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Paulina Vega había dicho en broma, cuando salió de Colombia a representar al país en Miss Universo, que si no ganaba, no regresaría. No lo dijo con arrogancia, sino con ilusión y esperanza, porque su mayor deseo era obtener la segunda corona universal de Colombia.
El domingo pasado, cuando el reloj marcaba las 10:59 de la noche, la hermosa barranquillera cumplió su promesa en el auditorio de la Universidad Internacional de la Florida y logró que hoy todo el mundo hable de Colombia y la belleza de sus mujeres.
Y mientras millones de colombianos celebraban el triunfo en diferentes rincones del planeta, con gritos de euforia y lágrimas de felicidad, la nueva Miss Universo se veía tranquila y serena, recibiendo el título, gesto poco común cuando una reina gana la corona.
Pero Paulina Vega sí lloró de emoción y lo hizo como una niña chiquita. Tan pronto se encendieron los reflectores del auditorio y la barranquillera fue llevada hasta su camerino por un séquito de estilistas, maquilladores, publicistas y asistentes, el llanto se apoderó de ella. El llanto, que se mezclaba con los vivas ensordecedores de sus seguidores.
“Qué emoción más grande, Dios mío, no lo puedo creer”, fue lo primero que salió de la boca de la hija de don Rodolfo Vega y Laura Dieppa, mientras sus lágrimas le corrían el maquillaje del rostro.
Luego de un profundo suspiro, la mujer más bella del universo le pidió a uno de los asesores de imagen que le consiguiera una botella de agua. Los nervios la tenían con la garganta seca.
Con el maquillaje retocado y en medio de abrazos con mucho sentimiento a varias de las amigas que hizo en el concurso entre las participantes, y los estilistas que se encargaban de que se viera espectacular, se miró al espejo, movió el cabello con sus manos, abrió sus enormes ojos y salió ante la prensa con actitud de Miss Universo.
“Esto ha sido maravilloso. No se imaginan la emoción tan grande que tengo. Y lo mejor es que sé que en Colombia la gente debe estar en tremenda locura. Ya nos merecíamos esto”, nos dijo la nueva Miss Universo, agregando que su mayor orgullo es saber que la gente en el exterior ya mira diferente a su país.
Pero llegar allí no fue una tarea fácil para Paulina. No sólo fueron meses intensos de preparación, sino que hacerse notar entre 89 mujeres hermosas era todo un reto.
“Tenía muy claro que debía lucirse y la mejor manera era siendo ella misma, porque no es una muchacha que sirva para mostrar lo que no es”, comentó la madre de Miss Universo, quien lloró con toda su alma.
Las ampollas en los dedos y las plantas de los pies, de tantas horas de estar en tacones, no tener tiempo ni para ir al baño en ciertas ocasiones, estar alejada de toda la gente que quiere y hasta un incidente con una plancha caliente para alisar el pelo de Miss Puerto Rico (que no fue tan grande como se dijo), quedan como simples recuerdos simpáticos cuando se tiene la corona en la cabeza.
Y tras reunirse con los medios en su primer saludo oficial, Paulina Vega sólo tenía un deseo, que, como toda reina, la organización de Miss Universo le cumplió: ver un momento a su familia. Este deseo generó el primer momento gracioso de muchos que seguramente la colombiana vivirá durante su año de reinado.
“Le dijeron que podían entrar sus papás y sus hermanos, pero cuando vieron que éramos como 20 personas, porque son ocho hijos, sus novios y esposos y los abuelos, la gente de la organización se fue de pa’ atrás”, comentó la mamá.
Aquí vino el segundo llanto efusivo de Miss Universo, que aferrada a sus padres y hermanos mostró la felicidad con aquellos que estuvieron en todo momento a su lado y que jamás dudaron un solo segundo que aquella niña que solía desfilar en casa con la corona de su abuela acabaría con la maldición de segundos lugares en Miss Universo.
Paulina Vega embrujó a todos, no con manzanas ni con conjuros, sino con su belleza y esa serenidad y autenticidad que tiene. Pero como ella misma dijo: las reinas también lloran.