“La sirenita”: realidad, ficción y polémica
Este jueves 25 de mayo se estrenó el “live action” del clásico de Disney. ¿Cómo se creó este mundo dentro y fuera del agua? ¿Cuáles fueron los retos? ¿Cómo lidió el equipo de trabajo con la controversia y el racismo?
Daniela Suárez Zuluaga
Desde el fondo del mar sale a la superficie una sirena con una curiosidad agobiante por el mundo humano. Con su piel morena, ojos oscuros y cabello café tirando a cobrizo, sorprendió a quienes la recordaban diferente. Ariel cambió para romper paradigmas. El pasado jueves se estrenó en cines el live action que Disney hizo sobre el clásico animado La sirenita, que se estrenó en 1989 y está basado en el libro homónimo de Hans Christian Andersen.
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Desde el fondo del mar sale a la superficie una sirena con una curiosidad agobiante por el mundo humano. Con su piel morena, ojos oscuros y cabello café tirando a cobrizo, sorprendió a quienes la recordaban diferente. Ariel cambió para romper paradigmas. El pasado jueves se estrenó en cines el live action que Disney hizo sobre el clásico animado La sirenita, que se estrenó en 1989 y está basado en el libro homónimo de Hans Christian Andersen.
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En esa película estrenada hace poco más de 30 años, Ariel se presentó ante el público como una sirena de tez blanca, cabello rojo y ojos azules que andaba de travesura en travesura con sus dos mejores amigos: el pez Flounder y el cangrejo Sebastián. Una historia de un amor que parecía imposible, un padre sobreprotector que además era el rey del océano, una tía malvada que por poco logra acabar con todo y el poder del trabajo en equipo llevaron a La sirenita a ser una de las películas animadas más exitosas de la compañía.
Un mundo bajo el mar
Tres décadas después, el realizador Rob Marshall enfrentó el desafío de traer de nuevo esta historia, pero esta vez en acción real. Los retos fueron enormes en términos técnicos y también por el fuerte simbolismo asociado a la historia de Ariel en la cultura popular. Desde que empezó con este proyecto, Marshall sabía que el mundo en la tierra y el mundo bajo el mar debían diferenciarse en términos de realidad y fantasía.
“En nuestra historia hay dos mundos diferentes: el mundo de arriba, que es el mundo real, y el mundo submarino, que es un mundo mágico en el que existen sirenas, cangrejos cantan y aves buceadoras, como Scuttle, que hablan. El mundo submarino es totalmente digital y en el mundo de tierra firme todo es real y construido en la manera en la que se hacen las películas de época. Y debido a que estábamos haciendo también un musical, en muchos sentidos parecía que estábamos haciendo tres películas distintas al mismo tiempo”, explica el realizador.
Para realizar los entornos digitales del mundo submarino, que incluye el palacio del rey Tritón (Javier Bardem), la gruta de Ariel (Halle Bailey) y la guarida de Úrsula (Melissa McCarthy), Marshall se apoyó en la técnica fotorrealista. “Aunque es un mundo mágico el que creamos, nuestro objetivo era que no pareciera animado. Queríamos reimaginar nuestro espacio submarino con un estilo fotorrealista, para que pudiera cobrar vida de una manera apropiada para una película de acción real. Eso era muy importante para nosotros”, señala.
Realismo en la tierra
En tierra, la historia transcurre en espacios tan diversos como un castillo del siglo XIX, un colorido bazar y un majestuoso barco, todos construidos especialmente para la película en los estudios Pinewood, en las afueras de Londres. La producción luego se trasladó a la isla de Cerdeña, frente a las costas de Italia, donde se filmaron las escenas de exteriores durante varias semanas.
El castillo de Eric es de inspiración colonial y tiene un aspecto descolorido, como si hubiera sido erosionado por el clima marítimo. En su interior es luminoso y aireado, con numerosos patios y terrazas, y plantas fuera y dentro de las estancias. Hay un enorme abanico y enormes franjas de tela blanca ligera que están colgadas sobre las aberturas del comedor que dan a la terraza. La biblioteca de Eric, en tanto, tiene guiños a la gruta de Ariel, con las mismas formas serpenteantes y la presencia de objetos que el príncipe coleccionó en sus viajes.
La controversia
Saliendo de la técnica y entrando a la polémica, cuando Disney anunció el live action en 2019, advirtió abiertamente que habría algunos cambios importantes en la película. El primero fue que ya no se trataría de una película animada, sino que evolucionaría para convertirse en una cinta de acción real. Hasta ahí, todo normal.
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La incomodidad del público vino con el segundo cambio que involucró a Ariel. No sería más la sirenita blanca, pelirroja y de ojos claros, sino que se transformaría en una mujer de tez morena y ojos oscuros, encarnada por Halle Bailey. En ese momento, las redes sociales explotaron y se dividieron en dos: unos peleaban por conservar la “pureza” de un personaje considerado clásico entre los éxitos de Disney… otros argumentaban que fue una buena decisión y un paso importante a la inclusión que la compañía incorporó en los últimos años.
“El tema de la inclusión en esta película es muy importante. He sido afortunado de crecer en un mundo en el que he visto tantos personajes que son iguales a mí, pero hay otras personas no han tenido eso, esta versión de La sirenita les da esa oportunidad, por eso considero que la diversidad es esencial tanto en esta cinta como en todas las demás”, declaró el actor Jacob Tremblay (Flounder) en entrevista para El Espectador.
Y es que el tema de la inclusión no es nuevo para Disney, pues lo hemos visto desde hace años en películas como Mulán, Aladdín y Pocahontas. Más recientemente también lo intentó con La princesa y el sapo, que introdujo a Tianna, la primera princesa Disney de raza negra en un ámbito netamente afroamericano, pero no le fue tan bien como esperaban. Es el caso de La sirenita, que llega a la pantalla grande rompiendo estereotipos y creando una nueva identidad en la que se incluyen personajes negros.