Documental de Marta Rodríguez, por primera vez en cines comerciales
En su nuevo filme, la reconocida realizadora audiovisual expone la situación de las familias indígenas del norte del Cauca y de los jóvenes que crearon una orquesta para rendir tributo a quienes han perdido la vida.
Lilian Contreras Fajardo / @ProhibidodeLili
“La Sinfónica de los Andes” presenta imágenes y testimonios muy duros sobre la situación del Cauca. ¿Lo percibe como una lección histórica?
Sí, mucho. En este momento es importantísimo, porque que un padre de familia o una madre tenga que ver que a su hijo, y los que tenemos hijos sabemos el amor que se siente, lo destroce un elemento violento te destruye la vida.
¿Cuál es el objetivo de estrenarlo en este momento?
Es un momento coyuntural. El país está mirando al Cauca porque hay un exterminio de los grupos étnicos, sobre todo los nasas, porque se ha recrudecido la violencia. El documental se hizo en 2017, momento en que se firmó la paz y se respiraba un poquito. Pero luego vino de nuevo la violencia y ahora tenemos a reinsertados que están matando a sus compañeros, tenemos paramilitares, tenemos narcotráfico… allá está la mejor marihuana, la coca, la amapola, y es un corredor para sacar droga, o sea que está hasta el cartel de Sinaloa, están diciendo… El Cauca ahorita está más violento que nunca. Estrenar el documental en este momento es un llamado de atención para mirar al Cauca.
Usted realiza su trabajo de la mano de la etnografía. ¿Qué tanto le aporta esa herramienta?
La metodología, la observación participante, la fotografía (que la hace Fernando Restrepo), vivir con las comunidades, participar con ellas. Le gente me dice: “¿Marta, pero usted cómo logra entrevistas tan íntimas?”. Porque vivo allá, porque no soy una reportera desconocida que saca el dolor para beneficio mío. Comparto con ellos, comparto el duelo… llevo 40 años allá; me ha tocado en el Cauca acompañar funerales, fiestas, terremotos (el de Páez, 1994). Es mi territorio, donde vengo trabajando hace muchos años.
¿Qué tiene el documental que no tiene otro género audiovisual?
Es con el que me interesa mostrar la historia de mi país. Empecé en el 60 con “Chircales” y hasta el presente. En total he realizado 22 documentales y he estado “testimoniando” el conflicto, las víctimas: generalmente trabajo con víctimas, porque es la historia de este país. Mi último documental es sobre el sacerdote Camilo Torres, lo estoy editando con Fernando (Restrepo) y le comento que siempre estamos evocando muertos, es como una constante en el documental colombiano.
Luis Ospina decía que el documental es la vida y la ficción es un simulacro de la vida. Para usted, ¿qué es el documental?
Es mi vida. Tengo 86 años y llevo 50 dedicada a esto.
“Chircales” es tal vez su documental más conocido y a pesar de ser producido en el 72 sigue vigente. ¿Le da tristeza que la situación de Colombia no cambie?
Me da coraje que sigan abusando de la gente campesina, de los indígenas, de los afros. Trabajé seis años en la región de Urabá, cuando la Operación Génesis, con Fernando nos tocó en pleno paramilitarismo. Entonces, lo que me ha tocado es un país en el que nunca termina el conflicto que siempre deja víctimas. No termina porque celebramos la paz, pero, ¿cuánto nos duró la esperanza, el sueño?
¿Hay algún culpable de que ese tiempo de esperanza haya sido corto?
Muchos culpables que tienen intereses económicos, políticos… demasiados culpables.
Y los ciudadanos, ¿tienen la culpa?
La gente es muy indiferente, mucha gente ni sabe que en el Cauca hay conflicto, ni sabe qué grupos étnicos hay. Preguntaba por qué están estudiando los estudiantes hoy. Por créditos y porque no les han dado suficiente plata. Pero en mi época de estudiante en la Nacional marchábamos por los campesinos y por los indígenas. ¿El “cacerolazo” por qué es? Ahora se piensa en lo personal, no existe la solidaridad que uno esperaría. Espero que este documental sacuda a la gente.
¿Cuál es el mayor recuerdo que tiene de todos estos años dedicados al cine documental?
Los sustos (risas). En “Chircales” me bautizaron con un atentado, dos balazos una noche al frente del Planetario. En el Urabá la vimos así (tenaz), porque a los paramilitares no les tiembla la mano con nadie. Ahora, el cambio de equipo (…) en el Urabá había comprado una camarita chiquitica que escondía uno en la mochila, porque donde un paramilitar viera cámara, olvídese. Tocaba hacer cine invisible, que no nos distinguieran.
Su esposo, Jorge Silva, fue pieza clave en su trabajo. ¿Cómo es su equipo de trabajo?
Somos Fernando Restrepo en fotografía, edición y realización; Felipe Colmenares, en producción; mi hijo Lucas Silva, en producción, y Camila Rodríguez, todera.
Actualmente las personas tienen la posibilidad de ver más audiovisuales que en cualquier otra época. ¿Cómo ve toda esta era del streaming?
Pero es que el cine ha perdido calidad. El gran cine político de los 60 y 70 tiene una dimensión que no se encuentra en estas películas superficiales. No sé, yo no encuentro la profundidad de un Robert Rocha o de los grandes realizadores latinoamericanos. Los cubanos hicieron un cine excelente. Ahora hacen unas cosas espectaculares… será porque los medios les dan posibilidades de hacer acrobacias, pero no me identifico mucho con ese cine.
“La Sinfónica de los Andes” presenta imágenes y testimonios muy duros sobre la situación del Cauca. ¿Lo percibe como una lección histórica?
Sí, mucho. En este momento es importantísimo, porque que un padre de familia o una madre tenga que ver que a su hijo, y los que tenemos hijos sabemos el amor que se siente, lo destroce un elemento violento te destruye la vida.
¿Cuál es el objetivo de estrenarlo en este momento?
Es un momento coyuntural. El país está mirando al Cauca porque hay un exterminio de los grupos étnicos, sobre todo los nasas, porque se ha recrudecido la violencia. El documental se hizo en 2017, momento en que se firmó la paz y se respiraba un poquito. Pero luego vino de nuevo la violencia y ahora tenemos a reinsertados que están matando a sus compañeros, tenemos paramilitares, tenemos narcotráfico… allá está la mejor marihuana, la coca, la amapola, y es un corredor para sacar droga, o sea que está hasta el cartel de Sinaloa, están diciendo… El Cauca ahorita está más violento que nunca. Estrenar el documental en este momento es un llamado de atención para mirar al Cauca.
Usted realiza su trabajo de la mano de la etnografía. ¿Qué tanto le aporta esa herramienta?
La metodología, la observación participante, la fotografía (que la hace Fernando Restrepo), vivir con las comunidades, participar con ellas. Le gente me dice: “¿Marta, pero usted cómo logra entrevistas tan íntimas?”. Porque vivo allá, porque no soy una reportera desconocida que saca el dolor para beneficio mío. Comparto con ellos, comparto el duelo… llevo 40 años allá; me ha tocado en el Cauca acompañar funerales, fiestas, terremotos (el de Páez, 1994). Es mi territorio, donde vengo trabajando hace muchos años.
¿Qué tiene el documental que no tiene otro género audiovisual?
Es con el que me interesa mostrar la historia de mi país. Empecé en el 60 con “Chircales” y hasta el presente. En total he realizado 22 documentales y he estado “testimoniando” el conflicto, las víctimas: generalmente trabajo con víctimas, porque es la historia de este país. Mi último documental es sobre el sacerdote Camilo Torres, lo estoy editando con Fernando (Restrepo) y le comento que siempre estamos evocando muertos, es como una constante en el documental colombiano.
Luis Ospina decía que el documental es la vida y la ficción es un simulacro de la vida. Para usted, ¿qué es el documental?
Es mi vida. Tengo 86 años y llevo 50 dedicada a esto.
“Chircales” es tal vez su documental más conocido y a pesar de ser producido en el 72 sigue vigente. ¿Le da tristeza que la situación de Colombia no cambie?
Me da coraje que sigan abusando de la gente campesina, de los indígenas, de los afros. Trabajé seis años en la región de Urabá, cuando la Operación Génesis, con Fernando nos tocó en pleno paramilitarismo. Entonces, lo que me ha tocado es un país en el que nunca termina el conflicto que siempre deja víctimas. No termina porque celebramos la paz, pero, ¿cuánto nos duró la esperanza, el sueño?
¿Hay algún culpable de que ese tiempo de esperanza haya sido corto?
Muchos culpables que tienen intereses económicos, políticos… demasiados culpables.
Y los ciudadanos, ¿tienen la culpa?
La gente es muy indiferente, mucha gente ni sabe que en el Cauca hay conflicto, ni sabe qué grupos étnicos hay. Preguntaba por qué están estudiando los estudiantes hoy. Por créditos y porque no les han dado suficiente plata. Pero en mi época de estudiante en la Nacional marchábamos por los campesinos y por los indígenas. ¿El “cacerolazo” por qué es? Ahora se piensa en lo personal, no existe la solidaridad que uno esperaría. Espero que este documental sacuda a la gente.
¿Cuál es el mayor recuerdo que tiene de todos estos años dedicados al cine documental?
Los sustos (risas). En “Chircales” me bautizaron con un atentado, dos balazos una noche al frente del Planetario. En el Urabá la vimos así (tenaz), porque a los paramilitares no les tiembla la mano con nadie. Ahora, el cambio de equipo (…) en el Urabá había comprado una camarita chiquitica que escondía uno en la mochila, porque donde un paramilitar viera cámara, olvídese. Tocaba hacer cine invisible, que no nos distinguieran.
Su esposo, Jorge Silva, fue pieza clave en su trabajo. ¿Cómo es su equipo de trabajo?
Somos Fernando Restrepo en fotografía, edición y realización; Felipe Colmenares, en producción; mi hijo Lucas Silva, en producción, y Camila Rodríguez, todera.
Actualmente las personas tienen la posibilidad de ver más audiovisuales que en cualquier otra época. ¿Cómo ve toda esta era del streaming?
Pero es que el cine ha perdido calidad. El gran cine político de los 60 y 70 tiene una dimensión que no se encuentra en estas películas superficiales. No sé, yo no encuentro la profundidad de un Robert Rocha o de los grandes realizadores latinoamericanos. Los cubanos hicieron un cine excelente. Ahora hacen unas cosas espectaculares… será porque los medios les dan posibilidades de hacer acrobacias, pero no me identifico mucho con ese cine.