70 años de la televisión en Colombia, un país de noticieros y telenovelas
En siete décadas dos géneros televisivos atraviesan la línea del tiempo: dramatizados y noticieros. Los desarrollos tecnológicos y el talento humano se han empleado a fondo para mejorar y transformar la producción de esos dos lenguajes que de alguna forma dan cuenta de una sociedad que se ve en la pantalla chica.
Joseph Casañas Angulo
La primera transmisión de la televisión en Colombia estuvo a punto de fracasar. El transmisor que se importó desde Holanda estuvo en riesgo de ser devuelto antes de tocar tierra. El vuelo que traía el aparato, de placa holandesa, no tenía permiso de aterrizaje, pues no existía un tratado aeronáutico formal con el país europeo. Fue necesaria la intervención del teniente general Gustavo Rojas Pinilla, presidente de la época, para que el avión pudiera aterrizar en el Aeropuerto de Techo.
No fue el único lío. Los técnicos cubanos, argentinos y alemanes, responsables de garantizar la estabilidad de la transmisión, tuvieron que convencer a los médicos del Hospital Militar de que las ondas de las antenas instaladas en el techo de la edificación no les harían daño a los pacientes. “Las ondas televisivas son terapéuticas, doctor”, dijo un cubano para descontracturar el ambiente.
Ese 13 de junio de 1954 cayó un aguacero tieso sobre Bogotá. Sin embargo, no había excusa. Ese día se conmemoraba un año del primer aniversario del ascenso al poder del general Rojas Pinilla, una oportunidad en horario AAA para mostrar la cara más amable del golpe militar que se le dio al presidente Laureano Gómez el 13 de junio de 1953. Nada de blando hubo en aquel golpe.
9:00 p. m. El Himno nacional interpretado por la Orquesta Sinfónica de Colombia, el amarillo, azul y rojo de la bandera, un discurso de Rojas Pinilla, un recital de violín y piano a cargo del alemán Frank Preuss y la pianista Hilda Adler, además de una obra breve adaptada para televisión de un cuento original de Bernardo Romero Lozano, formaron parte de la programación de aquella noche. Todo se emitió desde los sótanos de la Biblioteca Nacional.
Un lote de 400 televisores, algunos entregados por el Gobierno, se ubicaron en lugares públicos en Bogotá y Medellín. Tener un aparato de esos, para entonces, era un lujo. Su precio, según datos aportados por Señal Memoria de RTVC, el sistema de medios públicos, podía oscilar entre los $400 y $500 en tamaños de 17 y 21 pulgadas. El salario mínimo rondaba los $120, por eso el Estado financió la compra de televisores por medio del Banco Popular.
Programas de concursos, de variedades, infantiles, de cocina y documentales, entre otros, han formado parte de la parrilla de la televisión en siete décadas. Las tendencias del mercado hacen que los géneros aparezcan y desaparezcan de la oferta, pero hay dos que atraviesan la línea del tiempo: dramatizados y noticieros.
El dramatizado, como una de las formas de expresión, empezó con el teleteatro, herencia de la radio, un lenguaje que ya se hablaba en Colombia desde 1929. Luego vinieron los dramatizados unitarios, que dieron origen a la creación de las telenovelas.
“La telenovela, con toda su estructura y variaciones, ha sido fundamental en la televisión colombiana. Desde el primer drama, que contaba la historia de un personaje que llamaba equivocadamente a la cárcel de mujeres, hasta pasar a los años 80 con La historia de Tita, dirigida por Pepe Sánchez; Bolívar, el hombre de las dificultades, que mostró el talento de la producción nacional al grabar y representar a centenares de soldados atravesando el páramo de Pisba, o contenido regional e histórico como Caballo viejo (1988), Los pecados de Inés de Hinojosa (1988) y Calamar (1989), hasta llegar a producciones más recientes como Café con aroma de mujer (1994), Yo soy Betty, la fea (1999) o Pedro, el Escamoso (2001). Son creaciones que muestran el nivel técnico y argumentativo de esas narrativas”, dice Jorge Mario Vera, asesor técnico y restaurador del Patrimonio Fílmico Colombiano.
Por otra parte, la producción de informativos ha existido desde el minuto cero del juego. El noticiero cinematográfico Colombia al día, el primero en su clase, fue creado durante el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla entre 1956 y 1958. Inspirado por noticieros propagandísticos de otros países totalitarios, Rojas Pinilla utilizó este medio para promover sus políticas y legitimar su régimen autoritario.
“El noticiero presentaba al presidente como un líder carismático y progresista, exaltando avances en ciencia, infraestructura, cultura y deportes; además, incluía secciones de noticias internacionales para mostrar la conexión del país con el mundo. Aunque presentaba una imagen de progreso, Colombia al día era una herramienta de propaganda con una visión sesgada de la realidad”, dice Señal Memoria.
“De ahí en adelante, los noticieros han formado parte de la parrilla de los colombianos. Desde siempre y durante estos 70 años”, dice Luis Alfonso Rodríguez, historiador y jefe de gestión cultural de Señal Memoria.
La captura de la imagen fue todo un reto en los primeros años. Para entonces el soporte cinematográfico implicaba filmar y después revelar para luego hacer un proceso llamado telecine y emitir.
“En los primeros cinco años de la televisión hubo que emitir en vivo y en directo. Lo que se conserva de entonces son los fragmentos que se filmaron. Alguien tenía una cámara de 35 milímetros o 16 milímetros en paralelo a la cámara de televisión y filmaba los programas que se estaban emitiendo en vivo. Eso salvó un poco la memoria de ese primer registro”, explica Rodríguez.
¿Nos dice algo que en 70 años lo que identifique a la televisión en Colombia sea la producción de dramatizados y noticieros?
“Que es una sociedad que a veces reflexiona de manera muy superficial sobre sí misma. En estas siete décadas han tenido cabida otros géneros, bien elaborados, como documentales y programas históricos con fondo, pero si nos hemos alimentado audiovisualmente de esos dos géneros principalmente, pues yo creo que es una sociedad que tiene que reflexionar sobre lo que está ingiriendo a nivel de imágenes y sonidos, porque eso también afecta un poco la forma en la que pensamos como sociedad”, finaliza Jorge Mario Vera.
La primera transmisión de la televisión en Colombia estuvo a punto de fracasar. El transmisor que se importó desde Holanda estuvo en riesgo de ser devuelto antes de tocar tierra. El vuelo que traía el aparato, de placa holandesa, no tenía permiso de aterrizaje, pues no existía un tratado aeronáutico formal con el país europeo. Fue necesaria la intervención del teniente general Gustavo Rojas Pinilla, presidente de la época, para que el avión pudiera aterrizar en el Aeropuerto de Techo.
No fue el único lío. Los técnicos cubanos, argentinos y alemanes, responsables de garantizar la estabilidad de la transmisión, tuvieron que convencer a los médicos del Hospital Militar de que las ondas de las antenas instaladas en el techo de la edificación no les harían daño a los pacientes. “Las ondas televisivas son terapéuticas, doctor”, dijo un cubano para descontracturar el ambiente.
Ese 13 de junio de 1954 cayó un aguacero tieso sobre Bogotá. Sin embargo, no había excusa. Ese día se conmemoraba un año del primer aniversario del ascenso al poder del general Rojas Pinilla, una oportunidad en horario AAA para mostrar la cara más amable del golpe militar que se le dio al presidente Laureano Gómez el 13 de junio de 1953. Nada de blando hubo en aquel golpe.
9:00 p. m. El Himno nacional interpretado por la Orquesta Sinfónica de Colombia, el amarillo, azul y rojo de la bandera, un discurso de Rojas Pinilla, un recital de violín y piano a cargo del alemán Frank Preuss y la pianista Hilda Adler, además de una obra breve adaptada para televisión de un cuento original de Bernardo Romero Lozano, formaron parte de la programación de aquella noche. Todo se emitió desde los sótanos de la Biblioteca Nacional.
Un lote de 400 televisores, algunos entregados por el Gobierno, se ubicaron en lugares públicos en Bogotá y Medellín. Tener un aparato de esos, para entonces, era un lujo. Su precio, según datos aportados por Señal Memoria de RTVC, el sistema de medios públicos, podía oscilar entre los $400 y $500 en tamaños de 17 y 21 pulgadas. El salario mínimo rondaba los $120, por eso el Estado financió la compra de televisores por medio del Banco Popular.
Programas de concursos, de variedades, infantiles, de cocina y documentales, entre otros, han formado parte de la parrilla de la televisión en siete décadas. Las tendencias del mercado hacen que los géneros aparezcan y desaparezcan de la oferta, pero hay dos que atraviesan la línea del tiempo: dramatizados y noticieros.
El dramatizado, como una de las formas de expresión, empezó con el teleteatro, herencia de la radio, un lenguaje que ya se hablaba en Colombia desde 1929. Luego vinieron los dramatizados unitarios, que dieron origen a la creación de las telenovelas.
“La telenovela, con toda su estructura y variaciones, ha sido fundamental en la televisión colombiana. Desde el primer drama, que contaba la historia de un personaje que llamaba equivocadamente a la cárcel de mujeres, hasta pasar a los años 80 con La historia de Tita, dirigida por Pepe Sánchez; Bolívar, el hombre de las dificultades, que mostró el talento de la producción nacional al grabar y representar a centenares de soldados atravesando el páramo de Pisba, o contenido regional e histórico como Caballo viejo (1988), Los pecados de Inés de Hinojosa (1988) y Calamar (1989), hasta llegar a producciones más recientes como Café con aroma de mujer (1994), Yo soy Betty, la fea (1999) o Pedro, el Escamoso (2001). Son creaciones que muestran el nivel técnico y argumentativo de esas narrativas”, dice Jorge Mario Vera, asesor técnico y restaurador del Patrimonio Fílmico Colombiano.
Por otra parte, la producción de informativos ha existido desde el minuto cero del juego. El noticiero cinematográfico Colombia al día, el primero en su clase, fue creado durante el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla entre 1956 y 1958. Inspirado por noticieros propagandísticos de otros países totalitarios, Rojas Pinilla utilizó este medio para promover sus políticas y legitimar su régimen autoritario.
“El noticiero presentaba al presidente como un líder carismático y progresista, exaltando avances en ciencia, infraestructura, cultura y deportes; además, incluía secciones de noticias internacionales para mostrar la conexión del país con el mundo. Aunque presentaba una imagen de progreso, Colombia al día era una herramienta de propaganda con una visión sesgada de la realidad”, dice Señal Memoria.
“De ahí en adelante, los noticieros han formado parte de la parrilla de los colombianos. Desde siempre y durante estos 70 años”, dice Luis Alfonso Rodríguez, historiador y jefe de gestión cultural de Señal Memoria.
La captura de la imagen fue todo un reto en los primeros años. Para entonces el soporte cinematográfico implicaba filmar y después revelar para luego hacer un proceso llamado telecine y emitir.
“En los primeros cinco años de la televisión hubo que emitir en vivo y en directo. Lo que se conserva de entonces son los fragmentos que se filmaron. Alguien tenía una cámara de 35 milímetros o 16 milímetros en paralelo a la cámara de televisión y filmaba los programas que se estaban emitiendo en vivo. Eso salvó un poco la memoria de ese primer registro”, explica Rodríguez.
¿Nos dice algo que en 70 años lo que identifique a la televisión en Colombia sea la producción de dramatizados y noticieros?
“Que es una sociedad que a veces reflexiona de manera muy superficial sobre sí misma. En estas siete décadas han tenido cabida otros géneros, bien elaborados, como documentales y programas históricos con fondo, pero si nos hemos alimentado audiovisualmente de esos dos géneros principalmente, pues yo creo que es una sociedad que tiene que reflexionar sobre lo que está ingiriendo a nivel de imágenes y sonidos, porque eso también afecta un poco la forma en la que pensamos como sociedad”, finaliza Jorge Mario Vera.