“House of Cards”: el poder detrás del poder
Ante el desafío de culminar la serie sin Kevin Spacey, los guionistas incluyeron dos personajes que encarnan a los típicos millonarios que manejan como títeres el ambiente político.
Lilian Contreras Fajardo
Kevin Spacey respondió a una acusación de acoso sexual por medio de un comunicado en el que daba a conocer su homosexualidad. El tono que usó el actor para hacer frente a la denuncia de su colega Anthony Rapp no gustó a la opinión pública y además generó una avalancha de acusaciones por las que finalmente fue despedido por Netflix, empresa que estaba rodando la temporada final de House of Cards. (Le puede interesar: Netflix en diciembre: estas son las novedades de la plataforma digital).
Para hacer frente a la situación, los escritores no tuvieron más opción que matar el personaje, pues sería inverosímil negar la existencia de Francis Underwood, quien fue el protagonista de las primeras cinco temporadas. El problema en realidad no era qué hacer, sino cómo hacerlo.
Melissa James Gibson y Frank Pugliese, responsables de la serie, apostaron por terminar esta historia volviendo al “ADN del programa y todo lo que se había construido previamente”. Puede leer también: "Debería llamarse 'House of Women', no 'House of Cards'": Patricia Clarkson).
La temporada final de House of Cards comienza con Claire Underwood (Robin Wright) celebrando sus primeros 100 días en la Presidencia de Estados Unidos y llorando a su esposo muerto. Para Pugliese, se trata de una reflexión sobre quién es realmente el propietario de la Casa Blanca. A ese punto llegaron inspirados en el resultado de las elecciones reales de EE. UU. en las que Donald Trump le ganó a Hillary Clinton. “¿Estaba el país ficticio listo para una presidenta?”, se preguntó el guionista.
Para que todo siguiera la espiral de ambición característica del guion, Gibson y Pugliese decidieron presentar a una presidenta afligida, viuda, pero presidenta al fin y al cabo. Sin embargo, en esta ocasión Claire no debe mediar sus aspiraciones con las de su esposo, sino con su amiga de infancia Annette Shepherd (Diane Lane) y su hermano Bill (Greg Kinnear), quienes hacen parte de una empresa familiar que durante varias generaciones ha invertido dinero para ejercer influencia en el mundo de la política.
Además, con la vinculación del hijo de Annette, Duncan (Cody Fern), el ADN de la serie se renovó para “examinar el poder detrás del poder”, pues esta familia no necesariamente está alineada con Claire Underwood, sino que se ve como “titiriteros que compran a quien necesiten”.
Para Diane Lane, los Shepherd representan un prototipo de la política moderna que es manipulada por personas que tienen mucho dinero, así que saber dónde comienza “la ficción y termina la realidad es lo que hace que la serie sea tan fascinante”.
Por eso cree que House of Cards no es una serie sobre política, sino sobre corazones y mentes, y cómo se compra a la gente. “Vemos a personas convertirse en creyentes de cualquier cosa, pero no puedes comprar el boca a boca. Me ha quedado claro que la esperanza es importante”, dice Lane, para quien la diferencia entre estos dos personajes es que Annette tiene límites que no cruzará para lograr sus objetivos, mientras Claire es más despiadada.
Gracias a la vinculación de los Shepherd, el espectador tiene la oportunidad de ver la infancia de la primera dama de EE. UU., quien en la actualidad enfrenta el gran reto de saber quién pertenece realmente a su círculo de confianza, pues Doug Stamper (Michael Kelly) tiene una lealtad hacia Francis Underwood que aún con la muerte es difícil de quebrantar.
“Esta temporada lo vemos luchando para saber a quién ser leal ahora que su jefe no está. Doug se convierte en el centro moral del espectáculo, pues lo que vivió con los Underwood lo obliga a enfrentar su humanidad”, dice Frank Pugliese.
Pero el fantasma de Francis no está ausente del todo. La protagonista debe lidiar con la complicidad y las alianzas estratégicas que hizo con él durante tantos años y que están presentes esta temporada. Constance Zimmer, quien encarna a la periodista Janine Skorsky, regresa porque su objetivo es eliminar a los responsables de todas las malas acciones. Para ella, la serie se ha encargado de mostrar “la horrible verdad en todos sus personajes, sin importar su género”, y aunque en un principio el guion podría haber sido demasiado exagerado, dice que la política actual está más que oscura.
La transición de Claire Underwood de primera dama a presidenta de Estados Unidos también se refleja en el vestuario, el cual ha renovado de una temporada a otra, pues pasó de organizar eventos benéficos al despacho oval de la Casa Blanca. Ahora es un instrumento clave para manipular y controlar a las personas, y ese poder lo transmite con una paleta que incluye el azul presidencial, el verde militar y un poco de negro.
Kevin Spacey respondió a una acusación de acoso sexual por medio de un comunicado en el que daba a conocer su homosexualidad. El tono que usó el actor para hacer frente a la denuncia de su colega Anthony Rapp no gustó a la opinión pública y además generó una avalancha de acusaciones por las que finalmente fue despedido por Netflix, empresa que estaba rodando la temporada final de House of Cards. (Le puede interesar: Netflix en diciembre: estas son las novedades de la plataforma digital).
Para hacer frente a la situación, los escritores no tuvieron más opción que matar el personaje, pues sería inverosímil negar la existencia de Francis Underwood, quien fue el protagonista de las primeras cinco temporadas. El problema en realidad no era qué hacer, sino cómo hacerlo.
Melissa James Gibson y Frank Pugliese, responsables de la serie, apostaron por terminar esta historia volviendo al “ADN del programa y todo lo que se había construido previamente”. Puede leer también: "Debería llamarse 'House of Women', no 'House of Cards'": Patricia Clarkson).
La temporada final de House of Cards comienza con Claire Underwood (Robin Wright) celebrando sus primeros 100 días en la Presidencia de Estados Unidos y llorando a su esposo muerto. Para Pugliese, se trata de una reflexión sobre quién es realmente el propietario de la Casa Blanca. A ese punto llegaron inspirados en el resultado de las elecciones reales de EE. UU. en las que Donald Trump le ganó a Hillary Clinton. “¿Estaba el país ficticio listo para una presidenta?”, se preguntó el guionista.
Para que todo siguiera la espiral de ambición característica del guion, Gibson y Pugliese decidieron presentar a una presidenta afligida, viuda, pero presidenta al fin y al cabo. Sin embargo, en esta ocasión Claire no debe mediar sus aspiraciones con las de su esposo, sino con su amiga de infancia Annette Shepherd (Diane Lane) y su hermano Bill (Greg Kinnear), quienes hacen parte de una empresa familiar que durante varias generaciones ha invertido dinero para ejercer influencia en el mundo de la política.
Además, con la vinculación del hijo de Annette, Duncan (Cody Fern), el ADN de la serie se renovó para “examinar el poder detrás del poder”, pues esta familia no necesariamente está alineada con Claire Underwood, sino que se ve como “titiriteros que compran a quien necesiten”.
Para Diane Lane, los Shepherd representan un prototipo de la política moderna que es manipulada por personas que tienen mucho dinero, así que saber dónde comienza “la ficción y termina la realidad es lo que hace que la serie sea tan fascinante”.
Por eso cree que House of Cards no es una serie sobre política, sino sobre corazones y mentes, y cómo se compra a la gente. “Vemos a personas convertirse en creyentes de cualquier cosa, pero no puedes comprar el boca a boca. Me ha quedado claro que la esperanza es importante”, dice Lane, para quien la diferencia entre estos dos personajes es que Annette tiene límites que no cruzará para lograr sus objetivos, mientras Claire es más despiadada.
Gracias a la vinculación de los Shepherd, el espectador tiene la oportunidad de ver la infancia de la primera dama de EE. UU., quien en la actualidad enfrenta el gran reto de saber quién pertenece realmente a su círculo de confianza, pues Doug Stamper (Michael Kelly) tiene una lealtad hacia Francis Underwood que aún con la muerte es difícil de quebrantar.
“Esta temporada lo vemos luchando para saber a quién ser leal ahora que su jefe no está. Doug se convierte en el centro moral del espectáculo, pues lo que vivió con los Underwood lo obliga a enfrentar su humanidad”, dice Frank Pugliese.
Pero el fantasma de Francis no está ausente del todo. La protagonista debe lidiar con la complicidad y las alianzas estratégicas que hizo con él durante tantos años y que están presentes esta temporada. Constance Zimmer, quien encarna a la periodista Janine Skorsky, regresa porque su objetivo es eliminar a los responsables de todas las malas acciones. Para ella, la serie se ha encargado de mostrar “la horrible verdad en todos sus personajes, sin importar su género”, y aunque en un principio el guion podría haber sido demasiado exagerado, dice que la política actual está más que oscura.
La transición de Claire Underwood de primera dama a presidenta de Estados Unidos también se refleja en el vestuario, el cual ha renovado de una temporada a otra, pues pasó de organizar eventos benéficos al despacho oval de la Casa Blanca. Ahora es un instrumento clave para manipular y controlar a las personas, y ese poder lo transmite con una paleta que incluye el azul presidencial, el verde militar y un poco de negro.