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“Soy como se me ve, desgraciadamente, un obseso del control en la parte creativa”, dijo el español Antón Álvarez, conocido artísticamente como C. Tangana, en una entrevista para EFE. El músico presentó su documental “Esa ambición desmedida” en el Festival de Cine de San Sebastián. El músico fue acompañado por los miembros del colectivo Little Spain, sus socios y amigos, que filmaron sus videoclips y este documental.
Ceder el control en esta ocasión le ha servido para verse desde fuera y darse cuenta de cosas que quiere mejorar. "No sabía hasta qué punto me estaba abriendo, porque estoy acostumbrado a estar con ellos y rodeado de cámaras (...), no habría dejado a nadie más que hiciera esto", confesó.
En el documental, que tendrá un estreno limitado en cines a partir del 26 de octubre en el país español y luego pasará a Movistar+, C. Tangana ya insinúa su deseo de hacer cine y este jueves 28 de septiembre confirmó que está rodando, como director, un documental sobre el guitarrista flamenco español Yerai Cortés.
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“No soy capaz de definirme como director, pero voy a intentar hacer una película”, afirmó. “Ya estamos manos a la obra, está sucediendo”. En cuanto a la música, aseguró que es “una pulsión natural” pero que le gusta el estado de incertidumbre como motor creativo. ”He sacado discos y voy a seguir haciéndolo toda mi vida, pero quiero que sea algo que me apasione tanto como el anterior, no necesito estar en la rueda de sacar canciones todo el rato”, apuntó.
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Dirigido por Rogelio González, Santos Bacana y Cris Trenas, “Esa ambición desmedida” sigue los pasos del músico desde la génesis de su tercer disco, “El madrileño”, un hito en su carrera con el que ganó tres Grammy Latinos, hasta la materialización de la gira “Sin cantar ni afinar”, que incluyó América.
En el estudio de grabación de La Habana, en 2020, aparecen los cubanos Eliades Ochoa y Omara Portuondo, dos de los artistas que colaboraron en ese álbum que inicialmente iba a llamarse Disco Latin y que pasa por un filtro urbano, géneros hispanos tradicionales, desde el pasodoble a la rumba.
En las sesiones se habla de un disco de rap que en aquel momento tenía grabado y listo para lanzar, pero que decidió guardar en el cajón para buscar algo “más disruptivo”. En otro momento, el músico se define a sí mismo como “uno de los mejores artistas” de su generación y lamenta que “el C. Tangana marquetiniano” le haya “desprestigiado” como artista.
En contraste con esa aparente seguridad en sí mismo, a la hora de afrontar la gira expresa su fobia al directo y sus inseguridades respecto a su voz, una inseguridad que acabó alumbrando todo un espectáculo con 35 personas en el escenario que, en un alarde de autoconciencia y sentido del humor, tituló “Sin cantar ni afinar”.
Esa gira le acabó reforzando: "No creía que fuera un artista en el escenario hasta esta gira, ahora me siento más artista".
Defiende que su interpretación vocal no es lo importante. "La gente no va a eso, está la composición, la producción, la actuación en directo y, en torno a todo eso, un concepto artístico en el que creo, escribo canciones que soy capaz de defender".
En el documental, C. Tangana asegura que la gira fue un fiasco financiero, tan ambiciosa a nivel técnico y artístico, que resultó imposible rentabilizar, pero le ha quitado hierro: “No nos hemos arruinado, pero han sido dos años de trabajo que me podría haber comprado un piso”.
Sobre esa diatriba permanente entre lo artístico y lo comercial que refleja el documental, insistió en que “casi todas las cosas” las ha hecho por pasión, “aunque la gente tenga una idea distinta”.
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