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Los exilios de Daniel Coronell

Abandonó Colombia en 2005. Amenazas de muerte lo obligaron a abrirse camino en Estados Unidos. Hoy, desde Miami, habla de su historia y tiene sus propias apreciaciones sobre el oficio.

Luisa Fierro
11 de noviembre de 2015 - 04:04 a. m.
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El 6 de septiembre de 1992 mi madre nos tomó por sorpresa a mi hermano y a mí diciéndonos que nos teníamos que ir de Colombia por razones económicas. Hoy, veintidós años después, de camino a las instalaciones de Univisión en Miami, pienso en los miles de colombianos que debieron exiliarse por problemas políticos y económicos, o por dedicarse al oficio del periodismo, como es el caso de Daniel Coronell.

Al llegar a Univisión, una amable señora me hace seguir a una de las oficinas. No pasan cinco minutos y aparece Coronell con una sonrisa franca y contagiosa. Estrecha mi mano: “Me puse la corbata para recibirte”.

Tuvo que exiliarse en agosto de 2005 debido a amenazas de muerte. Las investigaciones y denuncias que realizó durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez fueron el detonante de su exilio. “Es uno de los peores períodos que hemos vivido María Cristina Uribe y yo, porque las amenazas se concentraron en nuestra hija. El gobierno de la época no sólo no investigó ni hizo nada para castigar esto, sino que además trató de burlarse y de caricaturizar la situación, como si la vida de mi hija no valiera nada”. Coronell se queda callado. Se puede ver la tristeza que representa para él recordar esos años en los que incluso pensó en abandonar el periodismo para garantizarle la vida a su hija Raquel, quien en esa época tenía seis años.

En 2005 llegó junto con su familia a Estados Unidos, gracias al Comité para la Protección a los Periodistas (CPJ) de Nueva York. La organización le consiguió un cupo en el Knight Fellowship en la Universidad de Stanford, en California. “Al comienzo mis días eran tristes. No podía sino pensar que estaba fuera de Colombia, no por la voluntad mía, si no por lo que me habían forzado a hacer otras personas. Cuando terminó ese período de un año en la Universidad de Stanford, el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de California, Berkeley, nos invitó a permanecer un año más en Estados Unidos”.

Después de dos años en el exilio, Daniel Coronell regresó a Colombia en junio de 2007. Pero fue la zozobra una y otra vez. El tiempo repitiéndose. En muchas ocasiones notó carros que lo seguían de camino a Noticias Uno, del que en ese entonces era director. Llegaban a su correo mensajes informándole que alguien más se entrometía en ellos. Y lo increíble: la misma exdirectora de Operaciones de Inteligencia del DAS declaró haber recibido órdenes para escudriñar sus movimientos financieros. Sin embargo, pese a todo, sintió que su deber era permanecer, resistir.

En enero de 2011 emprendió un nuevo viaje a Estados Unidos, esta vez por circunstancias completamente distintas. Llegó a Miami tras ser nombrado vicepresidente de noticias de la cadena Univisión. “Al llegar, me imaginaba que iba a trabajar para latinoamericanos que vivían en Estados Unidos. Pero llegué y me encontré con una realidad distinta: esa comunidad hispana no está compuesta por mexicanos, venezolanos, colombianos, argentinos que se han venido a vivir acá, sino que es una comunidad unida por unas circunstancias de adversidad, que necesita más información que casi cualquier otro miembro de esta sociedad”.

Después de que lo escucho hablar de su rutina en Univisión, le pregunto si en un futuro cercano piensa regresar a Colombia. “Claro que quiero regresar a Colombia, siento un gran compromiso por mi país. Pero de momento tengo un contrato que va hasta 2017. Esta oportunidad es como si estuviese haciendo una gran beca para aprender cosas. Ahora, si quieres recorremos el edificio y te das cuenta de la dimensión de las cosas que se manejan acá”.

Cuando recorremos el edificio entiendo a qué se refiere. En ese enorme edificio de dos pisos, con ventanas pequeñas, me encontré con una de las salas de redacción más grandes y modernas que he visto en mi vida: 230 estaciones para periodistas, productores y editores que trabajan para una audiencia de 55 millones de personas. Además, en los dos pisos funcionan también salas de reuniones, una sala de diseño gráfico, una cafetería, una zona de juegos con futbolito, y tres pequeños cuartos con sillas reclinables para descansar.

Coronell suspira profundo y sonríe. Extraña la adrenalina del periodismo colombiano, esa sensación de que todo estaba en juego todos los días.

“Cuando me contrataron para Univisión la discusión no se tomó ni diez minutos, pero me dijeron que no podía escribir columnas de opinión. No acepté y regresé a Colombia, porque siento que es parte de una responsabilidad que tengo con mi país. Una semana después la junta directiva me autorizó a seguir escribiendo. Que se caiga un ministro como se cayó el de Transporte por una investigación mía, que renuncie la directora del CTI, que se caiga el asesor principal de la campaña de reelección del presidente. Ese tipo de cosas son muy satisfactorias porque es como poner el reflector sobre temas que le pueden interesar a la sociedad”.

Finaliza la entrevista con un consejo para los periodistas en formación: “Yo diría que el consejo más importante es no creer en las fuentes, usarlas, pero jamás creer en ellas. Las fuentes de información tienen la característica de querer decir una buena parte acerca de los demás y casi nada acerca de sí mismas, entonces nuestro trabajo es buscar aquí y allá. Que la gente, a partir de todas esas subjetividades, tenga una aproximación mejor a la realidad. El periodismo se empobrece cuando se vuelve un transmisor mecánico de las fuentes. Tú tienes que saber que lo que dice un funcionario de su propia labor es desconfiable y tienes que verificarlo y buscar más allá, y tienes que tener el carácter de enfrentarlo. El consejo es que, si quieres una vida tranquila, sosegada, el periodismo no es lo tuyo. El periodismo, cuando está bien hecho, está para disgustar a la gente, no para gustarle, y en esa medida hay muchas cosas que pueden ser más placenteras. Lo nuestro es escarbar, buscar lo que los poderosos no quieren dejar ver, y eso representa, en un país como Colombia, confrontaciones, enemistades, y algunas veces la muerte. Pero hay que hacerlo porque alguien tiene que hacer ese trabajo y porque la sociedad, a la larga, aunque no quiera saber, siempre será mejor”.

Por Luisa Fierro

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