Chavela Vargas, el canto del alma
Desobediente, rebelde y con ansias de libertad, el documental “Chavela” llega a la gran pantalla para revivir, por un rato, a la artista que hizo historia.
Daniela Suárez Zuluaga
Rebelde y polémica. Dos características inherentes a Isabel Vargas Lizano, conocida mundialmente como Chavela Vargas. Por su música ranchera, muchos siguen pensando que su nacionalidad fue originalmente mexicana, pero no es así. Oriunda de San Joaquín de las Flores, en Costa Rica, Chavela creció rodeada de una familia que, si la quería, le demostraba muy poco cariño. A sus 17 años decidió dejar su hogar y perseguir la libertad, y así lo hizo.
Su carácter arrollador, su motivación, su fuerza pero también su debilidad hicieron que ella, completamente sola, llegara a México buscando su identidad y un futuro que le permitiera desenvolverse artísticamente. Las calles de su nuevo hogar la escucharon cantar, la vieron bailar, la sintieron en los huesos, hasta que unos años más adelante, cuando Chavela cumplió 30, era una de las cantantes favoritas de los bares y clubes nocturnos.
Sus amigos más cercanos siempre definieron a Chavela como una mujer adelantada a su época, que desafiaba los valores morales que se imponían en la década de los 40. Usaba pantalones, bebía tequila y fumaba cigarros mientras cantaba, algo que, para la época no estaba para nada bien visto en una mujer, pero a ella eso jamás le importó. Ninguno de sus comportamientos “inmorales” opacaron su voz; al contrario, la hacían destacar ante el resto.
Aunque Chavela tenía una vida llena de excesos, las heridas de su alma siempre estuvieron presentes. Se sentía sola aunque estuviera rodeada de miles de personas, así que decidía refugiarse en el alcohol y el sexo. Una vida apasionante, complicada, conflictiva y solitaria, llena de matices, creó a una mujer y una artista que hizo historia, una historia que merece ser contada.
Cuando la directora Catherine Gund vivió por un tiempo en Ciudad de México, en 1992, conoció la música y la leyenda de Chavela Vargas y buscó conocerla. En una cámara de video grabó el encuentro. Durante veinte años tuvo guardadas las cintas, hasta que le propuso a su amiga Daresha Kyi realizar una película juntas. Fue cuando ambas asumieron el trabajo de producir y dirigir Chavela, el documental que contará la vida de esta gran artista.
“Chavela Vargas rompía todo el esquema de las cantantes de rancheras, y su esencia la sintetiza en lo que realmente es: el canto del alma, del final trágico del amor”, asegura Eugenia León en el documental. Y es que sus letras expresaban cada sentimiento, cada problema, pero también cada alegría e ilusión… Chavela era de amores y a todos les cantaba, pero siempre marcó la diferencia en una sola cosa: “La primera persona en México que se ha atrevido a cantarle a una mujer, soy yo”, dijo en una entrevista del documental. Y sí, Chavela era lesbiana, pero ella nunca hizo pública su orientación sexual, aunque todos lo supieran.
Muchos aseguran que esa mujer de la que habla fue, nada más y nada menos que Frida Kahlo, pues Chavela se alojó un tiempo en la casa de su amiga, quien en ese momento vivía con Diego Rivera, y dicen que de ahí surgió un romance entre ellas dos, pero nadie sabe cuánto duró, lo que sí es un hecho es que una de las personas a quien más quiso Chavela en este mundo fue a Frida.
“Claro, sí he amado mucho, porque el que no ha amado nunca ha vivido”, afirma Chavela con su temple, completamente segura de sus palabras. Nadie pudo haberlo dicho mejor que ella, con su canto y su voz que, aún después de su muerte, sigue poniéndole la piel de gallina a todo el que la escucha.
Su agradecimiento con México la llevó a cambiar su nacionalidad, y a convertirse en una de las cantantes más queridas y respetadas en la historia de las rancheras. “México me enseñó a ser lo que soy, pero no con besos sino a patadas y a balazos. Me agarró y me dijo: ‘Te voy a hacer una mujer en tierra de hombres y te voy a enseñar a cantar’”, dijo Chavela en una entrevista. Logró abrirse espacio en una sociedad misógina, donde surgir como cantante no fue fácil.
Gracias a Pedro Almodóvar, las canciones de Chavela se internacionalizaron cada vez más, pues él ponía las melodías y la voz en sus películas. Uno de sus grandes amigos en las borracheras fue José Alfredo Jiménez, quien en las cantinas se juntaba con ella y cantaban, reían, hablaban e incluso lloraban. Cuando José falleció, en 1973, Chavela llegó a su velorio con una botella de tequila y ebria se puso a cantar.
Cantó en la boda de los estadounidenses Liz Taylor y Mike Todd, dejando perdidamente enamorada a Ava Gardner, tanto así que al otro día amaneció entre sus brazos.
Con su carrera ya consolidada y su fama a flor de piel, en 1988 Chavela conoció al amor de su vida: la abogada Alicia Pérez Duarte. Un amor tan intenso que dejó de fluir por el brutal alcoholismo de la cantante, que poco a poco fue apagando la llama.
Le costó sangre, sudor y lágrimas dejar de beber, pero se dio cuenta de que el alcohol le había quitado a las personas más importantes de su vida, así que decidió dejarlo, y esta vez para siempre. Ya sobria, construyó la segunda parte de su carrera artística en España.
Su voz se apagó en Cuernavaca, en el 2012, el país que la vio renacer, fue el mismo que la vio morir ese domingo 5 de agosto a sus 93 años. A Colombia llega su historia con el documental Chavela, que la revive y la trae de vuelta, aunque sea por noventa minutos.
Chavela se presentará en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Manizales, Bucaramanga, Ibagué, Villavicencio y Popayán.
Rebelde y polémica. Dos características inherentes a Isabel Vargas Lizano, conocida mundialmente como Chavela Vargas. Por su música ranchera, muchos siguen pensando que su nacionalidad fue originalmente mexicana, pero no es así. Oriunda de San Joaquín de las Flores, en Costa Rica, Chavela creció rodeada de una familia que, si la quería, le demostraba muy poco cariño. A sus 17 años decidió dejar su hogar y perseguir la libertad, y así lo hizo.
Su carácter arrollador, su motivación, su fuerza pero también su debilidad hicieron que ella, completamente sola, llegara a México buscando su identidad y un futuro que le permitiera desenvolverse artísticamente. Las calles de su nuevo hogar la escucharon cantar, la vieron bailar, la sintieron en los huesos, hasta que unos años más adelante, cuando Chavela cumplió 30, era una de las cantantes favoritas de los bares y clubes nocturnos.
Sus amigos más cercanos siempre definieron a Chavela como una mujer adelantada a su época, que desafiaba los valores morales que se imponían en la década de los 40. Usaba pantalones, bebía tequila y fumaba cigarros mientras cantaba, algo que, para la época no estaba para nada bien visto en una mujer, pero a ella eso jamás le importó. Ninguno de sus comportamientos “inmorales” opacaron su voz; al contrario, la hacían destacar ante el resto.
Aunque Chavela tenía una vida llena de excesos, las heridas de su alma siempre estuvieron presentes. Se sentía sola aunque estuviera rodeada de miles de personas, así que decidía refugiarse en el alcohol y el sexo. Una vida apasionante, complicada, conflictiva y solitaria, llena de matices, creó a una mujer y una artista que hizo historia, una historia que merece ser contada.
Cuando la directora Catherine Gund vivió por un tiempo en Ciudad de México, en 1992, conoció la música y la leyenda de Chavela Vargas y buscó conocerla. En una cámara de video grabó el encuentro. Durante veinte años tuvo guardadas las cintas, hasta que le propuso a su amiga Daresha Kyi realizar una película juntas. Fue cuando ambas asumieron el trabajo de producir y dirigir Chavela, el documental que contará la vida de esta gran artista.
“Chavela Vargas rompía todo el esquema de las cantantes de rancheras, y su esencia la sintetiza en lo que realmente es: el canto del alma, del final trágico del amor”, asegura Eugenia León en el documental. Y es que sus letras expresaban cada sentimiento, cada problema, pero también cada alegría e ilusión… Chavela era de amores y a todos les cantaba, pero siempre marcó la diferencia en una sola cosa: “La primera persona en México que se ha atrevido a cantarle a una mujer, soy yo”, dijo en una entrevista del documental. Y sí, Chavela era lesbiana, pero ella nunca hizo pública su orientación sexual, aunque todos lo supieran.
Muchos aseguran que esa mujer de la que habla fue, nada más y nada menos que Frida Kahlo, pues Chavela se alojó un tiempo en la casa de su amiga, quien en ese momento vivía con Diego Rivera, y dicen que de ahí surgió un romance entre ellas dos, pero nadie sabe cuánto duró, lo que sí es un hecho es que una de las personas a quien más quiso Chavela en este mundo fue a Frida.
“Claro, sí he amado mucho, porque el que no ha amado nunca ha vivido”, afirma Chavela con su temple, completamente segura de sus palabras. Nadie pudo haberlo dicho mejor que ella, con su canto y su voz que, aún después de su muerte, sigue poniéndole la piel de gallina a todo el que la escucha.
Su agradecimiento con México la llevó a cambiar su nacionalidad, y a convertirse en una de las cantantes más queridas y respetadas en la historia de las rancheras. “México me enseñó a ser lo que soy, pero no con besos sino a patadas y a balazos. Me agarró y me dijo: ‘Te voy a hacer una mujer en tierra de hombres y te voy a enseñar a cantar’”, dijo Chavela en una entrevista. Logró abrirse espacio en una sociedad misógina, donde surgir como cantante no fue fácil.
Gracias a Pedro Almodóvar, las canciones de Chavela se internacionalizaron cada vez más, pues él ponía las melodías y la voz en sus películas. Uno de sus grandes amigos en las borracheras fue José Alfredo Jiménez, quien en las cantinas se juntaba con ella y cantaban, reían, hablaban e incluso lloraban. Cuando José falleció, en 1973, Chavela llegó a su velorio con una botella de tequila y ebria se puso a cantar.
Cantó en la boda de los estadounidenses Liz Taylor y Mike Todd, dejando perdidamente enamorada a Ava Gardner, tanto así que al otro día amaneció entre sus brazos.
Con su carrera ya consolidada y su fama a flor de piel, en 1988 Chavela conoció al amor de su vida: la abogada Alicia Pérez Duarte. Un amor tan intenso que dejó de fluir por el brutal alcoholismo de la cantante, que poco a poco fue apagando la llama.
Le costó sangre, sudor y lágrimas dejar de beber, pero se dio cuenta de que el alcohol le había quitado a las personas más importantes de su vida, así que decidió dejarlo, y esta vez para siempre. Ya sobria, construyó la segunda parte de su carrera artística en España.
Su voz se apagó en Cuernavaca, en el 2012, el país que la vio renacer, fue el mismo que la vio morir ese domingo 5 de agosto a sus 93 años. A Colombia llega su historia con el documental Chavela, que la revive y la trae de vuelta, aunque sea por noventa minutos.
Chavela se presentará en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Manizales, Bucaramanga, Ibagué, Villavicencio y Popayán.