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Álvaro Castaño y la HJCK: 60 años juntos

"Papá murió  en 1954 y yo fundé la emisora cuatro años antes, y hablando y hablando con él en ese momento, le dije: 'papacito, yo quiero tener grabadas las voces de los grandes colombianos', y el me respondió: 'pero tienes que comenzar por Baldomero Sanín Cano, mijito, que fue el primer hombre moderno. Llámalo, dile que eres hijo mío'. Inmediatamente atendí a mi papá y le tomé una entrevista que habla de la mujer en Colombia"

Angie Lopera
10 de agosto de 2016 - 03:07 a. m.
Álvaro Castaño y la HJCK: 60 años juntos
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Alvaro Castaño Castillo, que cumplió el pasado 9 de junio 90 años, acababa de llegar a los 30 de vida cuando fundó, el 15 de septiembre de 1950, “la HJCK, el mundo en Bogotá”. Este slogan surgió del mejor momento de la emisora, en la década del 60, cuando 48 corresponsales de la talla, por ejemplo, de Gabriel García Márquez desde Caracas, nutrían el contenido de la estación radial, según una nota de prensa publicada en El Tiempo cuando la HJCK celebró las bodas de oro.

A esta quijotada, en un país donde la cultura ha recibido poco interés y apoyo, se atrevieron además Eduardo Caballero Calderón, Gonzalo Rueda Caro, Alfonso Peñaranda Ruán y los médicos Hernando y Alfonso Martínez Rueda, aunque, lo más justo es decir que el gran quijote es Don Alvaro Castaño, quien, desde el día en que salió al aire la emisora, con la consigna de “levantar el nivel cultural de la radio comercial en Colombia”, ha nutrido el espíritu de la inmensa minoría con poesía, literatura y música.

Alvaro Castaño Castillo, abogado de profesión y quien no olvida nunca sus ancestros, porque “se mezclaron muy bien esa fuerza antioqueña de mi padre, Joaquín Castaño Ramírez, y la dulzura cundinamarquesa, boyacense y bogotana de mi madre, Ana Rosa Castillo”, comenzó entrevistando a Baldomero Sanín Cano y, ahora, con el paso del tiempo, atesora miles de grabaciones con la voces más representativas de las letras de Colombia y el mundo.

La HJCK acaba de cumplir 60 años, ¿debe sentirse muy satisfecho?

“Mucho. La mayor satisfacción me la da mirar atrás y ver mis archivos, donde está toda la historia de la cultura en Colombia de 1950 a hoy. Minuciosa y afectuosamente registrada. Yo no dejo de pasar un suceso sin registrarlo y meterlo al archivo, con sus protagonistas, con las voces correspondientes”.

¿Cuántas voces hacen parte de ese tesoro cultural?

“Miles, las voces de los más importantes poetas y escritores colombianos y de otros países. Ahora, con el aniversario de la emisora, he tenido el cuidado de ir retransmitiendo los programas más sobresalientes que hemos hecho en 60 años. Por ejemplo, el del premio nobel Gabriel García Márquez, contando quiénes fuimos a “escoltarlo” a Estocolmo porque el presidente Belisario Betancur nos invitó, entre otros, a Alvaro Mutis, Gonzalo Mallarino, Alfonso Fuenmayor, Hernán Vieco, Gloria Valencia y a mí. Llegamos todos en equipo al mismo hotel y la habitación de Gabo era a pocos metros de la mía. Hasta el momento de salir para la ceremonia de entrega del premio, Gabo, Mutis y yo estuvimos tomándonos unos whiskycitos”.

Entonces llegaron entonados.

“Claro, claro. Gabo estaba muy nervioso. Mira, hay una foto en la que él está en calzoncillos y yo de frac, impecable. Llegué a su habitación arreglado y le dije: ‘carajo, ¿por qué no estás listo?’, y nos tomamos el último whisky antes de irnos para el Ayuntamiento de Estocolmo. Esa foto es muy linda”.

Tomo prestada esta pregunta formulada a los oyentes en la página web de la HJCK, para hacérsela a usted: ¿durante estos 60 años, qué programas han quedado en su recuerdo?

“Hay un programa que quiero mucho porque me mantiene vinculado en una forma muy viva y constante a la emisora, que es la revista dominical. La he tenido toda la vida. En mi concepto es el mejor programa, óyeme la pretensión con que te habló, de la radio internacional. ¿Por qué? Porque tú oyes los 60 minutos semanales de la revista y quedas enterada de la actividad cultural del mundo. Comenzamos, por ejemplo, con la sección que se llama El Libro, luego vienen los comentarios de Daniel Samper Pizano, el mío y los de otros colaboradores desde distintos países.  En El Libro han desfilado todos los grandes, desde García Márquez y aprovecho para decirte que la primera emisora que habló de él fue la HJCK, a través de los comentarios de mi cuñado, el poeta Arturo Camacho Ramírez, miembro del grupo Piedra y Cielo. Arturo presentaba en nuestra emisora el programa ¿Cuál es su hobby? y un día dijo: “hoy no les traigo figuras importantes, hoy les voy a hablar de un señor totalmente desconocido, es periodista. Ojo a este muchachito, se llama Gabriel García Márquez, óiganlo con cuidado porque nos va a dar grandes sorpresas”, y años después le dan el Premio Nobel. Tú me preguntas con qué programas  te mueres de emoción, pues con eso. Y después Gabo habló mil veces conmigo, gran amigo mío, como sabes, entonces uno tiene que afirmar que no perdió el tiempo. Hay otros programas, como los de Gloria. Es que ella está ahí, palpitando en toda la vida de la emisora”.

Con la difusión de la cultura a través de la HJCK, usted ha ejercido la labor de comunicador social, ¿cuál es su concepto sobre este oficio?

“Imagínate, le he dedicado mi vida total. Soy comunicador y me parece un encargo de nuestro tiempo muy bello. Gloria y mis hijos también lo son. Estoy convencido de que el hecho de ser radiodifusor implica una vocación y es una investidura como el sacerdocio. Estamos obligados a tener una conducta impecable porque si no somos maestros de juventudes, no merecemos la ocupación que recibimos. El Estado nos otorgó un privilegio especialísimo, que es hablar lo que nosotros pensamos a una cantidad de oyentes invisibles que forman la opinión. Debemos agradecer por esto al Estado y a los oyentes que nos mantienen. Yo quiero mucho a los locutores porque ellos son los heraldos, los embajadores de las emisoras y, por eso, me he cuidado tanto de que sean muy dignos en su hablar y en sus medios de expresión porque están representando lo que hay detrás del micrófono, una entidad que pedagógicamente está interesada en influir sobre los oyentes. Además, tuve la suerte inmensa de que Gloria fue la primera persona que impuso un estilo de locución en la emisora, ella y Hernán Mejía Vélez, a quien tomé e invité de la radio nacional porque ésta fue nuestra primera y única influencia.  En ese entonces, yo no sabía de radio nada, pero sí sabía que lo que estaba oyendo en la radio nacional era cultura, buenas maneras y bella presentación de las ideas”.

¿Qué o quién lo condujo por el camino del arte? 

“He pensado mucho en eso, por qué. He descubierto que me hizo mucho bien un tío, que se llamaba JB Castillo, un humorista muy calificado que pronunciaba conferencias sobre el humor. Era hermano de mamá y creo que él me influyó mucho ese amor por el humor, la vida sin humor yo no la concibo, y luego por la “culturita”, la lectura de la historia. Una indagación permanente que debe tener uno sobre qué sucedía antes de que llegáramos a este mundo. He tenido esa pasión, con una curiosidad interminable, preguntándome de dónde venimos, cómo era Colombia, cómo era Francia, cómo era España, eso me domina diariamente”.

El 21 de noviembre de 2005, la HJCK dejó su frecuencia de 89.9 en el dial para trasladarse a Internet, ¿el cambio fue acaso para cautivar a los jóvenes para que se unieran a la inmensa minoría?

“Fue por eso. Además, para mostrarle al mundo que en Bogotá, Colombia, Suramérica, hay una emisora de altísima calidad cultural. Ahora nos están oyendo en todo el mundo. Continuamente recibo mensajes de los sitios más inesperados y sorprendentes, felicitándome por la emisora; y aquí mismo, en Colombia, no era oída la HJCK en todo el país, y ahora se oye en Riohacha, Pasto, en donde tú quieras. Estoy muy contento con mi Internet, medio al que también decidí trasladar la emisora porque, la verdad, es que los patrocinadores no fueron suficientes para desarrollar lo que yo quería.
Aprovecho para decirte que la HJCK es rabiosamente apolítica. Nunca he dejado pasar propaganda política, ni cuando mi gran amigo Alfonso López Michelsen fue candidato, siempre la he rechazado. Eso de que un medio editorialmente piense contrario a alguien, pero le reciba publicidad política pagada no me parece coherente”.

¿Qué es eso de la inmensa minoría?

(Ríe espontáneamente). “Es una frase que me ha resultado muy costosa porque en las leyes de la radio hay una gran madona, que es doña sintonía, y tuve la audacia de dirigirme, no a las mayorías, que son las que rigen el reparto de las pautas, sino a la minoría. Yo les digo: ‘señores, piensen que hay un nicho económico, la gente que nos oye tiene un poder adquisitivo mucho más alto. Por un oyente nuestro, hay, económicamente hablando, 20 oyentes, pero no es que lo entiendan mucho’. La cultura, infortunadamente, está situada en Colombia dentro de los estratos altos, qué hacemos, pero vivo muy contento de haberme dirigido a la inmensa minoría”.

¿Cómo hacer para que la mayoría se interese en el mundo de la inmensa minoría?

“Es un aspecto muy importante porque me di cuenta del atractivo de la cultura pero de la ignorancia en la materia. Le dije a Caracol: ‘carajo, por Dios, hijitos míos, hagamos programas conjuntos, hablemos de la historia de la música, pero bien contadita, nada aburridor’. Entonces empezamos a hacer este programa que se llama La letra menuda de la música clásica, que es el corte interior, el invisible de los grandes maestros, su vida personal, sus enfermedades, sus amores ocultos, la vida del hombre- hombre, detrás del genio hay un hombre. Se transmite por Caracol, todos los domingos, a las 10:00 de la noche, y lo presenta mi hija María del Pilar, con su linda voz, con picardía”.

¿Y el convenio es sólo a nivel cultural?

“Sí, nunca he tenido avidez económica, por eso he podido hacer lo que he hecho. Si yo me hubiera dedicado a hacer negocio, pues la radio es un gran negocio, lo hubiera aprovechado, pero me puse mis limitaciones y he trabajado con la inmensa minoría”.

De todas formas, usted ha sido solvente económicamente.

“Claro, pero ¿por qué? Gloria otra vez. Gloria ganó todo el oro del mundo en la televisión. Claro, qué crees tú, sí, no me avergüenza. A Gloria le pagaron en su momento lo que pedía, se  peleaban por ella con toda la razón, entonces por eso la despensa de mi casa fue siempre rica. Gloria, además, fue pobre, que es muy lindo. Ella ha trabajado toda la vida, antes de todo ha sido una mujer trabajadora que ha sostenido su casa, a su madre costurera, doña Mercedes, una mujer maravillosa que tiene hoy 102 años de vida. Gloria nació en Ibagué, en Tolima, donde yo pasé mi infancia, en el bosque, en la finca que tuvo mi papá. Pero no hablemos de Gloria porque hago el oso, porque la quiero mucho”. (Ríe con una profunda ternura).

¿No puedo dejar de preguntarle cómo conoció a Gloria Valencia?

“En primer lugar por una suerte muy grande. Le agradezco a Dios todos los días haberme dado en la vida de compañera a Gloria y me considero el colombiano mejor casado. Acabamos de  completar 63 años de matrimonio, que tú sabes que en estos tiempos es muy significativo, y ha sido además la consecuencia de una unión muy verdadera, nada obligado, el amor nos ha unido. Y algo muy lindo: hemos trabajado juntos toda la vida como comunicadores, en la radio y en la televisión. Mira, esta emisora sin Gloria…”.

Es que con esa voz…

“No, y la figura. Ella triunfó en la televisión porque unía todos los factores: belleza, inteligencia, voz, una facilidad de expresión miedosa porque tú sabes que Gloria no conoce un telepronter, nunca apuntó nada, una fluidez brutal, todo se lo inspiraba el momento y un poder de improvisación maravilloso, y es que la “culturita” sirve mucho. La gente no sabe que Gloria era muchísimo más culta que yo cuando nos conocimos. Cuando la vi, para mí era una linda niña y me dije: ‘Dios mío que sea bruta, porque si es inteligente tengo que casarme con ella’, y no hubo remedio, así fue”.

¿Cómo se conocieron?

“Cuando ella trabajaba en el Departamento Administrativo de la Policía, allá llegué para que me dieran los útiles de oficina, porque me acababan de nombrar secretario de la Escuela de Policía cuando terminé los estudios de Derecho. De pronto observé que esa belleza de mujer que me estaba atendiendo tenía un libro, y, para mi fortuna, era sobre Ortega y Gasset. Entonces, yo llevaba bajo mi brazo otro libro de Ortega. Como estaba tan antipática, me puse más antipático, y le dije: ‘señorita, ese libro de Ortega no es el mejor de Ortega’, y me respondió: ‘¿cómo?, ¿por qué lo dice?’ Y le contesté: ‘porque lo he leído. Este librito que tengo debajo del brazo es los estudios sobre el amor, de Ortega. Este sí es un libro importante’. Ella inmediatamente pensó: ‘este bogotanito, que me está pareciendo tan antipaticoncito, es culto’, y ahí empezó todo. Nos casamos en 1947, Rodrigo nació al año siguiente y luego vino Pilar, bastante más adelante. Dios ha sido muy bondadoso con nosotros, nos ha dado todo”.

Y a usted 90 años de vida.

“Me siento muy entusiasmado con la vida que me queda. Lleno de proyectos y aquí en la emisora tenemos tanta actividad, que fluye de la agenda de todos los días. Espero y le pido a Dios que me conserve entusiasta con mi trabajo, que no me quite la curiosidad que me despiertan la vida y el ansia de aprender cosas nuevas. Ahora, en los añitos que me quedan, voy a dedicarme a una indagación muy concreta, de un aspecto de la historia muy especial que no te cuento porque es secreto.
Borges dice: ‘la vejez, tal es el nombre que otros le dan, puede ser el tiempo de nuestra dicha, el animal ha muerto o casi ha muerto, quedan el hombre y el alma’. Qué lindo. Es que yo a Borges lo tengo siempre encima, viejo adorable, que fue gran amigo mío y con quien tuve un entendimiento muy hondo.
Mira, sigo siendo joven, no creas lo contrario porque tenga 90 años. Mi aspiración es llegar a los 100 años y me siento lleno de fuerza. Estarás notando que no tengo ningún acoso de viejo y sigo siendo coquetísimo. Como la cédula no la mantiene uno en la mano, se me olvida, y entonces miro a la niñita…, gravísimo”.

**Revivimos esta entrevista realizada por Angie Lopera, el 13 de septiembre de 2010.

Por Angie Lopera

 

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