“La sociedad de la nieve”: un relato conmovedor de supervivencia extrema
La película de J. A. Bayona está nominada a los Critics’ Choice y los premios Gaudí, así como lo estuvo en los Globo de Oro.
Sandra M. Ríos U. - CineVista
Si bien hay momentos en los que La sociedad de la nieve parece un remake de Viven (1993), tiene diferencias sustanciales. La más importante: su manera de retratar lo desafiante y agónico de la supervivencia en condiciones extremas.
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Si bien hay momentos en los que La sociedad de la nieve parece un remake de Viven (1993), tiene diferencias sustanciales. La más importante: su manera de retratar lo desafiante y agónico de la supervivencia en condiciones extremas.
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Hay dos largometrajes por fuera del mainstream que tengo guardados en mi memoria de la experiencia de ir a cine de adolescente: La estrategia del caracol y Viven, curiosamente ambas lanzadas en 1993. La una colombiana, la otra con un joven, Ethan Hawke, en sus primeros papeles protagónicos, tuvieron un voz a voz que provocó filas de cuadras enteras para poder verlas en los teatros de barrio. Ambas generaron un gran impacto entre el público. La de Viven, por supuesto, debido al tema de la antropofagia.
Desde entonces recuerdo bastante bien la adaptación estadounidense del accidente del equipo juvenil uruguayo de rugby y lo confirmé no solo al ver la nueva película de Bayona, sino al repetirla el fin de semana. Ambas películas se basan en libros, pero de diferentes autores. La de los 90 en el documento de Paul Read de 1974 y la coproducida por Netflix en la obra del periodista Pablo Vierci, publicada en 2009 y que le da título a esta nueva producción.
El comienzo de ambas historias es similar, como también lo es el tiempo que destinan en su introducción breve a presentar imágenes de los deportistas con vida, dando paso al vuelo, a los instantes previos al impacto, a los juegos de los jóvenes entusiastas en el avión (incluso hay un personaje que toma el comunicador de la azafata en ambas películas), la alegría que llevaban y el accidente mismo se da casi que en condiciones iguales (los ángulos desde afuera y las tomas dentro de la aeronave), el afán de los pilotos por superar el pico de la montaña, el rompimiento de la cola, los primeros muertos, el arrastre con la nieve, los asientos en acordeón y así a lo largo de ambas películas. Hay diálogos que parecen calcados.
The Society of Snow muestra cómo el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrella en un glaciar en pleno corazón de los Andes, llevando como pasajeros a su equipo de rugby. El accidente deja solo a 29 pasajeros con vida, de los 45 que viajaban. Atrapados en una de las zonas más hostiles de todo el planeta, y sin la posibilidad de ser rescatados rápidamente, deben recurrir a las medidas más extremas para seguir con vida e intentar salir por sí solos del lugar.
Definitivamente, Bayona triunfa donde Frank Marshall se quedó muy corto y que va más allá de su casting anglo. La que cuenta el director estadounidense se va quedando poco a poco en lo anecdótico, dejando de lado las enormes dificultades que sufrieron físicas y emocionales los sobrevivientes, centrándose más en llevar emoción y algo de acción, de movimiento, a la pantalla con la travesía y los riesgos de los protagonistas al intentar salir del lugar por sí solos y crea, también, al personaje loco y bufón con el que el guion puede darse algunas licencias graciosas que distienden la situación y el público pueda reír. El tono de la de Marshall se acerca al drama, gracias a una marcada vocación cristiana que explica que ahí no pudo obrar sino un milagro.
Las voces de los narradores también son distintas. La de Marshall se centra en el sobreviviente Nando Parrado, y la de Bayona, en una decisión inteligente, en Numa Turcatti. Bayona abandona la idea de crear subtramas con personajes ajenos al equipo de rugby y elimina todos esos mensajes religiosos de la película noventera, para enfocarse en la brutalidad del accidente, en los desafíos de estar atrapados en un lugar inaccesible, a merced del frío, la nieve, la altura y en la vulnerabilidad del cuerpo y del espíritu, tal cual lo hiciese en la genial, y también premiada Lo imposible.
Entonces poco a poco Viven se va desvaneciendo de la memoria, porque el tono aquí es otro, es un drama cercano al thriller, una experiencia inmersiva y sofocante, porque con su cámara Bayona hace que acompañemos muy de cerca, casi que cara a cara, a las víctimas, que vivamos sus angustias, que suframos con sus heridas letales, sus miedos, el cansancio, los deseos de rendirse, la frustración, la fe y la esperanza. Todo al mismo tiempo, rápidamente y sin respiro. El plano cuando se abre es para dejar percibir la inmensidad del lugar y la pequeñez de la figura humana ante lo que lo rodea.
J. A. Bayona es un experto en crear grandes secuencias donde la naturaleza golpea una y otra vez con toda su rudeza al ser humano, infligiéndole dolores físicos y emocionales profundos, o arrebatándole con crueldad cosas que lo minan, pero también en mostrar aquella fuerza inherente a cada ser (que se explica más con gestos y corporalidad que con palabras) capaz de hacerlo renacer, dándole así mayor sentido a su grandeza y resistencia. Es un experto en crear relatos profundamente humanizados que tocan las fibras hasta de los más insensibles.
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La sociedad de la nieve hace también justicia a una historia de equipo, a un grupo que no abandonó sus posiciones, su apoyo y su condición de deportistas para ser en conjunto piezas claves en su lucha por sobrevivir y permitir su posterior rescate, tras 72 días aislados en la cordillera andina y es, en definitiva, un mejor y sentido homenaje a todas las víctimas, fallecidas y sobrevivientes, del impresionante accidente ocurrido hace 51 años.
El reparto, por supuesto, quedó mejor logrado al ser más realista, cuidando cosas como el acento uruguayo y formas de hablar, y su fantástica banda sonora, a cargo de Michael Giacchino, que debería ya estar instalada en la cima de los Óscar. Emocionante, visceral y muy conmovedora, así podría resumirse la nueva historia de este fabuloso cineasta español.
Algo de contexto del accidente
Un grupo de jóvenes uruguayos de un equipo amateur de rugby lograron sobrevivir después de que el avión que se dirigía a Chile (el 12 de octubre de 1972), para un encuentro deportivo, se estrellara en los Andes. Las condiciones ambientales causaron la muerte de muchos que habían logrado sobrevivir al impacto con el pico y los que quedaron, tras saber por radio que habían cancelado la búsqueda dada las terribles condiciones climáticas, debieron recurrir a la antropofagia (consumo de carne humana). 72 días duró la travesía que los obligó a desplazarse por plena cordillera hasta encontrarse con un chileno que dio aviso de su hallazgo.