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El pasado 8 de enero Stephen Hawking cumplió 73 años. Una de las escenas de la película La teoría del todo, que por estos días rota por salas de cine, rememora el instante, hace 52 años, cuando un médico británico le dijo a Hawking que padecía el síndrome de la neurona motora (esclerosis lateral amiotrófica o enfermedad de Gehrig) y no viviría más allá de dos años.
Si aquella sentencia de muerte no se cumplió fue en parte por la fortaleza mental del físico británico, así como el amor y la solidaridad de su familia, sus colegas y sus estudiantes. Pero hay que añadir a esa ecuación un elemento extra: la tecnología que en las últimas décadas ha logrado avanzar tan rápido, o más rápido que una enfermedad discapacitante.
En 1965, cuando Hawking veía cómo se hacían más torpes sus movimientos, Gordon Moore, cofundador de la multinacional Intel, vaticinaba en una ley la velocidad que adquiriría la revolución tecnológica. De acuerdo con la Ley de Moore: el número de componentes de los circuitos integrados se duplicaría cada 18 meses. La ley resultó bastante precisa y hoy llevamos en los bolsillos un aparato con más poder de cálculo que los que se usaron para enviar un hombre a la Luna.
Hawking conoció a Moore en 1997. Doce años después de perder el habla. En aquel momento Hawking se apoyaba en un computador con un procesador AMD y Moore le preguntó si no prefería tener “un computador de verdad”. Desde entonces Intel se ha encargado de actualizar cada dos años el computador personal de Hawking, así como ofrecerle soporte especializado.
En un artículo titulado “Darle voz a Stephen Hawking”, publicado como tema de portada en la edición de enero de la revista Wired, el periodista Joao Medeiros reconstruye detalles de esa simbiosis entre uno de los hombres más inteligentes del planeta y el mayor fabricante de circuitos integrados del mundo. Simbiosis que ha permitido que Hawking, a pesar de haber perdido prácticamente el movimiento de todos sus músculos voluntarios, salvo una parte de la mejilla y la barbilla, sigue comunicándose.
La primera etapa de ese matrimonio consistió en un computador Apple II, en el que corría el programa Word Plus, creado por un ingeniero californiano para ayudar a su suegra que sufría la misma enfermedad de Hawking, y un sintetizador de voz adaptado a la silla de ruedas. En aquel momento, como lo recuerda Medeiros, Hawking lograba escribir 15 palabras por minuto manipulando una palanca de mando y eligiendo letras y palabras en la pantalla del computador.
Pero el nervio que controlaba el movimiento de su pulgar también comenzó a verse afectado por el avance de la enfermedad. Para 2008 Hawking ya no podía manipular la palanca y uno de sus estudiantes creó un sistema que bautizaron “interruptor de la mejilla”. Un haz infrarrojo instalado en las gafas del profesor de cosmología, de la Universidad de Cambridge, captaba los movimientos de su mejilla y los traducía en señales para el computador.
Aunque el “interruptor de mejilla” funcionó, Hawking perdió velocidad de comunicación. De 15 palabras por minuto, pasó a una o dos por minuto. En 2011 escribió a su antiguo amigo Moore un correo electrónico pidiendo ayuda: “Mi habla es muy, muy lenta por estos días. ¿Existe alguna forma para que Intel me ayude?”.
Moore le encargó la tarea a Justin Rattner, quien viajó con un grupo de ingenieros a Inglaterra. A Hawking le tomó 20 minutos dar un saludo de 30 palabras. Hawking usaba el programa EZ-Keys, una actualización de su viejo aliado Word Plus. Consistía en un teclado en pantalla y un algoritmo de predicción. El cursor que se deslizaba por las letras se detenía cuando Hawking movía su mejilla.
Rattner y su equipo decidieron explorar las últimas novedades tecnológicas en busca de soluciones: reconocimiento facial, seguimiento a la mirada e interfaces cerebro-computador.
Todas las soluciones que plantearon en los meses siguientes fracasaron. La idea de usar las ondas cerebrales no funcionó. Las tecnologías de seguimiento de mirada tampoco encajaron muy bien porque la cabeza de Hawking permanece inclinada. Otras fracasaron porque Hawking no lograba adaptarse.
“Stephen es uno de los hombres más brillantes, pero no podíamos olvidar que no ha estado expuesto a tecnología moderna. Nunca tuvo la oportunidad de usar un iPhone”, comentó Pete Denman, un diseñador del programa a la revista Wired.
Los repetidos fracasos llevaron al equipo a repensar toda la estrategia. Luego de grabar y revisar horas y horas de video sobre la forma como Hawking interactuaba con su silla, su computador y el sintetizador de voz descubrieron una pista: Hawking estaba acostumbrado a predecir qué palabras le ofrecía el algoritmo creado para predecir sus palabras.
Junto con una empresa británica, SwiftKey, incorporaron todos los documentos de Hawking al software. De esta manera, si Hawking escribía “agujero”, la palabra que inmediatamente le ofrecería el computador como primera opción sería “negro”. La solución fue bautizada ACAT (por sus siglas en inglés, Assistive Contextually Aware Tookit). Además de otras innovaciones, el resultado de Intel agradó al físico.
“Por muy dura que nos parezca la vida, mientras haya vida hay esperanza”, ese es uno de los mensajes que Hawking ha enviado a sus seguidores a través de su computador y sintetizador de palabras.
* pcorrea@elespectador.com / @pcorrea78