Camilo Prince y Pablo González: la escritura audiovisual más allá del ‘thriller’
Los realizadores crearon y dirigieron “El robo del siglo”, la serie colombiana de Netflix que “busca la humanidad en unas figuras que normalmente son estereotípicas”.
El robo del siglo se llama la serie colombiana que Netflix estrena el próximo 14 de agosto. Si se juzga por el nombre o por la temática se puede cometer el error de pensar que es una producción más sobre robo llevado a cabo de forma espectacular.
De hecho, así se llama un filme argentino estrenado este mismo año. Y cómo no tener de referente a La casa de papel o la saga cinematográfica Ocean's Eleven protagonizada por George Clooney, Brad Pitt, y Julia Roberts.
El robo del siglo retoma el hurto que se hizo en 1994 en el Banco de la República de Valledupar, y con ese contexto colombiano los creadores, escritores y directores, Pablo González y Camilo Prince, crearon un nuevo universo audiovisual que con el paso de los minutos la narrativa deja a un lado el típico prototipo de pandilla y abre paso a la exploración de la relación del ser humano con el dinero. (Contexto: Los 25 años del “robo del siglo” en Colombia).
“Sé que muchísima gente disfruta con ‘La casa de papel’, de pronto esos espectadores pueden ver ‘El robo del siglo’ y encontrar otra dimensión de la historia. La comparación no me parece odiosa porque siembre hay otras maneras de hacer (la historia)”, argumenta González.
Para este realizador, las otras producciones sobre robos “tienen cierto nivel de fantasía”, por lo que aprovecharon el contexto nacional para escribir una historia que presenta detalladamente a los personajes, su vida, sus sueños y su relación familiar.
Es así como El robo del siglo refleja problemáticas como el acceso a la salud, la inequidad social y el deseo de ser aceptados en la clase alta.
“Sentimos que estas historias logran dar una nueva mirada y reflejan temáticas de las que no se habla mucho”, sostiene Price.
Pablo González y Camilo Prince pertenecen a la generación audiovisual que le gusta explorar el género, pero aún así se esfuerzan para que la historia tenga elementos diferenciales que sorprendan a la audiencia, ya sea a la que le gusta la adrenalina y la acción, o al que se identifique con la humanidad de los personajes.
Ese gusto los acompaña desde hace dos décadas y se refleja en el estudio que realizaron luego del colegio, donde se conocieron. Prince estudió filosofía en Estados Unidos y González, en París, investigó la representación de la violencia en el cine latinoamericano.
Con ese bagaje, estos realizadores, que trabajan en conjunto desde hace 17 años, parten de la temática que les interesa y a partir de ahí escriben la historia. Es por eso que en El robo del siglo es tan importante la relación de los personajes con el dinero, más allá del robo. Es la plata lo que les permite, tal vez, mantener un estatus o preservar la vida; pero también es lo que les causa conflicto con la vida misma, con la familia.
“Encontramos una historia que sólo puede suceder en Colombia. Es realmente sorprendente cómo se hizo, pero realmente lo que nos terminó de fascinar son estos personajes que mezclan la ficción y la realidad, que navegan dos mundos, una vida criminal y familiar, y esta vida criminal amenaza la vida familiar, pero también la vida familiar amenaza la vida criminal”, explica Prince.
Esta dualidad de los tonos grises de la vida siempre ha estado presente en el trabajo de estos directores. Los cortometrajes Pullover y Cord, así como la película Los fierros y la serie Historia de un crimen: Colmenares son muestra que a estos realizadores les encanta explorar la condición humana y el día a día que amenaza contantemente la persona que se quiere ser.
Sólo así, sostienen, es como logran escribir un guion que navegue en las aventuras del género, en este caso del crimen, el drama y thriller. Eso les permite, también, hablar de ellos mismos, del momento histórico y presentar su perspectiva del mismo.
En El robo del siglo dejaron plasmado su visión de los 90, la época que los definió. La música, la ropa y la estética pueden ser fácilmente identificados por lo que vivieron en esos años, así como expresiones que hoy pueden parecer graciosas como ‘vaya calentándome el carro’.
“Mi papá me mandaba a eso… en ese tiempo tocaba calentar el carro”, recuerda González, quien también rememora que luego del robo al Banco de la República de Valledupar en el 94, a la hora de las compras se hacían filas enormes ya que los cajeros debían verificar, por medio de una lista impresa, que el billete recibido no fuera del lote hurtado. Al final, el Gobierno decidió rediseñar los billetes.
Pablo González y Camilo Prince ya habían trabajado de la mano de la productora Dynamo y Netflix escribiendo Colmenares, pero esta vez se aventuraron a la dirección y la producción.
Eso les significó un esfuerzo significativo porque El robo del siglo se rodó durante la época del Paro Nacional y se terminó de producir durante la pandemia.
Sin embargo, dicen, ser ‘showrunners’ les posibilita “jalar el barco hacia un mismo lugar” de una forma más cómoda ya que, como hacen buena dupla, saben que pueden hacer más y ejercer mayor control sobre el producto, sobre todo el televisivo, en donde se requiere más colaboración que en el cine.
El robo del siglo se llama la serie colombiana que Netflix estrena el próximo 14 de agosto. Si se juzga por el nombre o por la temática se puede cometer el error de pensar que es una producción más sobre robo llevado a cabo de forma espectacular.
De hecho, así se llama un filme argentino estrenado este mismo año. Y cómo no tener de referente a La casa de papel o la saga cinematográfica Ocean's Eleven protagonizada por George Clooney, Brad Pitt, y Julia Roberts.
El robo del siglo retoma el hurto que se hizo en 1994 en el Banco de la República de Valledupar, y con ese contexto colombiano los creadores, escritores y directores, Pablo González y Camilo Prince, crearon un nuevo universo audiovisual que con el paso de los minutos la narrativa deja a un lado el típico prototipo de pandilla y abre paso a la exploración de la relación del ser humano con el dinero. (Contexto: Los 25 años del “robo del siglo” en Colombia).
“Sé que muchísima gente disfruta con ‘La casa de papel’, de pronto esos espectadores pueden ver ‘El robo del siglo’ y encontrar otra dimensión de la historia. La comparación no me parece odiosa porque siembre hay otras maneras de hacer (la historia)”, argumenta González.
Para este realizador, las otras producciones sobre robos “tienen cierto nivel de fantasía”, por lo que aprovecharon el contexto nacional para escribir una historia que presenta detalladamente a los personajes, su vida, sus sueños y su relación familiar.
Es así como El robo del siglo refleja problemáticas como el acceso a la salud, la inequidad social y el deseo de ser aceptados en la clase alta.
“Sentimos que estas historias logran dar una nueva mirada y reflejan temáticas de las que no se habla mucho”, sostiene Price.
Pablo González y Camilo Prince pertenecen a la generación audiovisual que le gusta explorar el género, pero aún así se esfuerzan para que la historia tenga elementos diferenciales que sorprendan a la audiencia, ya sea a la que le gusta la adrenalina y la acción, o al que se identifique con la humanidad de los personajes.
Ese gusto los acompaña desde hace dos décadas y se refleja en el estudio que realizaron luego del colegio, donde se conocieron. Prince estudió filosofía en Estados Unidos y González, en París, investigó la representación de la violencia en el cine latinoamericano.
Con ese bagaje, estos realizadores, que trabajan en conjunto desde hace 17 años, parten de la temática que les interesa y a partir de ahí escriben la historia. Es por eso que en El robo del siglo es tan importante la relación de los personajes con el dinero, más allá del robo. Es la plata lo que les permite, tal vez, mantener un estatus o preservar la vida; pero también es lo que les causa conflicto con la vida misma, con la familia.
“Encontramos una historia que sólo puede suceder en Colombia. Es realmente sorprendente cómo se hizo, pero realmente lo que nos terminó de fascinar son estos personajes que mezclan la ficción y la realidad, que navegan dos mundos, una vida criminal y familiar, y esta vida criminal amenaza la vida familiar, pero también la vida familiar amenaza la vida criminal”, explica Prince.
Esta dualidad de los tonos grises de la vida siempre ha estado presente en el trabajo de estos directores. Los cortometrajes Pullover y Cord, así como la película Los fierros y la serie Historia de un crimen: Colmenares son muestra que a estos realizadores les encanta explorar la condición humana y el día a día que amenaza contantemente la persona que se quiere ser.
Sólo así, sostienen, es como logran escribir un guion que navegue en las aventuras del género, en este caso del crimen, el drama y thriller. Eso les permite, también, hablar de ellos mismos, del momento histórico y presentar su perspectiva del mismo.
En El robo del siglo dejaron plasmado su visión de los 90, la época que los definió. La música, la ropa y la estética pueden ser fácilmente identificados por lo que vivieron en esos años, así como expresiones que hoy pueden parecer graciosas como ‘vaya calentándome el carro’.
“Mi papá me mandaba a eso… en ese tiempo tocaba calentar el carro”, recuerda González, quien también rememora que luego del robo al Banco de la República de Valledupar en el 94, a la hora de las compras se hacían filas enormes ya que los cajeros debían verificar, por medio de una lista impresa, que el billete recibido no fuera del lote hurtado. Al final, el Gobierno decidió rediseñar los billetes.
Pablo González y Camilo Prince ya habían trabajado de la mano de la productora Dynamo y Netflix escribiendo Colmenares, pero esta vez se aventuraron a la dirección y la producción.
Eso les significó un esfuerzo significativo porque El robo del siglo se rodó durante la época del Paro Nacional y se terminó de producir durante la pandemia.
Sin embargo, dicen, ser ‘showrunners’ les posibilita “jalar el barco hacia un mismo lugar” de una forma más cómoda ya que, como hacen buena dupla, saben que pueden hacer más y ejercer mayor control sobre el producto, sobre todo el televisivo, en donde se requiere más colaboración que en el cine.