El poder blando de Corea del Sur, K-pop, series y cine
Las producciones hechas en Asia, especialmente en Corea del Sur, han tomado fuerza. Las series y películas coreanas no solo están hechas para entretener, también dejan entrever la realidad de un país que tiene mucho por contar.
Samuel Sosa Velandia
La bonanza de los servicios de streaming, como Netflix, Disney+ o Amazon, ha propiciado cambios en la distribución y el acceso a contenidos audiovisuales de todo el globo. Cada vez, las fronteras geográficas dejan de ser una limitante para tener un acercamiento con otras culturas, pues las series, las películas y los reality shows han hecho posible que las audiencias pongan sus ojos en otras partes del mundo y tengan una proximidad con sus realidades.
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La bonanza de los servicios de streaming, como Netflix, Disney+ o Amazon, ha propiciado cambios en la distribución y el acceso a contenidos audiovisuales de todo el globo. Cada vez, las fronteras geográficas dejan de ser una limitante para tener un acercamiento con otras culturas, pues las series, las películas y los reality shows han hecho posible que las audiencias pongan sus ojos en otras partes del mundo y tengan una proximidad con sus realidades.
Uno de los mejores ejemplos para evidenciar este resultado de la globalización y de los avances tecnológicos en el ecosistema de los medios, es el fenómeno del “Hallyu”. Se trata de un concepto que surgió en China a finales de los años 90, luego de que el periódico de ese país, The People´s Daily, apelara a este término, que se traduce como “ola coreana”, para hacer referencia a las telenovelas y la música de esta nación, que desató el furor de los jóvenes chinos, y que luego se trasladaría al resto del mundo.
Los K-dramas, el K-pop y las K-movies han cautivado a cientos de espectadores de todo el mundo, lo que ha motivado a Corea a convertirse en un país potencia en la producción y exportación de contenidos audiovisuales. Pero más allá del impacto cultural y económico, nos hemos preguntado: ¿qué tanto nos cuentan estas producciones de un país como Corea?
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Corea desde las pantallas
Para María Alejandra Ramírez Jaraba, internacionalista y creadora de contenido especializado en la cultura coreana, Corea del Sur es uno de los pocos países que ha entendido el concepto de soft power (poder blando), que “se define como la habilidad de un Estado para persuadir a otros evitando el uso de la fuerza o la coerción, valiéndose de medios más sutiles, como su cultura, su modelo social o sus valores políticos”, según el Centro de Estudios Estratégicos de relaciones internacionales. Ramírez asegura que esto dice mucho del proyecto de nación que históricamente ha definido a este Estado.
“Corea era básicamente una colonia durante la Segunda Guerra Mundial, era un país bastante pobre. Pero, a pesar de no tener recursos, lograron construir una nación gracias al trabajo de ciudadanos que se fueron a estudiar a otras naciones, como fue Estados Unidos, de donde trajeron todo ese conocimiento para hacer crecer su país. Hacia los ochenta, consiguen tener un boom económico inmenso, pero luego terminan pasando a la quiebra, afectado a todo Corea, que era casi toda una clase media. Sin embargo, estas dinámicas hicieron que el país se volviera supremamente competitivo y buscara el éxito colectivo”.
Al darse cuenta de que la industria audiovisual era una gran oportunidad de negocio en el mercado global, empezaron a invertir en sus producciones. “En 2012, la calidad de la imagen y las actuaciones de las novelas coreanas no era magnífica, como lo es ahora. Esas producciones han venido mejorando por la acogida que ha tenido a nivel internacional y, por supuesto, porque ha logrado facturar”, señala María Alejandra, quien no solo ha evidenciado un cambio en aspectos técnicos, sino también en las narrativas y el contenido de las series y las películas.
Ya las historias no solo son K-dramas con contenido cliché. Hoy por hoy, hay producciones que se convirtieron en una crítica total a la sociedad coreana. Series como “El juego del calamar” o “Celebridad”, que se encuentran en el catálogo de Netflix, vislumbran un sistema de estratificación social, “donde élites y desvalidos ocupan los polos opuestos del espectro social. La élite personifica el mal y la corrupción y, a menudo, refleja tendencias sociópatas e incluso psicópatas, mientras el personaje desvalido es marginado y muestra circunstancias lamentables que evocan simpatía y compasión”, señala la publicación Koreana de la Fundación Korea.
Y aunque la inequidad y la desigualdad social sean temas que aquejan a gran parte de las naciones del mundo, las producciones coreanas tienen una particularidad, y es que han logrado poner sobre la mesa temas, que ese mismo sistema convirtió en un tabú.
Hace un par de semanas se viralizó el video de un niño coreano de 4 años, que aseguraba sentirse rechazado y no querido por sus padres. Estas imágenes, que abrieron un debate sobre la crianza en redes sociales, hacen parte de un programa llamado “My Golden Kids”, en el que especialistas ayudan a padres que buscan educar a sus hijos de manera sana y responsable.
“Estos programas buscar visibilizar realidades. En el caso de ‘My Golden Kids´, busca mostrar a otros padres de familia que la crianza no es tema fácil y que está bien cometer errores, y esto es importante en Corea, porque allí el expresarse y hablar de sus problemas con el otro no es una cosa que esté normalizada. Están acostumbrados que a los demás se les muestra lo mejor, que hay un buen trabajo o que luzco bien”.
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Y agrega la internacionalista que: “estos programas lo que quieren es precisamente que esos patrones de crianza como tan arraigados terminen rompiéndose. ¿Para qué? Para poder formar niños y jóvenes emocionalmente sanos, teniendo en cuenta las cifras tan alarmantes de suicidio que hay en ese país”.
De acuerdo con el Ministerio de Sanidad y la Agencia de Control y Prevención de Enfermedades (KDCA), 39.453 coreanos se suicidaron entre 2020 y 2022, cifra que supera al número de fallecimientos por covid-19 en ese mismo periodo.
Sobre la exposición y la violencia simbólica
Daniel Aguilar, comunicador social, periodista y doctor en sociología, dice que vale la pena hacer una revisión ética en el ejercicio de este tipo de programas en el que se exponen a los infantes.
“Este programa no es un programa para niños: es sobre niños, para adultos. Probablemente, también eso está determinado por el horario, porque no debe ser un programa por televisión abierta, sino por televisión cerrada. Pero inquieta cómo se instrumentalizan a los niños en la producción de un programa con la finalidad de lograr rating. Yo quisiera saber el pico de la audiencia y cómo eso se vio reflejado, por ejemplo, en el sponsor de patrocinadores”.
Asimismo, Aguilar manifiesta que la televisión, en Asia y en todo el mundo, ha perpetrado estereotipos y ha ejercido lo que el sociólogo Pierre Bourdieu definió como “violencia simbólica”, entendida como “la base de todos los tipos de violencia; a través de las costumbres, tradiciones y prácticas cotidianas se refuerzan y reproducen las relaciones basadas en el dominio y la sumisión”.
“Se construye un ´deber ser´, casi inalcanzable, pero que es tan repetitivo, que los medios de comunicación se vuelven un mandato, y cuando eso ocurre, la gente intenta apegarse a eso. Ahí se genera una presión enorme y genera procesos de violencia simbólica”, asevera el sociólogo, que dice que el mejor ejemplo de esto está en la reproducción de ideales estéticos que derivan de las producciones coreanas.
“Corea del Sur tiene uno de los más altos índices de cirugías plásticas. Por ejemplo, para volver los ojos más redonditos y occidentalizar los rasgos. Además, las mujeres tienen que ser ultradelgadas (…). Hay todo un tema de presión social, que hace que aparezcan esas exigencias del sistema económico, que les dice: ´trabaje, porque eso es lo que usted tiene que hacer´. Y, por otro lado, además tienes que verte lindo y cumplir con estándares estéticos”.
En este punto, María Alejandra coincide con Daniel, pues si bien dice que Corea del Sur se ha abierto más al mundo occidental y ha flexibilizado ciertas dinámicas sociales, cuenta que uno de sus amigos, oriundo del país asiático, le contó que tiene un sobrino que es atractivo físicamente, y que le aseguró que “él por ser bonito va a tenerlo todo”.