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La directora de fotografía venezolana Alexandra Henao, que hizo parte de reconocidas películas como 'El Inca' y ‘Azul y no tan rosa', asegura que la minería a cielo abierto que se desarrolla en el estado Bolívar, al sur de la franja petrolífera del Orinoco, afecta a la población de 16 culturas indígenas de su país.
Henao narra los detalles de la investigación del documental ‘Kuyujani Envenenado’, donde muestra cómo los integrantes de las comunidades Sanema y Yekuana contienen altos niveles de mercurio en sus cuerpos.
Esta venezolana le explicó a la Agencia Anadolu cómo es hacer cine bajo el Gobierno de Nicolás Maduro y habló sobre su reciente participación en el evento cultural Humano Derecho Fest, donde varios artistas de su país se unieron para recolectar ayudas para la población.
¿Por qué decide emprender como directora la realización del documental 'Kuyujani Envenenado'?
He dirigido algunos cortometrajes y 'Kuyujani Envenenado' es mi segundo documental largo. Soy directora de fotografía, pero siempre que necesito decir algo que me interesa mucho, me valgo de la dirección.
En el caso de 'Kuyujani Envenenado' el proceso fue así: en 2006 fui al Río Caura, invitada por uno de los líderes Yekuana, para hacer un registro de las actividades culturales que los Yekuana querían tener para ellos mismos, preocupados por la preservación de sus tradiciones.
Ya en ese momento los líderes indígenas estaban preocupados por la invasión de mineros ilegales que venían de Brasil, Colombia y de toda Venezuela.
Volví en 2010 para seguir con el registro. En esta ocasión era tan fuerte y patente el problema de la minería que el asunto se convirtió en la prioridad de los Yekuana y Sanema. Era en eso que estaban ocupados, en luchar contra la minería. Esa era la verdadera urgencia para su preservación cultural y supervivencia como pueblos. Fue así como el documental apareció, encontró su voz y objetivo.
¿Cómo fue la investigación para el documental donde denuncia altos niveles de mercurio en indígenas Sanema y Yekuana?
A medida que avanzábamos en las grabaciones también nos informábamos con reportajes, denuncias y reseñas que aparecían en la prensa. Consultamos estudios e investigaciones como el Informe Red ARA 2013, estudios de Wild Life Conservation Society, reportajes de las publicaciones El Nacional, El Universal, Ecotatuy, Correo del Caroní, entre otros. Sin embargo, las mejores fuentes venían de los mismos indígenas.
¿Por qué ha decidido alzar su voz en contra de la minería ilegal en Venezuela?
Después de las bombas nucleares, la minería a cielo abierto es el peor cáncer que puede sufrir un ecosistema. Los países del primer mundo lo saben, conocen de su efecto devastador y es por eso que la minería es prohibida por ellos en sus territorios y practicada en los nuestros. Saben que la minería ecológica no existe, que solo trae destrucción a todo nivel.
¿Dónde están ubicadas estas iniciativas mineras y a quién afectan?
Toda la minería a cielo abierto en baja y alta escala es destructiva. Debemos oponernos a la minería, que es la causa del envenenamiento crónico por mercurio, del incremento del paludismo, la prostitución, la esclavitud y la violencia.
La minería está extendida en todo el sur del país, sobre todo en los estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro. Actualmente, son muchos los intereses y grupos enfrentados. Venezuela es una rica torta que todos quieren morder: los mineros, los militares, la delincuencia organizada y más de 100 empresas extranjeras.
Por ejemplo, la propuesta del Gobierno con el Arco minero del Orinoco, que ha sido ubicado en el estado Bolívar, al sur de la franja petrolífera del Orinoco, y afectará una extensión de 111.847 kilómetros cuadrados. Esta área corresponde al 12% del territorio nacional venezolano y acaba directamente con 16 culturas indígenas: Sanema, Yekuana, Pumé, Kari’ña, Warao, Arawak, Pemón, Sapé, Uruak, Arutani, Hoti, Eñe’pa-Panare, Wanai-Mapoyo, Piaroa y Hiwi.
Unos primeros nueve acuerdos ya fueron firmados en agosto de 2016 por Nicolás Maduro. Estos contratos permitirán la explotación minera a cielo abierto a más de 100 empresas de 37 países como Canadá, China, Rusia, El Congo, Arabia Saudita, Sudáfrica, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Suiza, entre otros.
¿Cómo es la relación de la industria del cine con el Gobierno venezolano; hay apoyos, se desarrolla desde el exterior, hay facilidad para contar historias?
Con los niveles de hiperinflación que hay en Venezuela, no hay apoyos o aportes del Gobierno coherentes con la realidad que permitan producir cine.
Lo que se hace actualmente responde a apoyos privados, coproducciones, incentivos de festivales y fondos internacionales y a la voluntad de los cineastas de seguir haciendo cine, por supuesto en menor escala, porque el 99% de las energías de cada venezolano están enfocadas en conseguir el siguiente plato de comida. Se necesita mucha determinación para no dejarse aplastar el espíritu, la moral y el pensamiento.
En algunos de sus filmes, como 'Tres bellezas' 'El Inca' y ‘Azul y no tan rosa', se cuentan realidades que tienen que ver con la cultura, la homosexualidad, la fama, ¿cómo narrar realidades distintas a la política en Venezuela?
En lo personal cada vez se me hace más difícil narrar y trabajar en historias que no tengan que ver directa o indirectamente con la realidad política y económica de Venezuela. Creo que es un momento en que el sector cultural tiene que ser vocero de lo que ocurre. Sin embargo, no critico a quien tenga necesidad de contar otras historias y plantear otros dramas.
¿Cómo ha logrado mantenerse en la industria del cine venezolano pese a la situación económica del país?
Creo que al cine venezolano le ha tocado crecer a los trancazos. Las dificultades nos hacen más creativos, más profesionales, más competitivos, más serios, más luchadores y nuestro drama está en el tapete mundial desde que comenzamos a ser un problema que se salió de las fronteras del país. Todos esto hace que, por ejemplo, los guiones hayan mejorado, que los productores sean más activos e independientes y que las películas venezolanas lleguen a vitrinas importantes.
¿Qué rol tiene el cine venezolano para la sociedad en medio de la situación económica y política?
Esto mismo estaba conversándolo con unos amigos que vivieron en dictaduras y ellos nos decían fílmenlo, grábenlo todo, ustedes serán una de las pruebas y memorias más importantes de toda esta calamidad. Ahora más que nunca tenemos el deber de contar al resto del mundo lo que nos está pasando.
¿Cómo termina vinculada a la iniciativa de la organización Provea y el Humano Derecho Fest que se realizó en Venezuela?
He sido invitada por el periodista Humberto Sanchez Amaya y me propuso mostrar el documental 'Kuyujani Envenenado' en el marco del Humano Derecho Fest. Es muy difícil encontrar espacios para este tipo de trabajos en Venezuela. Me entusiasmó mucho la invitación e inmediatamente nos activamos.
El evento reunió a varias bandas de rock, trabajos cinematográficos relacionados con los derechos humanos y varias ONG que juntaron esfuerzos para ofrecer arte y cultura. Se aprovechó el encuentro para recolectar e intercambiar medicinas por música y franelas de las bandas invitadas.
¿Considera que el cine venezolano se ha abierto un espacio a nivel internacional luego del éxito de películas como ‘Pelo malo’ y ‘Azul y no tan rosa’, entre otras?
Sí, por supuesto. No son pocas las películas que nos han abierto ese espacio. Están también, ‘Hermano’, ‘La distancia más larga’, ‘Támara’, ‘El Silencio de las Moscas’, ‘Brecha del Silencio’, ‘Desde Allá’, ‘La Soledad’, ‘El Amparo’, ‘La Familia’, y con seguridad estoy dejando de enumerar muchas otras.