Ana de Armas, antes de Marilyn Monroe
¿Por qué todos hablan de Ana de Armas?: una actriz de origen cubano que terminó encarnando al ícono más estadounidense de todos los tiempos.
Diez años. Una década. Dos lustros. Ese fue el tiempo que los productores de la película Blonde dedicaron a la búsqueda de una actriz que encarnara al ícono estadounidense de todos los tiempos: Marilyn Monroe. “Hasta que encontramos a Ana no pudimos cruzar la meta”, dijo en una entrevista Brad Pitt, uno de los productores de la polémica película, basada en la novela de Joyce Carol Oates, que bate récords de audiencia, pero también de críticas. “Ella es fenomenal; ese es un vestido difícil de llenar”, señaló Pitt.
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Diez años. Una década. Dos lustros. Ese fue el tiempo que los productores de la película Blonde dedicaron a la búsqueda de una actriz que encarnara al ícono estadounidense de todos los tiempos: Marilyn Monroe. “Hasta que encontramos a Ana no pudimos cruzar la meta”, dijo en una entrevista Brad Pitt, uno de los productores de la polémica película, basada en la novela de Joyce Carol Oates, que bate récords de audiencia, pero también de críticas. “Ella es fenomenal; ese es un vestido difícil de llenar”, señaló Pitt.
Varias actrices ya habían intentado interpretar una Monroe que dejara huella. La revista Esquire enumera a trece mujeres que se pusieron en los zapatos de la fallecida actriz, pero solo De Armas ha estado en la mira de feministas, crítica, actrices y actores… en el ojo del huracán. La lista incluye a Misty Rowe (1976), Theresa Russell (1980), Catherine Hicks (1980), Susan Griffiths (1991), Madonna (1984) Mira Sorvino y Ashley Judd (1987), Barbra Niven (1988) Poppy Montgomery (2001), Michelle Williams (2011), Charlotte Sullivan (2011), Blake Lively (2012), Kelli Garner (2015) y Ana de Armas (2021).
Antes de ser Marilyn, Ana de Armas ya era una actriz reconocida en Hollywood: protagonizó con Keanu Reeves el thriller de terror Knock Knock, con el que ganó varios reconocimientos, y participó en otros filmes como War Dogs, Exposed, Blade Runner 2049, Overdrive, Knives Out, The Informer, No Time to Die y Deep Water, en la que actuó con Ben Affleck, su novio de entonces. “Llegué a Estados Unidos apenas hablando inglés y con el sueño de que algún día podría ser parte de un proyecto y trabajar con personas como Chris Evans [Capitán América], dijo De Armas a la revista Excélsior.
Ana de Armas nació en La Habana, pero se crió en Santa Cruz del Norte (Cuba), donde vivió una niñez llena de escasez, con cortes de electricidad y combustible, producto del embargo que pesa desde hace muchos años sobre territorio cubano. Su papá, Ramón de Armas, filósofo de una universidad soviética, fue director de un banco, maestro y alcalde de una provincia de la isla; su mamá trabajó durante muchos años en el Ministerio de Educación cubano, y su hermano, como ella, solo pensaba en el arte y dejar la isla algún día.
El hermano de Ana fue el primero en abandonar Cuba; se fue a Estados Unidos y se convirtió en fotógrafo en Nueva York. A Ana, menor que él, le costó más salir del país. Desde que cumplió doce años supo que quería actuar, pero se tropezó con un problema: sus papás no la dejaban ver televisión; apenas podía sentarse frente a la pantalla veinte minutos los sábados para ver dibujos animados. Decidió que para ser actriz debía ver películas de verdad y entonces se iba adonde sus vecinos, que tenían un reproductor de video, para ver las pocas que llegaban a la isla. “Memorizaba los diálogos y los practicaba después”.
Estudió en la Escuela Nacional de Artes en Cuba y participó en tres películas. A los 18 años, mientras terminaba un curso de teatro y estaba lista para presentar la tesis final, el gobierno de los Castro anunció que los graduados cubanos no podrían salir del país si no cumplían con tres años de servicio comunitario para el Estado. “Entonces supe que me tenía que ir”, le dijo al magazín Net a Porter.
Gracias a la nacionalidad española de su abuela, Ana dejó la isla y se fue a Madrid, en donde comenzó a proyectarse como actriz. Fue el director Luis San Narciso el que le dio su primer papel en la serie El internado, a la que quiso renunciar pero terminó participando durante seis temporadas. Luego empacó sus maletas para radicarse en Los Ángeles (EE. UU.). No sabía hablar inglés y por eso fue rechazada. “Hablaremos en un par de años”, le respondieron cineastas y directores de casting. “No, hablamos en dos meses”, respondió ella y así fue como a las pocas semanas comenzó a aparecer en varias producciones y videos musicales.
Siete años después llegó Blonde, una película para muchos atrevida y provocadora, que podría llevarse todos los premios y convertirse en una obra maestra, mientras que para otros es un “hueso” antiabortista y machista que fetichiza el dolor y la figura de Monroe. La novela de Carol Oates ya se había convertido en una miniserie de televisión en 2000, pero pasó sin mayor atención; la versión Monroe de De Armas ha sido reconocida por algunos como “increíble”. “No puedo pensar en otra persona que pudiera hacer lo que Ana ha hecho”, dijo Adrien Brody, quien interpreta a Arthur Miller. De Armas y el director de la película, Andrew Dominik, soportan con estoicismo los golpes que pueden poner en riesgo varios galardones, entre ellos el Óscar.
Dominik no ha hecho más que defender el tratamiento de Monroe en Blonde. En diálogo con la escritora Christina Newland, argumentó que la película no pretende ser una representación de la realidad, sino de “una sensación de estar dentro del pensamiento ansioso de alguien… y eso te deja temblando”. Explicación que no convence.
“Dadas todas las indignidades y horrores que Marilyn Monroe soportó durante sus 36 años, es un alivio que no haya tenido que sufrir las vulgaridades de Blonde, el último entretenimiento necrófilo que la explota”, dijo Manohla Dargis, crítica de cine de The New York Times.
En la misma línea se fue Lauren Puckett-Pope, periodista de la revista Elle. “Es cierto que negar que Monroe fue una figura trágica sería también otra ficción. La historia de la actriz de Los caballeros las prefieren rubias es única y opresivamente dolorosa (muchos de los fragmentos más conocidos de su biografía son muy tristes) e ignorar esto en Blonde sería igualmente negligente. Pero negar a la actriz la mayor parte, si no toda, de su alegría, su ingenio, su fuerza (por no hablar de todo lo que aportó a la industria) es una ofensa para Monroe y para la mujer que la interpreta”.
Sobre la actriz, Puckett-Pope no señala: “De Armas saca lo mejor de sí misma para encarnar a un ser humano real en los momentos más introspectivos de Blonde, cuando se le da la oportunidad, se eleva en la fascinante cinematografía de la película y de las asombrosas réplicas de fotografías de la vida real de Monroe. Pero hay demasiadas escenas en las que solo se le pide que se encoja, grite, sangre y vomite mientras es arrastrada y golpeada entre las piezas del decorado, por lo que la imagen que se queda el público es la de Monroe como poco más que una muñeca”.
La revista Esquire ha sido un poco más benévola. Dicen que, si bien muchas feministas condenan a De Armas por permitir una “cosificación suya y del personaje”. Blonde no se esconde y decide abordar el maltrato machista a Marilyn de manera central y directa. Lo hace, además, con una actriz completamente entregada a la causa en alma y, obviamente, cuerpo. Es en la fuerza de Ana de Armas y su compromiso y respeto con la figura de Marilyn donde la película podría ondear la bandera del feminismo y, de paso, encumbrar a De Armas al Óscar”.
Con críticas o no, Ana de Armas es la mujer del momento: una actriz latina interpretando al símbolo estadounidense, a la bomba rubia, al símbolo sexual que se convirtió en un mito en ese país que se rindió a las normas que dicta Hollywood. Ante la andanada de comentarios negativos contra Blonde, vuelven a sonar unas palabras que Marilyn Monroe dijo en la revista Life, días antes de morir: “Esta industria debería comportarse como una madre cuyo hijo acaba de salir corriendo delante de un coche. Pero en lugar de abrazar al niño, empiezan a castigarlo”.