La literatura, protagonista de los Premios Óscar 2024
Varias de las cintas nominadas a mejor película son adaptaciones de obras literarias. “Oppenheimer”, “Pobre criaturas” y “La sociedad de la nieve” son algunas de ellas.
Andrés Osorio Guillott
Julia Kristeva, teórica búlgaro-francesa, acuñó ya hace varias décadas el concepto de la intertextualidad, con el que explica, en la obra Bajtín, la palabra, el diálogo y la novela, que “todo texto se construye como mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto. En lugar de la noción de intersubjetividad se instala la de intertextualidad, y el lenguaje poético se lee, al menos, como doble”.
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Julia Kristeva, teórica búlgaro-francesa, acuñó ya hace varias décadas el concepto de la intertextualidad, con el que explica, en la obra Bajtín, la palabra, el diálogo y la novela, que “todo texto se construye como mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto. En lugar de la noción de intersubjetividad se instala la de intertextualidad, y el lenguaje poético se lee, al menos, como doble”.
Luego fue Roland Barthes, crítico francés, quien aseguró que “todo texto es una cámara de ecos”. Y si me lo preguntan, una parte importante de una obra cinematográfica o literaria radica en las referencias o en ese diálogo implícito que hace con otras películas, libros, canciones o demás expresiones artísticas.
No es algo nuevo, ha pasado en muchas otras ocasiones, pero en esta edición 96 de los Premios Óscar varios filmes son adaptaciones de obras literarias y están nominados a Mejor película.
Oppenheimer, la película dirigida por Christopher Nolan, llega como una de las favoritas, con más de 30 premios en otros festivales y ceremonias. La cinta, que cuenta la historia del llamado “padre de la bomba atómica”, J. Robert Oppenheimer, es una adaptación del libro Prometeo americano, una biografía escrita por Kai Bird y Martin J. Sherwin, que recibió el Premio Pulitzer. Y miremos si no es un ejemplo de la cámara de ecos de la que hablaba Barthes el siglo pasado, pues el mismo nombre del texto nos remite a la mitología griega y a la historia de Prometeo, el titán que roba el fuego de los dioses y se lo entrega a la humanidad, hecho que provoca la ira y el castigo de Zeus, quien lo encadena y hace que un ave se coma su hígado.
Dice Winston Manrique en WMagazín que “el cine de Christopher Nolan es literario en el sentido clásico de contar una historia que interpela e incentiva al espectador, no quiere una persona pasiva frente a la pantalla”, pues así como en otras películas, la estructura de Oppenheimer tiene capítulos y la inmersión del espectador en la psicología del personaje, en este caso interpretado por Cillian Murphy.
Por la misma vía de las obras de no ficción hay dos películas más, una también de cine estadounidense y la otra de este lado del charco, de América Latina, específicamente de Uruguay. La primera de estas es Los asesinos de la luna, película dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Robert De Niro. La cinta está basada en el libro Los asesinos de la luna: petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI, del autor David Grann. Bajo el género true crime, que (como su nombre lo sugiere) es una investigación o relato de no ficción sobre crímenes.
La historia de Los asesinos de la luna se relaciona con la serie de asesinatos que sufrió la comunidad indígena de los osages, en Oklahoma, que hacia la década de 1920 era una de las poblaciones con mayor renta per cápita del mundo, gracias al petróleo que yacía en su territorio. Por esos años, luego de varios crímenes seguidos, el FBI, que acababa de ser fundado, investigó el caso, pero los resultados no fueron los esperados y las conclusiones del suceso tardaron más tiempo en ser divulgadas.
Pasando a este lado, una de las cintas favoritas para quedarse con el premio a Mejor película extranjera es La sociedad de la nieve, que trata de una tragedia que ocurrió en los Andes, cuando solo 16 de los 64 pasajeros del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya sobrevivieron tras 72 días de supervivencia en medio de la nada. Si bien la historia fue real, esta película dirigida por Juan Antonio Bayona se basa en el libro La sociedad de la nieve: el relato de los sobrevivientes de los Andes 50 años después del accidente, de Pablo Vierci.
Una película que nos recuerda la que ya se hizo hace casi 20 años, pero que en esta ocasión no se reserva algunas imágenes para demostrar de manera fidedigna esos límites de la condición humana que experimentaron quienes sobrevivieron al accidente. Referencias a la Biblia y un cuestionamiento sobre la figura de Dios desde varias voces es uno de los elementos intertextuales de esta cinta.
En cuanto a libros de ficción, son cuatro producciones las que se basan en este tipo de obras. Robot Dreams, nominada a Mejor película animada, parte de la novela gráfica de Sara Varón que lleva el mismo nombre; La zona de interés, de Jonathan Glazer, se inspira en la novela homónima de Martin Amis; American Fiction, de Cord Jefferson, es la adaptación de Erasure, novela escrita por Percival Everett en 2001.
Y quisiera detenerme en Poor things (Pobre criaturas), de Yorgos Lanthimos, porque si algo me pareció valioso de esta película fue su cantidad de referencias literarias y sus 11 nominaciones en los Óscar.
Además de estar basada en la novela del británico Alasdair Gray, publicada en 1992, esta cinta —protagonizada por Emma Stone, Willem Dafoe y Mark Ruffalo— tiene un tinte existencialista y filosófico. Aunque la novela ya nos lleva también a Frankenstein, el personaje creado por Mary Shelley en 1818, la estructura de este relato parece calcar el famoso viaje del héroe, de Joseph Campbell, así como algunas referencias a La metamorfosis de Kafka, la idea del superhombre de Friedrich Nietzsche —esto, por supuesto, más relacionado con Frankenstein y la idea del científico que es capaz de retar a la muerte y a nuestra naturaleza—, y una referencia directa a la escuela de los cínicos de la antigua Grecia, pues Bella Baxter le responde a Duncan Wedderburn —tras haber sido mencionado el cinismo— lo mismo que Diógenes le dijo a Alejandro Magno cuando el emperador le preguntó qué podía hacer para ayudarlo: “Correrte, que me estás tapando el sol”.