La “extimidad” y el morbo como gancho vendedor
En el “reality show”, del Canal RCN y Vix, participan 22 celebridades, quienes conviven en un mismo espacio y son vigiladas 24/7 por 40 cámaras.
Danelys Vega Cardozo
Hace 27 años al empresario neerlandés John de Mol se le ocurrió crear un reality show, inspirado en otros programas como The Real World (MTV), en donde personas desconocidas eran filmadas mientras convivían en un mismo espacio por un determinado período de tiempo. El 16 de septiembre de 1999, se estrenó en Países Bajos la creación de Mol. Se llamó Big Brother y fue tan exitosa que en más de 70 países hicieron sus versiones. A la audiencia, por alguna razón, le pareció interesante observar desde sus pantallas a desconocidos convivir en una casa, quienes eran filmados las 24 horas del día. En Colombia, la fórmula se repitió no solo con dos ediciones de Gran Hermano, sino con otros programas como Protagonistas de novela, entre otros. En 2021 se pasó de Big Brother a La casa de los famosos. El mismo formato, pero con nuevos participantes: personalidades reconocidas. Tres años después, en Colombia, se estrena una adaptación de aquel reality, y con su llegada el concepto de “extimidad” vuelve a salir a la luz.
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Hace 27 años al empresario neerlandés John de Mol se le ocurrió crear un reality show, inspirado en otros programas como The Real World (MTV), en donde personas desconocidas eran filmadas mientras convivían en un mismo espacio por un determinado período de tiempo. El 16 de septiembre de 1999, se estrenó en Países Bajos la creación de Mol. Se llamó Big Brother y fue tan exitosa que en más de 70 países hicieron sus versiones. A la audiencia, por alguna razón, le pareció interesante observar desde sus pantallas a desconocidos convivir en una casa, quienes eran filmados las 24 horas del día. En Colombia, la fórmula se repitió no solo con dos ediciones de Gran Hermano, sino con otros programas como Protagonistas de novela, entre otros. En 2021 se pasó de Big Brother a La casa de los famosos. El mismo formato, pero con nuevos participantes: personalidades reconocidas. Tres años después, en Colombia, se estrena una adaptación de aquel reality, y con su llegada el concepto de “extimidad” vuelve a salir a la luz.
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La “extimidad” —un término que no ha sido definido por la Real Academia Española (RAE)— encuentra sus orígenes en el psicoanálisis, con Jacques Lacan. Hablar de lo éxtimo es referirse a algo que no termina de ser, “que está más próximo, lo más interior, sin dejar de ser exterior”, como asevera Jacques-Alain Miller en Extimidad. De a poco, el concepto fue empleado para referirse a un fenómeno que es común en el siglo XXI, en el imperio de las redes sociales y en el sostenimiento de la telerrealidad: la exhibición de la intimidad. “La extimidad es para nosotros una fractura constitutiva de la intimidad. Ponemos lo éxtimo en el lugar donde se espera, se aguarda, donde se cree reconocer lo más íntimo”, dice Miller. Quizá, en la actualidad, ese reconocimiento se espera y se cree que llegara solo si es externo. Es decir, mi “yo” adquiere valor solo en la medida en que el otro reconoce mi existencia. O como dijo, hace algunos años, la antropóloga Paula Sibilia para El País: “La intimidad es tan importante para definir lo que somos que hay que mostrarla. Eso confirma que existimos”.
Las personas que participan en programas como La casa de los famosos exhiben su intimidad de forma voluntaria y en su lugar adquieren más visibilidad o, si ganan, una recompensa económica. Sin embargo, en otras épocas, no había nada que pudiera comprar la intimidad y, de hecho, era tan preciada que era un privilegio exclusivo de las casas o reservado para las habitaciones, en donde los seres humanos desarrollaban su individualidad. “La intimidad es esa esfera subjetiva de las personas en donde, de alguna manera, cada uno construye su visión del mundo y su personalidad”, dice Carlos Charry, Ph. D. en Sociología y director del doctorado y maestría en Ciencias Sociales de la Universidad del Rosario en entrevista para El Espectador.
La extimidad es una característica propia de la sociedad del espectáculo, a la que se refería Guy Debord en 1967, en el libro que lleva este mismo nombre, en donde se produce “un deslizamiento general del tener en parecer”. Como escribe Paula Sibilia en su artículo En busca del aura perdida: espectacularizar la intimidad para ser alguien: “Si no se muestra, si no aparece a la vista de todos y si los otros no lo ven, entonces de poco sirve tener lo que sea”. En el caso de la telerrealidad y La casa de los famosos, el negocio funciona porque a la audiencia le interesa observar lo que otro tiene para mostrar. Los televidentes se sienten atraídos por el morbo que despierta conocer algo que socialmente es considerado muy personal y que es compartido con los familiares o personas más cercanas: la vida íntima. “Lo que se vende es la intimidad de los concursantes y los vínculos, lazos y relaciones que allí se puedan construir”, dice Carlos Charry.
“Cuando más se ficcionaliza y estetiza la vida cotidiana con recursos mediáticos, más ávidamente se busca una experiencia auténtica, verdadera, que no sea una puesta en escena. Se busca lo realmente real, o, por lo menos, algo que así lo parezca”, dice Paula Sibilia en su obra La intimidad como espectáculo. Y es que el comportamiento de los participantes en programas como La casa de los famosos está mediado por una cámara que los vigila 24/7. En escenarios como esos, las personas tal vez lleguen a construir una intimidad real, pero no natural. “Es decir, la intimidad no va a surgir a partir de un conjunto de relaciones sociales fluidas y no intervenidas. El hecho de que haya cámaras y un contrato de por medio entre el canal y los actores condiciona un poco la cosa y también genera parte del morbo, porque el público tiene expectativa sobre qué es lo que va a pasar”, afirma Charry.
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Incluso, a pesar de que se trate de relaciones mediadas por una cámara, eso no quiere decir que de ahí no puedan surgir vínculos significativos, como sucedió, por ejemplo, con Cristina Hurtado y José Narváez, quienes se conocieron en Protagonistas de novela y hoy están casados y tienen tres hijos. Lo que sí es cierto es que al haber una separación entre lo público y privado se pueden presentar problemas de convivencia, situaciones de violencia tanto física como psicológica, “porque el ser humano no está diseñado para mantenerse encerrado por períodos largos de tiempo, así sea con otras personas”.
Charry recuerda aquella película alemana titulada El experimento, basada en un libro que a su vez se inspiró en un experimento real: el de la cárcel de Stanford, en donde veinticuatro jóvenes fueron encerrados en una prisión ficticia y, luego, divididos en dos roles: guardias y prisioneros. A dos días de llegar a su final, el ensayo fue cancelado debido a los trastornos emocionales y los maltratos físicos que padecieron algunos de los participantes, ocasionados por sus mismos compañeros. Por eso dice que es importante que programas como La casa de los famosos cuenten con un equipo profesional, compuesto por médicos, psicólogos y trabajadores sociales, que ayuden a valorar y monitorear el comportamiento físico y mental de los concursantes. “El morbo es publicitario y taquillero, pero esto puede llegar a tener consecuencias para las personas que están participando”.