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Jaime Garzón, un tipo políticamente incorrecto

En este país en el que todos los días pasa lo más grave pero muy pocas veces ocurren cosas serias, el humor termina siendo una válvula de escape en la que se evidencia el sentir popular.

Redacción Gente
22 de mayo de 2013 - 02:36 a. m.
Jaime Garzón (1960 - 1999).  / Archivo El Espectador
Jaime Garzón (1960 - 1999). / Archivo El Espectador
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A través de él se revelan verdades, se ocultan mentiras y se omiten realidades. En ese trabajo sucio de enrostrar lo que está pasando, de reflejar lo que se quiere poner tras un velo, Jaime Garzón era un maestro. Pocos como él asumieron con valentía lo que se conoce como humor político. Una minoría logró cambiarse el chip del mamagallismo nacional, aquel del chiste costumbrista, por la exhibición de una postura frente a una realidad que afecta el acontecer de la comunidad.

Con el humor político se evalúa el pasado, porque los países que olvidan su historia están condenados a repetirla, se analiza el presente, porque no son ajenos a la coyuntura, y, a veces, es posible adelantarse al futuro, tal como lo hizo Garzón con su personaje de Godofredo Cínico Caspa, el reconocido editorialista de QUAC, el Noticero, un abogado tinterillo con tendencias de recontraderecha con el que Garzón mostraba sus conocimientos en derecho.

La televisión colombiana empezó a burlarse de su propia realidad con Zoociedad (1990 - 1993), aunque Garzón tuvo antes una fugaz aparición en el desaparecido Noticiero de las 7. Este magazín se debatía entre temas banales y asuntos “serios”, y con la presentación de Émerson de Francisco (Garzón) y Pili (Elvia Lucía Dávila), los argumentos de John James Orozco, Rafael Chaparro, Karl Troller y Eduardo Arias y la dirección de Francisco Ortiz, el espacio cuestionó los valores que se estaban emitiendo por los canales nacionales y puso sobre el tintero la excesiva figuración de los comunicadores que se creían verdaderas divas de la pantalla chica.

Aprender a reírse de uno mismo es el primer mandato para ser humorista y, en un acto de verdadera honestidad, Garzón se despojó de su caja de dientes recién hecha para personificar a Heriberto de la Calle, un lustrabotas que se codeó con los personajes más influyentes de la política y la farándula en Colombia. Su irreverencia se intensificó y se volvió el entrevistador más agudo de la televisión. CM&, Noticias Caracol y Radionet tuvieron dentro de sus nóminas a este hombre feo, grosero y muy sincero, que le sacaba brillo hasta al interlocutor más opaco.

Una vez más Jaime Garzón era el generador más influyente de opinión en Colombia. Entre chiste y chanza tenía a los políticos en sus manos, y sí que sabía sacarles provecho.

Su muerte el 13 de agosto de 1999, a manos de los paramilitares, dejó en pañales al personaje de Bolívar, con el que le sacaría punta a la realidad de un país al que siempre le pasan cosas graves pero pocos sucesos serios.

Por Redacción Gente

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