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El silencio se rompe con una leve tonada de apenas algunas notas que sirve de base para una suerte de narración con la cual Bruce Dickinson introduce The book of souls. Sin ir muy arriba en el tono, aunque decididamente, Dickinson dice: “Here is the soul of a man”.
Poco después de unas frases más, la tonada deja paso para una melodía mucho menos primitiva y tanto más conocida, una clásica entrada Iron Maiden, si se quiere: un golpe con las dos baquetas en el redoblante que abre una base de ritmo sólida que se propaga a las guitarras, todas siguiendo un riff consistente y acaso pegajoso sobre el que se trepa una melodía que suena familiar. Quizá demasiado familiar para algunos.
Sin mayor lugar a dudas, Iron Maiden puede ser considerada una banda clásica dentro del heavy metal, una agrupación que en 41 años de carrera ha producido 16 discos. ¿Qué hace a un clásico? Sí, el tiempo parece tener algo que ver en la ecuación, pero en este caso el calificativo está más relacionado con el hecho de que buena parte de la música de esta agrupación británica es una de las primeras bandas sonoras de muchos que entraron al rock y al metal, bien sea como aficionados momentáneos, fanáticos de toda una vida o músicos a su vez venerados.
Y en esa línea de los clásicos están cosas como Run to the hills, The number of the beast, The trooper, Hallowed be thy name y un largo etcétera de canciones que son ampliamente reconocidas, y aún consumidas, prácticamente en cualquier lado en donde hay un oyente de metal.
Pero buena parte de la gloria de esta historia sucedió entre los años 70, 80 y 90. Lejos de vivir de las partes más reverenciadas de su catálogo, Maiden ha continuado produciendo discos con una frecuencia que, sin aspirar a la precisión de un metrónomo, podría llamarse constante. Vale la pena aclarar una cosa: la banda tal vez esté algo entrada en años, pero sigue llenando estadios y despertando una pasión muy particular en un público que se regenera, pero que sigue cantando bien alto en cada concierto.
La cosa es que con una parte de la producción más reciente del grupo a veces puede llegar a sentirse que, si bien se trata de canciones nuevas, tal vez hay sonidos que parecen sacados de otros discos, de otros tiempos. Ahora, esta especie de fenómeno es algo que muchos llamarían un sonido de autor: la marca de un creador que visita de nuevo patrones y obsesiones conocidas, el desarrollo de una obra que se para sobre una base común; el creador acá, en buena parte, es Steve Harris, bajista de la banda, quien ejerce extraoficialmente como la conciencia musical del grupo.
Para todos sus momentos familiares, The book of souls introduce algunas variaciones e innovaciones en la carrera musical del grupo. Por ejemplo, este es el primer disco doble en su historia, un hecho que apenas sería una referencia de Wikipedia si no se examina la razón detrás de esta decisión. Y la razón es más bien sencilla, pues se trata de un álbum con poco más de 90 minutos de reproducción en apenas 11 temas. Tan sólo dos canciones de la producción se mantienen por debajo de los seis minutos y Empire of the clouds llega a 18 minutos, lo que la convierte en la más larga en el catálogo de Iron Maiden.
Y, de nuevo, más que datos para ventilar en un coctel, la duración de las canciones revela un poco del carácter actual de la banda, que parece haber regresado a la producción de temas más largos y, acaso, complejos. Con múltiples variaciones de ritmo y velocidad, algunos de las canciones de The book of souls ofician más como largas exploraciones de las posibilidades en la composición del grupo, que éxitos inmediatos, canciones hechas para pegar rápido entre una fanaticada ciertamente acostumbrada a un sonido Maiden, sea lo que sea que esto signifique.
Además de la duración de los temas, la misma escritura del disco también revela cambios en los procesos de la banda: apenas uno de los temas fue enteramente diseñado por el bajista, mientras que el resto son creaciones de otros miembros, bien sea en conjunto o en solitario.
Dicho esto, The book of souls es un disco pleno de buenos momentos: música cargada de emoción (alma, incluso) y una interpretación sólida desde la batería de Nico McBrian, pasando por el bajo de Harris, las guitarras de Adrian Smith, Janick Gers y Dave Murray hasta la voz de Bruce Dickinson, recién salido de un cáncer de lengua; un regreso con todo de un cantante que por derecho propio es considerado un grande en el género.
Quizás unos temas del disco son demasiado largos para el oído (y la paciencia) de algunos. Pero esto, como tantas otras cosas, es apenas un juicio de valor, tal vez inútil en toda su subjetividad. Lo impresionante acá es que, con una lista de álbumes larga y notable (y más de 90 millones de copias vendidas), la banda se atreva a hacer algo de esta magnitud: una apuesta arriesgada, claro, pero que no se revela necesaria en últimas. Maiden podría seguir llenando estadios si continuara produciendo música idéntica a sus clásicos. Incluso hay quienes dirían que seguiría siendo un éxito si no sacara material nuevo y viviera de su catálogo hasta hoy.
Pero la cosa no va por ahí. The book of souls con seguridad generará nuevas impresiones en una base de seguidores que, como ya se dijo, se renueva. Y bueno, esto no suena tan mal en últimas. ¿Acaso no se trata de esto, de evolucionar?