La mujer detrás de "El abrazo de la serpiente"
Pone a andar a Ciro Guerra y produjo sus tres películas. Es la primera lectora y el ojo más crítico del primer filme colombiano prenominado a un Óscar en Hollywood.
Camila Builes
“El abrazo de la serpiente está dedicada a mi mejor amiga, que murió un año antes de empezar el rodaje. La película tiene una carga sobre el valor de la amistad que siempre me conmueve. Un día le dije a ella: ‘Esto que te está pasando a ti, le pasa al protagonista de la historia. Él está buscando cualquier manera para sobrevivir a una enfermedad que no tiene cura. No nos podemos quedar acá. Este es mi regalo para ti’”.
Cristina Gallego me responde el celular luego de la tercera llamada. Todos los medios del país —igual que este— la buscan para que diga lo que siente por la prenominación al Óscar de la película que produjo -con el apoyo de Caracol Televisión- y que dirigió su esposo Ciro Guerra.
La autora intelectual de muchos de los aciertos de la cinta tiene la voz ronca, sofocada por la interferencia del sonido que tiene el teléfono. Se escucha joven, pareciera que está sonriendo.
“El abrazo de la serpiente empezó hace muchos años. Nosotros (Ciro y ella) tenemos un amigo antropólogo, que también es actor y fue el protagonista de La sombra del caminante: Ignacio Prieto. Toda la vida ha sido aficionado a la historia de Teodor Koch Grunbuerg, de sus diarios y de la investigación que hizo en el Amazonas. Desde esa época —2004—, él nos contaba las historias del explorador, le mostró a Ciro sus fotografías del Amazonas y él también se fascinó con esas imágenes”.
El tiempo disipó el interés, al menos por un momento. Ciro Guerra y Cristina Gallego empezaron Los viajes del viento, una película que cuenta la historia de un intérprete de vallenato que tocaba un acordeón que pertenecía al diablo.
“Ciro quería separarse de Los viajes con un proyecto muy diferente: Los viajes había sido acerca de sus raíces; El abrazo de la serpiente es acerca de un mundo completamente desconocido para todos. Él llegó a la historia a través de los diarios de los exploradores. Se fue al Amazonas con Ignacio, que conoce el lugar y muchas comunidades. Así se empezó a materializar la película”.
En Colombia, el papel del productor está relegado al personaje que es bueno para conseguir dinero, los fondos. El director, mientras tanto, se lleva los aplausos, las condecoraciones y el reconocimiento.
“Hay una percepción del productor que lo limita: es quien hace los negocios y consigue las cosas. La producción va muchísimo más allá: hay un fuerte trabajo creativo de guionistas, director y productor. La concepción de la idea, hacia dónde va y cómo se proyecta, es trabajo del productor. Nosotros somos el primer público. Nosotros perfilamos las obras para los espectadores.
No se hace una película como se hace música, teatro, arte o literatura; es hacer todo eso pero junto. Hay que mantener al director lo más alejado del proceso para que pueda pensar y crear. Mientras tanto nosotros, los productores, nos cercioramos de que todo funcione y nada se caiga”.
La llamada se cae dos veces. Gallego recuerda en qué íbamos en la conversación y la retoma sin impedimento. Sin embargo, no parecen respuestas aprendidas de memoria: lleva un día entero respondiendo como la productora de la película más importante del país.
¿Cuál fue la primera vez que vio la película como una espectadora cualquiera?, le pregunto. Se queda un momento en silencio, escucho la carraspera del teléfono.
“Ha sido tan chistoso eso: como estaba en la sala de montaje la vi como 800 veces antes de terminarla. Una vez lista, la he podido ver pocas veces. Cuando llegué a la sala de cine de Cannes para verla tranquila y sin ninguna presión del trabajo, no podía del cansancio. Era un nivel extremo. Llevaba sin dormir mucho tiempo, corriendo porque además teníamos un estreno simultáneo acá en Colombia. Cuando llegué a verla pensé: ‘Qué cansancio, no doy más’. Por fin pude ver una función completa en Medellín”.
¿Qué sintió cuando la vio? —Escucho el suspiro al otro lado—.
“Ciro y yo remamos solos cuatro años, nadie se quería montar en nuestra barca. Después de Los viajes del viento, pensábamos que todas las puertas nos habían quedado abiertas y resultó que no. Era una película que no se parecía a nada, a la gente le daba miedo. Muchos años de muchas negativas. Mi sentimiento más fuerte fue terminar el rodaje de El abrazo de la serpiente. El último día de grabación, hablando con el asistente de dirección, yo no hacía más que llorar: ‘Fuimos capaces de hacer esto, no puedo creer que hayamos sido capaces’, le decía. Ciro se arrodilló y comenzó a llorar. Fue algo que sacamos adelante cuando teníamos un presupuesto superapretado, una agenda superapretada. Al verla me siento en paz”.
Hacer una película en la selva no es fácil. Además de ser extremas, las condiciones son desconocidas para casi todo el mundo. Durante cuatro meses el equipo de producción investigó cuál era el mejor momento para grabar en la jungla amazónica. En la mitad de 2013 hubo unos días: los apropiados para comenzar.
La bogotana de 37 años ahora habla de sus amigos. Los que se unieron a la película antes de que fuera, siquiera, una realidad.
“Veo todo lo que hicimos con este equipo; más que colegas, somos amigos de mucho rato. Yo no pensaba en cuál es el más famoso: el fotógrafo de Hollywood o el guionista de Miami. Yo pensaba en las personas que creía que se la iban a jugar por nosotros. Personas buenas. Unos guerreros. Si uno no es un guerrero –no uno que se le mida a todo, sino uno con el espíritu y el corazón limpio–, nunca podrá enfrentarse a la selva”.
Ciro Guerra fue el último en enterarse de la prenominación. Su esposa fue quien comenzó a recibir los mensajes de felicitación, los abrazos, los besos. Mientras tanto, había una proyección y un conversatorio con indígenas acerca de la cinta. “Nos pareció increíble cómo la gente la está recibiendo, sobre todo los indígenas, que sienten que realmente es su voz. Las cosas que les pasaron: la evangelización, la Guerra del Caucho, la pérdida de las tradiciones, todas esas historias que son muy fuertes y que de una manera u otra nosotros quisimos representar”.
El año pasado, Guerra y Gallego se ganaron uno de los estímulos del Fondo de Desarrollo Cinematográfico para la producción de una nueva película. La escribieron este año y la rodarán en 2016, se titula Pájaros de verano. Una película en La Guajira. Una película gigante.
“El cine es muy fuerte. Tiene momentos energéticos muy fuertes. Un camino que hacen los guerreros: enfrentarse con sus miedos y trascenderlos. Eso fue lo que me pasó: perder el miedo, hacer lo mejor”.
“El abrazo de la serpiente está dedicada a mi mejor amiga, que murió un año antes de empezar el rodaje. La película tiene una carga sobre el valor de la amistad que siempre me conmueve. Un día le dije a ella: ‘Esto que te está pasando a ti, le pasa al protagonista de la historia. Él está buscando cualquier manera para sobrevivir a una enfermedad que no tiene cura. No nos podemos quedar acá. Este es mi regalo para ti’”.
Cristina Gallego me responde el celular luego de la tercera llamada. Todos los medios del país —igual que este— la buscan para que diga lo que siente por la prenominación al Óscar de la película que produjo -con el apoyo de Caracol Televisión- y que dirigió su esposo Ciro Guerra.
La autora intelectual de muchos de los aciertos de la cinta tiene la voz ronca, sofocada por la interferencia del sonido que tiene el teléfono. Se escucha joven, pareciera que está sonriendo.
“El abrazo de la serpiente empezó hace muchos años. Nosotros (Ciro y ella) tenemos un amigo antropólogo, que también es actor y fue el protagonista de La sombra del caminante: Ignacio Prieto. Toda la vida ha sido aficionado a la historia de Teodor Koch Grunbuerg, de sus diarios y de la investigación que hizo en el Amazonas. Desde esa época —2004—, él nos contaba las historias del explorador, le mostró a Ciro sus fotografías del Amazonas y él también se fascinó con esas imágenes”.
El tiempo disipó el interés, al menos por un momento. Ciro Guerra y Cristina Gallego empezaron Los viajes del viento, una película que cuenta la historia de un intérprete de vallenato que tocaba un acordeón que pertenecía al diablo.
“Ciro quería separarse de Los viajes con un proyecto muy diferente: Los viajes había sido acerca de sus raíces; El abrazo de la serpiente es acerca de un mundo completamente desconocido para todos. Él llegó a la historia a través de los diarios de los exploradores. Se fue al Amazonas con Ignacio, que conoce el lugar y muchas comunidades. Así se empezó a materializar la película”.
En Colombia, el papel del productor está relegado al personaje que es bueno para conseguir dinero, los fondos. El director, mientras tanto, se lleva los aplausos, las condecoraciones y el reconocimiento.
“Hay una percepción del productor que lo limita: es quien hace los negocios y consigue las cosas. La producción va muchísimo más allá: hay un fuerte trabajo creativo de guionistas, director y productor. La concepción de la idea, hacia dónde va y cómo se proyecta, es trabajo del productor. Nosotros somos el primer público. Nosotros perfilamos las obras para los espectadores.
No se hace una película como se hace música, teatro, arte o literatura; es hacer todo eso pero junto. Hay que mantener al director lo más alejado del proceso para que pueda pensar y crear. Mientras tanto nosotros, los productores, nos cercioramos de que todo funcione y nada se caiga”.
La llamada se cae dos veces. Gallego recuerda en qué íbamos en la conversación y la retoma sin impedimento. Sin embargo, no parecen respuestas aprendidas de memoria: lleva un día entero respondiendo como la productora de la película más importante del país.
¿Cuál fue la primera vez que vio la película como una espectadora cualquiera?, le pregunto. Se queda un momento en silencio, escucho la carraspera del teléfono.
“Ha sido tan chistoso eso: como estaba en la sala de montaje la vi como 800 veces antes de terminarla. Una vez lista, la he podido ver pocas veces. Cuando llegué a la sala de cine de Cannes para verla tranquila y sin ninguna presión del trabajo, no podía del cansancio. Era un nivel extremo. Llevaba sin dormir mucho tiempo, corriendo porque además teníamos un estreno simultáneo acá en Colombia. Cuando llegué a verla pensé: ‘Qué cansancio, no doy más’. Por fin pude ver una función completa en Medellín”.
¿Qué sintió cuando la vio? —Escucho el suspiro al otro lado—.
“Ciro y yo remamos solos cuatro años, nadie se quería montar en nuestra barca. Después de Los viajes del viento, pensábamos que todas las puertas nos habían quedado abiertas y resultó que no. Era una película que no se parecía a nada, a la gente le daba miedo. Muchos años de muchas negativas. Mi sentimiento más fuerte fue terminar el rodaje de El abrazo de la serpiente. El último día de grabación, hablando con el asistente de dirección, yo no hacía más que llorar: ‘Fuimos capaces de hacer esto, no puedo creer que hayamos sido capaces’, le decía. Ciro se arrodilló y comenzó a llorar. Fue algo que sacamos adelante cuando teníamos un presupuesto superapretado, una agenda superapretada. Al verla me siento en paz”.
Hacer una película en la selva no es fácil. Además de ser extremas, las condiciones son desconocidas para casi todo el mundo. Durante cuatro meses el equipo de producción investigó cuál era el mejor momento para grabar en la jungla amazónica. En la mitad de 2013 hubo unos días: los apropiados para comenzar.
La bogotana de 37 años ahora habla de sus amigos. Los que se unieron a la película antes de que fuera, siquiera, una realidad.
“Veo todo lo que hicimos con este equipo; más que colegas, somos amigos de mucho rato. Yo no pensaba en cuál es el más famoso: el fotógrafo de Hollywood o el guionista de Miami. Yo pensaba en las personas que creía que se la iban a jugar por nosotros. Personas buenas. Unos guerreros. Si uno no es un guerrero –no uno que se le mida a todo, sino uno con el espíritu y el corazón limpio–, nunca podrá enfrentarse a la selva”.
Ciro Guerra fue el último en enterarse de la prenominación. Su esposa fue quien comenzó a recibir los mensajes de felicitación, los abrazos, los besos. Mientras tanto, había una proyección y un conversatorio con indígenas acerca de la cinta. “Nos pareció increíble cómo la gente la está recibiendo, sobre todo los indígenas, que sienten que realmente es su voz. Las cosas que les pasaron: la evangelización, la Guerra del Caucho, la pérdida de las tradiciones, todas esas historias que son muy fuertes y que de una manera u otra nosotros quisimos representar”.
El año pasado, Guerra y Gallego se ganaron uno de los estímulos del Fondo de Desarrollo Cinematográfico para la producción de una nueva película. La escribieron este año y la rodarán en 2016, se titula Pájaros de verano. Una película en La Guajira. Una película gigante.
“El cine es muy fuerte. Tiene momentos energéticos muy fuertes. Un camino que hacen los guerreros: enfrentarse con sus miedos y trascenderlos. Eso fue lo que me pasó: perder el miedo, hacer lo mejor”.