".
"Cuando no hay diálogo, hacer películas es como un mosaico y no sabes dónde va cada pieza. Para hacerlo todavía más complicado lo hicimos con vehículos reales, personas reales, en un desierto real durante siete meses. No había ni un día en que no pensara: "Estamos locos haciendo esto...", agrega Miller.
Y sí, "Mad Max" roza por momentos la locura. Pero si uno se agarra bien a la butaca, es probable que hasta disfrute del viaje.