“Coartar la libertad de ver cine es coartar la libertad de expresión”: Sergio Cabrera
El realizador colombiano dice que para un país es importante tener alternativas más allá del cine de Hollywood, pues si se deja de producir y consumir historias locales, poco a poco perderá la posibilidad de tener su propio teatro, ballet o música “y terminamos convertidos en una fábrica”.
Lilian Contreras
“Se está coartando la libertad de la gente de ver las cosas que se producen en el resto del mundo”, dice Sergio Cabrera, quien por estos días preside el Festival Internacional de Cine de Santander.
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“Se está coartando la libertad de la gente de ver las cosas que se producen en el resto del mundo”, dice Sergio Cabrera, quien por estos días preside el Festival Internacional de Cine de Santander.
Cabrera, recordado por dirigir La estrategia del caracol, Golpe de estadio o Perder es cuestión de método, reflexiona sobre la situación del cine a escala mundial, que está siendo opacado por la producción y el mercadeo de los grandes estudios de Hollywood.
“Siento que es un gran conflicto de la sociedad actual la globalización y mercantilización de todo, incluyendo el cine, que a veces es arte, a veces es industria, pero que forma parte de los modos de expresión de la gente; lo que está sucediendo es dramático porque se está coartando la libertad de la gente de ver las cosas que se producen en el resto del mundo”, enfatiza.
Para él es preocupante que la mayoría de las películas que se exhiben en Colombia son realizadas por un solo país (Estados Unidos), en un estado (California) y específicamente en una ciudad (Los Ángeles), por lo que los espectadores cinematográficos solo se están quedando con la versión hollywoodense de lo que sucede en el mundo, algo que le parece “injusto” porque si eso sucediera en la literatura estaríamos muy “escandalizados”.
“Si entras a una librería y encuentras que el 95 % de los libros están escritos en una sola ciudad del mundo y en un solo idioma, te sentirías agobiado. ¿No tengo derecho a leer la literatura de la India, China, África, Europa, Chile o Bolivia?”, se pregunta el realizador, quien también aclara que su visión de libertad de expresión no solamente está relacionada con la información que se puede difundir en los medios masivos de comunicación; también con el derecho a decidir el consumo.
“Lo más grave a largo plazo es que nos estrechen la capacidad de consumir. Sucede ahora con el periodismo, porque prendes el televisor y ves una invasión de noticieros extranjeros, en internet están todos los periódicos extranjeros y los medios locales están cada vez más pequeñitos y acorralados”.
Para Sergio Cabrera, una de las soluciones a esta problemática está en la formación de público, una tarea que los festivales de cine realizan para que la gente entienda que hay otras historias y otras opciones para ver que pueden ser, incluso, más interesantes que las que ofrece el mercado.
El director colombiano sostiene que una de las razones por las que la gente prefiere ver el cine de espectáculo que se realiza en los grandes estudios de cine está ligada a la gran apuesta de mercadeo, pero también a la educación cultural, porque si una persona crece viendo los dibujos animados estadounidenses aprende a consumir unos códigos que luego se trasladan a la forma de leer el cine “y terminamos viendo los carros estrellándose durante dos horas y nos parece que eso es el cine”.
Ante esos códigos internacionales poco a poco se va difuminando la idea de que el cine es entretenimiento, pero no por eso debe “anestesiar durante dos horas la capacidad de pensar”. Eso no significa que las películas deban ser didácticas o dar lecciones de comportamiento, pues la función del cine es divertir, debe ser espectáculo, pero también debe hacer reír, llorar y reflexionar.
A Cabrera le parece triste que los jóvenes tienen menos alternativas para ver cine nacional, un cine que según él dispara el pensamiento, al contrario de las “películas hamburguesas” que producen en Estados Unidos, que por más que estén bien hechas gracias a un presupuesto de millones de dólares, “lo que hacen es anestesiarte el pensamiento”.
La solución no está en pensar acabar el cine hollywoodense ni pelear contra los grandes estudios, pues lo ideal sería que el espectador tuviera la oportunidad de ver ese cine, pero también el realizado bajo otros puntos de vista.
En ese sentido, asegura, la música es una de las pocas áreas de la cultura colombiana que se ha defendido bien ante la globalización, porque actualmente la música local convive con la norteamericana, la latinoamericana y la europea.
“¿Por qué no pasa eso en el cine? Yo te contesto: porque las multinacionales audiovisuales son tan poderosas que han logrado bloquear la posibilidad de que llegue otro cine. Y todo esto lo digo para resaltar la importancia de eventos como este festival, que finalmente permite que uno saque la cabeza y pueda ver una película de Costa Rica, Guatemala o Chile, que es algo que casi nunca se puede hacer, y uno puede ver que hay otro mundo”.
Aunque en Bogotá, por ejemplo, existen espacios como Cine Tonalá, que no se rige por el número de espectadores para mantener una película en sala, ni responde a las dinámicas del mercado internacional, para Cabrera es una buena opción pero no el remedio, que sí sería crear canales de distribución paralelos con múltiplex que proyectaran el cine del resto del mundo.
Según el director, el problema más profundo de no tener espacios que permitan ver el llamado cine independiente y que las superproducciones ahoguen el resto de las historias es que “si en un principio un país no tiene cine, después no tiene teatro, tampoco ballet, ni música y terminamos convertidos en una fábrica”.
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